Con el lema “Las corrientes están cambiando” para este Día Mundial de los Océanos, que se celebra hoy, la Organización de las Naciones Unidas busca visualizar el impacto negativo de la actividad humana en la alteración de estas grandes masas de agua del planeta.
El cambio climático, la disminución en las poblaciones de peces o arrecifes de corales destruidos, la prospección sísmica en busca de petróleo, la contaminación plástica y de combustibles provocan un amplio desequilibrio en su biodiversidad. En ese sentido, se llama a trabajar en devolverle el equilibrio y restaurar su vitalidad.
Un océano sano beneficia al planeta en su conjunto ya que produce el 50% del oxígeno, absorbe el 30% del dióxido de carbono producido por las personas y es esencial para la economía.
Muchas instituciones trabajan por la biodiversidad marina y su estudio en pos de la conservación a nivel global en el país. En ese sentido, existe en el país el Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia, que agrupa a 24 organizaciones de la sociedad civil con actividad en Argentina, Uruguay, Brasil y Chile, de las cuales la mitad son nacionales y las otras internacionales.
“El Foro es una red internacional de organizaciones de la sociedad civil, originada en Argentina y que hoy tiene carácter regional, ya que abarca a tres países más, que trabaja para lograr la integridad ecosistémica y la gestión efectiva del área marina que rodea el Cono Sur de América. Desde 2004, propone una mirada regional para la conservación marina. La sostiene en la construcción de consenso, en la información científica, la integración interdisciplinaria y la pluralidad de estilos y opiniones”, explicó a Infobae Alejandro Vila, biólogo y doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires, que oficia de presidente del Foro en la actualidad.
“Estamos enfrentando desafíos enormes respecto a la conservación del mar y la preservación marina. Una sola organización no puede generar cambios favorables. Por eso, trabajar en forma colaborativa y sinérgica es clave. No solo entre estas 24 organizaciones que componen el foro, sino también trabajar con el sector público y privado. Concretamente, en Argentina son 12 las ongs que trabajan por la bioconservación marina”, puntualizó Vila, que remarcó que hay organizaciones centenarias como Aves Argentinas, que tiene más de 100 años o la Organización Mundial de Conservación (WWF), la organización ambiental más grande del mundo, que ya cumplió 45 en el país.
A modo de resumen, Vila señaló tres problemáticas que enfrenta Argentina y la región respecto al cuidado de los océanos regionales, donde ya sea como habitantes permanentes o atravesando esas aguas durante sus rutas migratorias, en la zona pueden encontrarse unas 900 especies de moluscos, 400 de peces óseos, 105 de peces cartilaginosos, 48 tipos de mamíferos marinos —incluyendo lobos, elefantes, focas, delfines, cachalotes y la ballena franca austral (Eubalaena australis)— y 3 tipos de tortugas marinas.
“Estamos hablando tres problemáticas muy preocupantes que son: los ruidos generados en el agua por las prospecciones sísmicas, que buscan mediante grandes instrumentos tubos y barcos, identificar la presencia de gas, y fundamentalmente de petróleo bajo el agua. En segundo lugar la gran contaminación marina y en las playas que generan los plásticos. Y en tercer lugar la depredación pesquera”, sostuvo el experto biólogo.
Ruidos extremos bajo el agua
El sistema de prospecciones sísmicas consiste en el lanzamiento de disparos de aire comprimido en intervalos de unos 10 o 20 segundos, desde una línea de 12 a 48 cañones arrastrados por el buque prospector, a una profundidad de entre 4 y 10 metros. Esta liberación violenta de aire emite intensos pulsos acústicos.
Estos generan ondas sonoras que viajan a través del agua y penetran en el subsuelo. Una vez allí, y a medida que tropiezan con las distintas formaciones geológicas que van encontrando, las ondas se reflejan en el subsuelo marino, recorren el camino inverso desde el fondo hacia la superficie y son captadas por uno o varios grupos de hidrófonos transportados mediante cables de arrastre de varios kilómetros de longitud. El procesamiento en las computadoras a bordo del buque sísmico completa el proceso que produce imágenes del fondo y el subsuelo marino, y permite reconocer su conformación y contenido.
“No solo importan la cantidad y disposición de los cañones, sino también la frecuencia con la que se realizan los disparos. Se trata de niveles sonoros extremos, en torno a los 250 decibelios que se disparan cada diez segundos”, explicó la bióloga Andrea Michelson, coordinadora del Foro para la Conservación del Mar Patagónico.
Como para tener una idea comparativa, el despegue de un avión genera un ruido de unos 110 decibelios y cualquier sonido por encima de 120 podría provocar la pérdida de la audición a un ser humano. Según la experta, dichos niveles sonoros se superponen con el resto de ruidos que ya existen en el mar, por lo que podrían generar graves daños auditivos en las especies marinas.
Es que el ambiente submarino está muy lejos de ser silencioso. Los factores físicos, como el viento, la lluvia, el hielo e incluso los terremotos crean sus propios sonidos, a los que deben sumarse los producidos por las maquinarias y las acciones creadas y desarrolladas por el ser humano. Los cañones de las prospecciones sísmicas agregan estruendos en un escenario en el que resulta indispensable no alterar en demasía los ruidos habituales. Además, “no se trata de impactos aislados, sino acumulativos y sinérgicos, un aspecto que no veo que haya sido tomado en cuenta con el énfasis que corresponde en las presentaciones realizadas”, indicó Michelson.
Según un informe del Foro para la Conservación del Mar Patagónico, “una amplia variedad de organismos marinos utiliza el sonido para diversas funciones biológicas: la alimentación, la reproducción, la socialización, el cuidado paternal, el reconocimiento de crías, la evaluación del entorno, la detección de presas y depredadores, la orientación, la navegación, la comunicación entre individuos, entre otros aspectos”.
Un océano lleno de plásticos
El Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) es una de las organizaciones argentinas sin fines de lucro que pertenece al Foro y se dedica a la conservación de las ballenas y su medio ambiente a través de la investigación y la educación. Basados en la información científica generada a través de los diversos proyectos de investigación que realiza en forma colaborativa junto a otras organizaciones e instituciones, actúa para encontrar soluciones positivas a los problemas que enfrentan las ballenas en los océanos y preservar su hábitat.
Uno de los graves problemas que señalan es la contaminación por plásticos. “El problema de la basura marina es global en su escala e intergeneracional en su impacto. Por un lado, pareciera un problema comparativamente simple ya que la basura es algo tangible y es el resultado del comportamiento humano en relación a sus hábitos de producción y consumo. Pero, por otro lado, es extraordinariamente complejo, con múltiples causas y factores que se combinan”, señala un informe reciente del Foro del que participaron desde la ONG.
En el mismo, se plantea la problemática del plástico como el principal componente presente en la basura marina, que es cualquier material persistente de fabricación humana y que termina su recorrido en el medio marino y costero.
“Aunque incluye artículos compuestos por vidrio, metales y caucho, más del 70% de los residuos que se encuentran en las costas o en el mar son plásticos. Estos están presentes en la mayoría de los ambientes siendo sus volúmenes y composiciones muy diversas. Los desechos plásticos presentes en los ríos, lagunas, lagos y mar dependen de aspectos socioculturales relacionados al estilo de vida de las sociedades que habitan en las proximidades de esos entornos”, sostienen.
“En definitiva, los plásticos provienen de las actividades humanas que se realizan tanto en el continente como en el mar; en el último caso, por ejemplo, son los que se originan en la acuicultura, la pesca, el transporte marítimo y el turismo, entre otros. Son los mismos plásticos que vemos en la vía pública y en los cuerpos de agua continentales los que se transportan, a través de los conductos pluviales, hasta las zonas costeras o directamente hacia el mar”, agregan.
Las localidades son atravesadas por ríos, arroyos y conductos subterráneos que transportan la basura plástica que se va acumulando en las diferentes localidades ribereñas hasta desembocar finalmente en el mar.
Esta basura se compone en general de materiales livianos y persistentes que se transportan fácilmente por el agua con ayuda de las corrientes y el viento. Los de baja densidad como bolsas de plástico, tapas de botellas y sogas pueden flotar mientras que los de alta densidad como telas, filtros de cigarrillos y sogas de nylon se hunden y enredan a varios animales, incluidas las ballenas.
El paso del tiempo, la acción del sol, el oleaje y otros factores ambientales van desgastando y degradando estos plásticos convirtiéndolos en partículas cada vez más pequeñas, que se denominan “microplásticos” y son prácticamente imposibles de retirar una vez que llegan al mar. Al igual de lo que sucede con plásticos de mayor tamaño, estas pequeñas partículas son confundidas como alimento e ingeridas por una creciente cantidad de especies marinas en un amplio espectro que abarca desde los grandes mamíferos, pasando por organismos filtradores hasta llegar a las especies que componen el plancton, por lo que el plástico está presente en la dieta de la mayoría de los organismos del mar.
Cuando se habla de microplástico, se hace referencia a aquella partícula plástica de tamaño inferior a 5 mm presente en una playa, en el océano o ingerida por algún organismo vivo, pudiendo ser de origen primario o secundario. Este proceso de fragmentación puede acelerarse o retrasarse, dependiendo de factores como la temperatura, la radiación solar (UV) y la abrasión mecánica, entre otros. En estados avanzados, el plástico se decolora, debilita y fracciona, ante la acción mecánica del viento, el mar o la actividad humana. En el agua el proceso de fragmentación disminuye progresivamente, desde la superficie hacia el fondo del mar. La formación de microplásticos en el mar está influenciada por la combinación de factores ambientales con las propiedades fisicoquímicas de los polímeros.
¿A qué especies del mar argentino afectan los plásticos?
La actividad pesquera hace uso de diversos materiales plásticos que, sin una gestión adecuada, terminan convirtiéndose en basura que impacta en los ecosistemas costeros. Las redes de pesca, por ejemplo, son fabricadas principalmente con Nylon, pero también con PEAD (polietileno de alta densidad) y PP (polipropileno) y constituyen la principal fuente de residuos de origen pesquero.
Se estima que 640.000 toneladas de aparejos de pesca se abandonan, pierden o descartan anualmente en los océanos. La información científica que nos alerta sobre el impacto de los plásticos en el ambiente acuático y su biodiversidad, se incrementa y mejora anualmente. La gravedad de esta problemática a nivel mundial ha despertado también el interés de la ciencia argentina que, desde diferentes disciplinas y regiones, aborda esta problemática desde el Río Paraná hasta el Canal de Beagle.
Por eso, a modo de resumen, los expertos identificaron 2 grandes problemáticas vinculadas a los plásticos:
1-Enmallamientos. La interacción de peces, tortugas, aves y mamíferos marinos con sogas, líneas o redes abandonadas y a la deriva en el mar pueden resultar en graves lesiones, estrangulamiento, laceraciones e infecciones. La capacidad reducida para desplazarse y alimentarse, prolongada en el tiempo, puede significar la muerte del individuo.
2-Ingesta. Provoca diferentes grados de obstrucciones gastrointestinales en una gran variedad de especies. Las obstrucciones completas son las de mayor gravedad. Al igual que los enmallamientos, la ingestión de plásticos genera sufrimiento en los animales y en muchos casos la muerte.
Además de las ballenas, lobos marinos y peces, el plástico afecta a los pingüinos. “Nuestra organización, Global Penguin Society, trabaja para la conservación de las 18 especies de pingüinos del mundo y los océanos que ellos habitan. La mitad de los pingüinos están considerados amenazados de acuerdo a la lista roja de UICN, reflejando el preocupante estado de los océanos”, explicó a Infobae Pablo “popi” García Borboroglu, científico del Conicet y el primer latinoamericano en obtener el mes pasado el premio que se considera el “Nobel” ambiental.
“Los océanos están bajo amenazas como nunca antes en la historia de la humanidad, incluyendo especialmente al mar argentino, donde además está en marcha un desarrollo petrolero colosal, a pesar de las recomendaciones de científicos y ONGs. Estamos conectados al mar biológica, evolutiva, espiritual y económicamente. La vida en el planeta surgió en el mar. La mitad del oxígeno que nos mantiene vivos proviene del océano, el que también regula el clima y provee alimento. Nunca ha sido tan importante como hoy comprender cómo funciona el océano y actuar enérgicamente para ayudarlo”, remarcó Borboroglu.
Mapa de biorregiones marinas y protección contra la depredación pesquera
El tercer problema enumerado por Vila es el de la explotación pesquera que ser realiza a las 200 millas marinas de la costa argentina. Así, el proyecto de Biorregiones Marinas de Argentina nace de la necesidad de cubrir un vacío en el conocimiento y definir un mapa integral que describa la heterogeneidad marina de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de la Argentina, a escala de regiones o ecosistemas, que sintetice el conocimiento científico sobre biorregionalización basada en aspectos oceanográficos y biológicos.
Se trata de hábitats de alto valor para la conservación de la biodiversidad, particularmente de especies endémicas o amenazadas, y son relevantes respecto de la funcionalidad estructural y ecológica del ecosistema objetivo del Foro. Su conservación tiene, además, importancia económica, estética, cultural y espiritual.
“Justo esta semana se habló de la necesidad de que en el Senado aprobaran una ley que tiene media sanción de Diputados y que habla de la creación un área bentónica protegida agujero azul”, sostuvo Vila.
El reporte que publicó el Foro describe el proceso científico–técnico llevado a cabo entre los años 2020 y 2022, que resultó en un mapa consensuado de Biorregiones Marinas de la Argentina y sus espacios adyacentes, a una escala apropiada para contribuir en los procesos de toma de decisiones focalizados en la conservación y manejo del mar y su biodiversidad y la gestión de las actividades humanas.
Algunas biorregiones se extendieron más allá de la ZEE Argentina, abarcando aguas de la ZEE de Uruguay y del sur de Brasil. Esto puede identificarse en las fichas de descripción de las biorregiones del Río de la Plata, Plataforma Media y el Talud de Confluencia. El análisis realizado no incluyó el sector austral chileno, de gran influencia en nuestra área de estudio, dado que ya existe un modelo que describe sus ecosistemas marinos.
Valeria Falabella, Directora de Conservación Costero de Marina WCS Argentina afirmó en ese sentido: “El desarrollo de este mapa implicó un proceso muy complejo que requirió de la participación y colaboración de instituciones gubernamentales y académicas que han sido claves. Es el resultado de 4 años de trabajo con la colaboración de más de 30 expertos que aunaron su conocimiento científico y técnico para lograr una síntesis de los antecedentes sobre la heterogeneidad de nuestro mar e integrarlos en un mapa de biorregiones marinas”.
Por primera vez, científicos argentinos trabajaron para lograr la síntesis del conocimiento y los antecedentes sobre la heterogeneidad del Mar Argentino y desarrollaron el mapa de biorregiones marinas de la Argentina. Luego de un proceso que se inició en el 2019, se identificaron 11 grandes áreas relativamente homogéneas y con estructura física, biológica y ecológica diferentes a las de sus áreas vecinas. Esta iniciativa fue liderada por WCS Argentina en el marco de un proyecto del Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia, financiado por Oceans5.
“Este esfuerzo colaborativo además de ser de interés científico, constituye un insumo necesario para el manejo y la protección del Mar Argentino. Gracias a este trabajo se identificó que de las 11 biorregiones marinas identificadas, 8 tienen nula o muy baja protección (menor al 10%). Se requiere proteger al menos el 30% de nuestro mar para poder garantizar el cuidado de su biodiversidad. Estamos lejos de esta meta aún. Por esto, identificar estos vacíos biorregionales es útil para lograr un crecimiento del Sistema Nacional de Áreas Marinas Protegidas representativo que incorpore la heterogeneidad de los diferentes ambientes marinos en la Argentina”, concluyó la experta.
En tanto, Vila destacó a modo de cierre: “Desde 2004, con el Foro nos proponemos una mirada regional para la conservación marina. La sostenemos en la construcción de consenso, en la información científica, la integración interdisciplinaria y la pluralidad de estilos y opiniones”.
Fotos e infografías: gentileza Foro para la Conservación del Mar Patagónico y Áreas de Influencia
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