Un nuevo estudio, que fue publicado en la revista The Lancet Rheumatology, sugiere que una población con más años de vida podrían implicar un mayor riesgo de desarrollar el dolor en la parte baja de la espalda en América Latina y el Caribe. Ese trastorno del dolor de espalda es conocido como lumbalgia.
Hay casi 49 millones de personas afectadas por lumbalgia en la región de América Latina y el Caribe. Dentro de ese total, 22,3 millones de personas viven en Brasil. Esto representa un aumento significativo entre 1990 y 2020, según contó en diálogo exclusivo con Infobae, la primera autora del estudio, Manuela Ferreira, profesora de Salud Musculoesquelética de la Universidad de Sídney, Australia.
“Se espera que en 2050 haya 73 millones de personas afectadas por dolor lumbar en la región”, afirmó la experta. El estudio fue global y llevado a cabo también por investigadores de los Estados Unidos, México, Brasil, Uruguay, Reino Unido, Alemania, Nigeria, Etiopía, entre otros países.
El trabajo fue conducido por el Instituto de Métricas y Evaluación Sanitarias (IHME) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, en los Estados Unidos.
A nivel mundial, calcularon que podría haber un aumento del 36,4% de los casos de lumbalgia para 2050. Los factores que llevarían a esas subas son diferentes según cada región.
En Asia y América Latina y el Caribe, la mayor contribución al aumento previsto del número de casos sería por el envejecimiento de la población. Es decir, habrá más personas que superen los 65 años, pero podrían ser más susceptible a tener lumbalgia.
El dolor de espalda es tan común entre los seres humanos que se lo percibe como casi atado a la experiencia de vivir y se lo subestima. Puede sufrirlo desde los niños y los adolescentes hasta las personas mayores, y limitar su movilidad y su destreza. Puede llevar jubilaciones anticipadas, un menor nivel de bienestar y a reducir la vida social.
Los resultados del nuevo estudio pueden ayudar a que las autoridades sanitarias, los profesionales de la salud y la población en general adopten diferentes medidas para elaborar o mejorar estrategias de prevención. Aportó 4 claves para que todos tengan en cuenta:
1- Controlar el tabaquismo, la obesidad y las posturas
Según la doctora Ferreira, los resultados del estudio aporta claves para tener calidad de vida después de los 65 años. En primer lugar, hay que tener en cuenta que los principales factores de riesgo de lumbalgia son el tabaquismo, la obesidad y los factores ergonómicos en situaciones laborales, como las posturas, los movimientos repetitivos y rápidos o la manipulación de cargas pesadas en el trabajo.
Estos factores de riesgo representan casi el 40% de los años vividos con discapacidad en los casos de lumbalgia. El riesgo de tener el trastorno aumenta con la edad.
2- Aprender sobre la lumbalgia para controlar síntomas
“Apoyar los comportamientos saludables para prevenir la obesidad, el tabaquismo y el sedentarismo es un buen comienzo. Pero también es necesario mejorar los conocimientos y las creencias en torno al tratamiento de la lumbalgia. Esto es clave para reducir el impacto de esta dolencia a corto, medio y largo plazo”, resaltó.
“Hay que ayudar a los pacientes a que autocontrolen sus síntomas, y los financiadores de la atención sanitaria no deberían pagar intervenciones ineficaces y perjudiciales -advirtió-. También es necesaria una mejor vigilancia de los nuevos tratamientos y pruebas diagnósticas, para que no se ofrezcan a los pacientes antes de una evaluación sólida”.
3- Acceder a diagnóstico y tratamiento que tengan pruebas sólidas
Que los pacientes con lumbalgia accedan a la atención y a un tratamiento que sea efectivo y seguro es uno de los mayores desafíos para el futuro. En el trabajo, los investigadores alertaron que en todo el mundo se sigue recurriendo de forma inapropiada al diagnóstico por imagen, al reposo en cama, a los opiáceos, a las inyecciones en la columna vertebral y a otros procedimientos invasivos de eficacia cuestionable”.
Al no ser tratados adecuadamente, los pacientes sufren consecuencias. “Paradójicamente, el uso de tratamientos de escasa o nula eficacia puede retrasar la recuperación y aumentar potencialmente el riesgo de discapacidad a largo plazo relacionada con la espalda y, en consecuencia, incrementar la carga de esta dolencia en todo el mundo”, escribieron.
En la entrevista con Infobae, la doctora Ferreira enfatizó que “las empresas deben colaborar con los servicios sociales para apoyar mejor la reincorporación temprana al trabajo y/o el cambio de tareas para garantizar la permanencia de los trabajadores en su puesto de trabajo”.
También se necesita más inversión en investigación para evaluar prácticas que se usan en personas con lumbalgia pero su eficacia aún es desconocida y para identificar estrategias preventivas eficaces. “Investigadores, médicos, pacientes y gobiernos deberían trabajar juntos y hay que dedicar más fondos de investigación a este campo”, expresó Ferreira.
“Desde el punto de vista de la atención sanitaria, las guías de práctica clínica de la mayoría de los países carecen de recomendaciones específicas sobre cómo atender a una persona mayor con lumbalgia”, comentó.
4- Evitar el uso de fármacos y procedimientos sin evidencias de eficacia
“Muchos de los tratamientos que se ofrecen actualmente para tratar el dolor lumbar tienen una eficacia escasa, nula o desconocida. Entre ellos se incluyen los analgésicos simples (por ejemplo, paracetamol) y fuertes (opiáceos), las terapias físicas (como tracción lumbar, ultrasonidos, estimulación nerviosa eléctrica transcutánea) y muchos procedimientos quirúrgicos, como -por ejemplo- la fusión quirúrgica)”, dijo.
Cuando esas opciones “se administran en sustitución de tratamientos conocidos por mejorar los síntomas del dolor lumbar, como el ejercicio, las intervenciones psicológicas o el asesoramiento estructurado, pueden retrasar la recuperación”, sostuvo.
“Los autores del trabajo publicado en The Lancet Rheumatology desarrollaron un modelo matemático para proyectar el impacto de dolor lumbar a nivel mundial. Es cierto que la mayor longevidad de la población podría ser un factor para que haya más casos en el futuro”, según contó a Infobae Andrés Pierobon, kinesiólogo por la Universidad de Buenos Aires y doctorando en la Universidad de Otago, Wellington, Nueva Zelanda, quien ha publicado varios trabajos sobre lumbalgia en Argentina.
Sin embargo, también el sedentarismo, los factores económicos y psicosociales, y la escasez de políticas orientadas a la atención primaria de la lumbalgia podrían ser otros factores, de acuerdo al especialista.
De acuerdo con Pierobon, se debería considerar que el dolor lumbar (sobre todo el dolor lumbar crónico) es altamente prevalente, muy costoso y que genera grandes discapacidades. “Las autoridades sanitarias deberían hacer un mayor esfuerzo por difundir a la población general información actualizada y de buena calidad acerca del manejo y tratamiento de un cuadro de dolor lumbar”, puntualizó.
También se debería financiar o mejorar el acceso de la población a programas que promuevan hábitos saludables en cuanto a la actividad física, la alimentación, y la salud mental. “Se debería mejorar el acceso a tratamientos de alto valor” y desalentar el uso del tratamientos que no tengan evidencia científica, consideró en coincidencia con la doctora Ferreira.
“Nueve de cada 10 casos de dolor lumbar son simples. Esto quiere decir que no son graves ni potencialmente graves. Esos casos se deben tratar evitando el uso de estudios complementarios innecesarios (como radiografías, tomografías, resonancias). Porque generan altos costos, pueden llevar a decidir tratamientos quirúrgicos innecesarios, y generan exposición innecesaria a la radiación, y preocupación y miedo en los pacientes” describió Pierobon.
También los pacientes deberían tener acceso a una evaluación de factores psicosociales sobre sus creencias, sus expectativas, y sus preocupaciones, y una rehabilitación activa con base en ejercicios (tanto de movilidad como de fuerza) para mejorar la capacidad física de los pacientes. En los casos simples de lumbalgia, “se debería dar un buen pronóstico, buena información y tranquilizar a los pacientes”.
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