Liberar el enojo es una sana costumbre si se lo hace por canales normales y permite expresar lo que nos pasa. Manejar la ira de manera tóxica, como evitar su manifestación en la vida privada, puede hacer que la traslademos en la vida pública. Por ejemplo, no hablarlo ante quien corresponde hacerlo, es posible que derive en un maltrato al empleado de un negocio que no nos atendió como pretendíamos. En definitiva, la bronca puede afectar las relaciones sociales, pero también la salud, no solo mental sino también física. El corazón, el cerebro y los intestinos están involucrados en los procesos de ira recurrentes.
Lo primordial es que entemos en contacto con esta emoción, para luego poder actuar en consecuencia de un modo balanceado y respetuoso. La bronca, como sentimiento, puede ser muy poderosa y positiva si podemos usarla para expresar lo que nos pasa, pero la ira extrema y prolongada en el tiempo puede agravar problemas de salud prexistentes y desviarnos de una manera saludable de reaccionar ante un problema.
“A lo largo del día, de la semana y del mes, activamos estos sistemas en momentos de frustración, enojo o ira que, a corto plazo, podrían ayudarlo en una situación de emergencia”, dijo el doctor Ilan Shor Wittstein, cardiólogo. en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore, citado por The New York Times, “pero a la larga, podría ser bastante perjudicial para la forma en que estos sistemas neurohormonales se activan con tanta frecuencia en esos casos”.
La ira y el corazón
Un estudio publicado en 2016 reveló que la forma en la que una persona discute predice futuras enfermedades y dolencias que sufrirá a futuro. Desde problemas cardíacos hasta dolores de espalda. Los investigadores aseguraron que sus causas tienen una conexión intrínseca con cómo la persona expresa su enojo, ya sea con ataques de furia o guardándose todo adentro.
La investigación se publicó en la revista científica Emotion, una publicación de la Asociación Psicológica Americana (APA). El doctor en psicología Robert Levenson de la Universidad de California, Berkeley, fue el que llevó adelante este estudio, y explicó que “los descubrimientos revelan un nuevo nivel de precisión sobre cómo las emociones están conectadas a la salud, y cómo nuestros comportamientos a través del tiempo pueden llegar a predecir el desarrollo de resultados negativos en la salud de la persona en cuestión”.
Se pudo observar que si una persona suele tener ataques de ira y frustración durante una pelea conyugal, la probabilidad de sufrir enfermedades relacionadas al corazón y la presión alta aumenta. Por otro lado, aquellos que no expresan sus emociones, y se encierran en sí mismos en vez de vocalizar sus inquietudes y enojo, tendrán en el futuro dolores de espalda y articulaciones.
El doctor Wittstein, que es experto en miocardiopatía por estrés, también conocida como “síndrome del corazón roto”, invitó a pensar el corazón como si fuese una casa: puede tener problemas con las cañerías, las puertas o la instalación eléctrica, pero la casa puede parecer en buenas condiciones. “La ira puede tener efectos en las arterias que suministran sangre al corazón, puede tener un efecto en el sistema eléctrico específicamente que le indica al corazón cuándo debe latir, y puede tener un efecto específicamente en el propio músculo cardíaco”, dijo.
De esta forma, los estados de ira pueden alterar aún más enfermedades previas si una persona en el sistema cardiovascular si la persona ya padece presión arterial alta, ritmos cardíacos anormales o colesterol alto y dejar a la persona más vulnerable a un posible evento cardíaco repentino.
Así lo describió el experto Hospital Johns Hopkins: cuando una persona está llena de rabia, la presión arterial puede aumentar, los vasos sanguíneos pueden contraerse, las células inflamatorias son liberadas por el sistema inmunológico. Todo esto puede conducir a la ruptura de la placa dentro de la arteria coronaria. Si esa placa forma un coágulo, se puede cortar el suministro de sangre en esa parte del corazón. “Y eso puede causar un ataque cardíaco que lleve a una persona al hospital, o una persona puede incluso morir de un ataque cardíaco repentino”, aseguró.
Qué ocurre con el cerebro
Los expertos dicen que la ira tiene un costado positivo porque puede generar la reacción y motivación ante una situación que obligue a defendernos ante algo que nos perjudica o nos pone en peligro. El cerebro reacciona rápidamente cuando estamos enojados y genera una reacción de lucha o huida.
El doctor Royce Lee, profesor de psiquiatría y neurociencia del comportamiento en la Universidad de Chicago, señaló que, en contraposición, es poco probable que en un ataque de ira una persona haga buenos juicios y escuche cierta información y se alinee con ciertos valores que son propios de su vida. “Es posible que a menudo escuche a una persona en un estado de ira decir o hacer algo que realmente no le gusta y cuando no esté enojado, se arrepentirá y deseará no haber hecho eso”, consideró el experto.
Por su parte, la doctora Orli Etingin, internista del NewYork-Presbyterian/Weill Cornell, dijo que la ira y el estrés crónico también afectan la memoria, haciendo que no “funcione muy bien”. “Olvídate del hecho de que probablemente también tengas falta de sueño, pero definitivamente no puedes prestar buena atención a las cosas”, señaló.
El vínculo entre los intestinos y la ira
Actualmente se están realizando investigaciones para ver si los trastornos gastrointestinales pueden ser la causa o el producto de la ansiedad, el estrés o la depresión porque el cerebro y el intestino están íntimamente conectados. Tanto es así que más del 90% de nuestra serotonina se produce en el intestino. La serotonina es una sustancia química que el cuerpo produce de forma natural. Es necesaria para que las células nerviosas y el cerebro funcionen, según define Mayo Clinic en su página web.
En línea con esto, investigadores de la Universidad de Clarkson en Potsdam, Nueva York, descubrieron que el microbioma intestinal pueden influir en los niveles de energía, la fatiga y la personalidad cotidiana de una persona. El equipo encontró que ciertas bacterias distintas estaban fuertemente asociadas con uno de los cuatro rasgos de personalidad definidos que una persona podría tener.
“Estos nuevos hallazgos respaldan mi trabajo anterior en el que informamos que la sensación de energía está asociada con los procesos metabólicos, mientras que la sensación de fatiga está asociada con los procesos inflamatorios”, aseguró el doctor Ali Boolani, investigador principal y profesor de fisioterapia en Clarkson. Y añadió: “Dado que todavía estamos aprendiendo sobre el microbioma intestinal, no sabemos si tratamos de cambiar nuestro rasgo de personalidad, podríamos ver un cambio en el microbioma intestinal; o si tratamos de cambiar nuestro microbioma intestinal, también podríamos cambiar nuestro rasgo de personalidad”.
Lo que sí está claro es que la ira puede desencadenar molestias gastrointestinales, malabsorción de alimentos y pérdida de apetito. “El tracto gastrointestinal está formado por tejido muscular y está inervado por nervios. Entonces, si tiene una producción de adrenalina muy alta, el estómago y los intestinos tendrán hipermovilidad”, explicó la doctora Etingin. “Vas a tener calambres, vas a tener diarrea, porque los músculos se están sobreactivando”, subrayó.
El doctor William Burg, psicólogo clínico y profesor de la Escuela de Medicina de Yale, dijo que pequeños cambios en su rutina pueden ayudar a mitigar esos riesgos. “Es casi imposible evitar los sentimientos de ira, pero la meditación, el trabajo de respiración, el ejercicio y descansar toda la noche son formas útiles de controlar la ira”, agregó. “Si todos creciéramos entendiendo eso, probablemente no estaríamos tan estresados y enojados como lo estamos”, concluyó.
Seguir leyendo