La contaminación del aire perjudica al cerebro de los adultos mayores. Favorece que desarrollen deterioro cognitivo y demencia. Ahora la investigación científica está identificando que si se mejora la calidad del aire de las ciudades, también se beneficiaría la salud del cerebro. Hoy en 20 laboratorios científicos de todo el mundo se estudia cómo la contaminación atmosférica contribuye a la demencia en los animales. También ya hay hallazgos en personas mayores.
La Comisión de Prevención, Intervención y Atención de la Demencia de The Lancet añadió en 2020 a la contaminación atmosférica a una lista de factores de riesgo modificables para la demencia. Calculó que hasta el 40% de los casos de demencia en todo el mundo podrían prevenirse o retrasarse si se abordaran estos factores de riesgo.
“El nivel de contaminación del aire es un factor de riesgo de demencias que está recibiendo más atención global”, dijo a Infobae el científico argentino Agustín Ibañez, profesor titular y director del Instituto Latinoamericano de Salud Cerebral (BrainLat) de la Universidad Adolfo Ibáñez, en Chile y líder del grupo de modelado predictivo de salud cerebral del Trinity College de Dublin, Irlanda.
“Se trata de un factor de riesgo que tiene mayor impacto en las edades más avanzadas. Es un problema que debe ser atendido en América Latina porque hay más 80 millones de personas que están siendo expuestas a la contaminación”, advirtió.
Uno de los estudios que aportó pruebas fue publicado en PNAS de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. Los investigadores que lo hicieron descubrieron que el riesgo de demencia se redujo significativamente en mujeres de 74 años o más tras una década de reducción de dos tipos de contaminación atmosférica.
En el ambiente que rodeaba a esas mujeres se redujo la contaminación por el dióxido de nitrógeno, que un subproducto gaseoso de las emisiones de los vehículos de motor, las fuentes industriales y los fenómenos naturales como los incendios forestales; y las partículas finas, una mezcla de sólidos y líquidos extremadamente pequeños procedentes de fuentes similares.
Otro trabajo fue publicado en la revista PLOS Medicine, y se basó en la misma muestra de más de 2.200 mujeres de edad avanzada. Se encontró que los niveles más bajos de estos contaminantes se asociaban a una tasa más lenta de deterioro cognitivo. En las zonas en las que la mejora de la calidad del aire era más notable, la tasa de deterioro cognitivo se retrasaba hasta 1,6 años, dependiendo de la prueba.
Los más aptos tienen un 33% menos de probabilidades de desarrollar Alzheimer, según un informe. Ambos estudios tuvieron en cuenta otros factores que podrían afectar a los resultados, como el nivel socioeconómico de los participantes, las características del vecindario, las enfermedades preexistentes y las elecciones de estilo de vida, como el tabaquismo.
“Creemos que cuando se reducen los niveles de contaminación atmosférica, el cerebro es más capaz de recuperarse” de las agresiones ambientales previas, afirmó Xinhui Wang, profesora adjunto de investigación de neurología de la Universidad del Sur de California, en diálogo con el diario The Washington Post. Consideró que la hipótesis debe examinarse más a fondo en estudios con animales y mediante imágenes cerebrales.
“Aún están en investigación cuáles son los mecanismos que hacen que la contaminación del aire lleve al aumento de riesgo de la demencias”, señaló el doctor Ibañez. Se sospecha que las partículas extremadamente pequeñas que forman parte de la contaminación de la atmósfera pueden viajar desde las fosas nasales hasta el cerebro a través del sistema olfativo. Esto pone en alerta al sistema inmunitario del cerebro. También hay una hipótesis de que los contaminantes pueden alojarse en los pulmones. Esa situación provocaría una respuesta inflamatoria que se extiende y llega al cerebro.
Además, los contaminantes pueden dañar el sistema cardiovascular, que también es esencial para la salud del cerebro. También se estima que las diminutas partículas pueden atravesar la barrera hematoencefálica y causan un daño directo: puede producirse estrés oxidativo, liberando radicales libres que dañan las células y los tejidos.
Los adultos mayores son especialmente vulnerables a los efectos nocivos de la contaminación atmosférica por la reducción de la capacidad pulmonar y al potencial de los contaminantes para agravar afecciones como las enfermedades respiratorias y las cardiopatías. Además, los efectos de la contaminación atmosférica se acumulan con el tiempo, y cuanto más viven las personas, se exponen a más riesgo.
El primer estudio nacional que demostró una relación entre la contaminación del aire y la cognición en una muestra diversa de hombres y mujeres mayores se publicó en 2014. Descubrió que las personas mayores que vivían en zonas con altos niveles de partículas finas eran más propensos a experimentar problemas cognitivos que las personas que vivían en zonas menos contaminadas.
Otro trabajo fue publicado un par de años más tarde y amplió esos hallazgos al informar de que los efectos cognitivos de la contaminación del aire se magnifican en los adultos mayores que viven en barrios desfavorecidos donde los niveles de contaminación tienden a ser más altos. El estrés crónico que sufren los residentes de estos barrios puede “aumentar la velocidad a la que las neuronas se ven dañadas por los desafíos tóxicos”, escribieron los autores.
Las investigaciones más recientes sugieren que la cognición de los adultos mayores se ve afectada incluso cuando la exposición está por debajo de las normas establecidas por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos. “En el caso de las personas mayores, no existe un nivel en el que la contaminación del aire sea segura”, advirtió Jennifer Ailshire, profesora asociada de gerontología y sociología de la Universidad del Sur de California.
“Es importante seguir reduciendo los niveles de estos contaminantes”, subrayó Antonella Zanobetti, investigadora principal de salud ambiental de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard. Junto con sus colegas, recibió un subsidio del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento para estudiar cómo la contaminación del aire afecta al riesgo de enfermedad de Alzheimer y demencias relacionadas entre los beneficiarios de Medicare. En 2019, su trabajo demostró que los niveles más altos de partículas finas están vinculados a más hospitalizaciones entre los adultos mayores con demencia, un marcador de la progresión de la enfermedad.
En Brasil y junto con investigadores de California se está llevando a cabo un estudio sobre cerebros de personas que tuvieron demencias y que ya murieron. Se evalúa el grado de toxicidad en el bulbo olfatorio del cerebro y se correlaciona con la contaminación que encuentran en los pulmones. “Será un estudio que brindará evidencia directa sobre el impacto de la contaminación en el cerebro”, comentó Ibáñez.
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