Un equipo de investigación dirigido por la Universidad de Stanford desarrolló una nueva métrica denominada “edad del sueño” que esperan pueda ayudar a los médicos a predecir problemas de salud emergentes e incluso la mortalidad. La edad del sueño es una edad proyectada que se correlaciona con la salud de un individuo en función de su edad cronológica y la calidad del sueño.
Según los expertos, las personas con una edad del sueño superior a la real tienen un mayor riesgo de mortalidad y suelen padecer diversas enfermedades, como apnea del sueño, neurodegeneración, obesidad y dolor crónico. Sin embargo, aún no está claro cómo el sueño deficiente causa, agrava o resulta en estas condiciones de salud.
Analizando los patrones de sueño de más de 12.000 personas e introduciendo los datos en un algoritmo de aprendizaje automático, los científicos consiguieron desarrollar un sistema que podía asignar de forma fiable la edad del sueño de una persona e identificar las variaciones del sueño más relacionadas con la enfermedad y la mortalidad.
Así, descubrieron que la fragmentación del sueño -despertarse varias veces a lo largo de la noche durante menos de un minuto sin recordarlo- era el factor que más predecía la mortalidad. Sin embargo, aún no está claro cómo contribuye esto a la mortalidad.
El equipo de investigación utilizó pruebas de polisomnografía (PSG, por sus siglas en inglés), que miden múltiples datos biométricos para determinar la calidad del sueño y diagnosticar posibles problemas de sueño en las personas, para calcular la edad de sueño de una persona.
Los especialistas encontraron una clara correlación entre un sueño deficiente y un aumento de la tasa de mortalidad por todas las causas. Según sus hallazgos, un cambio de 10 años en la edad del sueño puede alargar o reducir la vida de una persona en unos 8,7 años.
Los expertos creen que una persona puede ayudar a limitar las alteraciones del sueño cada noche y prolongar su vida reduciendo las interrupciones del sueño. Evitando la cafeína, el alcohol y las comidas copiosas antes de acostarse, manteniendo un horario de sueño constante y creando un entorno más propicio para el sueño, además puede limitar las perturbaciones y prolongar potencialmente su vida.
Los investigadores, que publicaron sus resultados en npj Digital Medicine, recopilaron datos de 13.332 PSG para el estudio. Estas pruebas miden el flujo de aire, la presión nasal, la saturación de oxígeno en sangre y otros parámetros de una persona mientras duerme cada noche.
Una PSG puede detectar interrupciones del sueño al ver cuándo estas métricas alcanzan niveles anormales. También puede indicar en qué fase del sueño se encuentra una persona, si es un sueño ligero, profundo o de movimientos oculares rápidos, a menudo conocido como REM.
Muchas de estas alteraciones son indetectables para la persona que duerme. Una persona puede despertarse durante menos de un minuto antes de volver inmediatamente a la cama, y ni siquiera recordarlo. Esto significa que muchas personas que creen que están teniendo una noche completa de sueño sin interrupciones pueden estar sufriendo un problema del que no son conscientes.
Los científicos utilizaron un sistema de aprendizaje automático para interpretar los datos de las PSG y generaron una “edad del sueño” para cada uno de los participantes. En muchos casos, la edad del sueño coincidía o casi coincidía con la edad real de la persona, como era de esperar. Sin embargo, la edad del sueño de muchas personas era 10 años mayor o menor que la edad real, lo que indicaba que había diferencias significativas.
Tras el seguimiento, determinaron que una persona con una diferencia de diez años entre la edad real y la del sueño vivirá hasta 8,7 años más o menos que sus compañeros de la misma edad real y con perfiles de salud similares. “Nuestro principal hallazgo fue que la fragmentación del sueño -cuando las personas se despiertan varias veces a lo largo de la noche durante menos de un minuto sin recordarlo- fue el factor de predicción más fuerte de la mortalidad”, dijo a Neuroscience News el doctor Emmanuel Mignot, profesor de medicina del sueño en Stanford que contribuyó al estudio.
Sin embargo, los expertos aún no saben con exactitud por qué estas interrupciones del sueño desempeñan un papel tan importante en la salud general. “Aunque vemos una relación en los datos, se desconoce cómo contribuye a la mortalidad. Esto es diferente a que una persona se dé cuenta de que se está despertando, lo que ocurre durante los trastornos del sueño, como el insomnio”, añadió Mignot.
Los expertos consideran que el insomnio y las alteraciones del sueño son indicadores tempranos clave de que una persona acabará sufriendo en el futuro trastornos cognitivos como el Parkinson, el Alzheimer o la demencia. A veces es el primer síntoma que aparece, a veces años antes de que la persona se dé cuenta de que algo más va mal.
Mignot afirmó que calcular la “edad del sueño” sería demasiado complicado para el ciudadano medio, pero éste podría utilizar estrategias para reducir su edad y mejorar su calidad de sueño en general. “Acostarse y levantarse a horas regulares es la clave para mejorar el sueño”, detalló.
“Esto no significa dormir en exceso -continuó el especialista-, sino asegurarse de que se ha descansado por completo. La cantidad es diferente para cada persona. La exposición a la luz -preferiblemente exterior- durante el día, la oscuridad nocturna, el ejercicio físico regular pero no demasiado cerca de la hora de acostarse, el no consumo de alcohol y cafeína a la hora de acostarse y el evitar las comidas pesadas por la noche contribuyen a un sueño saludable”.
Otros expertos también han recomendado no hacer la siesta demasiado tarde para no interrumpir el sueño nocturno. También se desaconsejan las comidas copiosas a menos de dos horas de la hora de acostarse. Para Mignot, además, una persona que cree que sufre un problema de sueño debe consultar a un médico, ya que “a veces es necesaria una intervención médica -no sólo cambios de comportamiento- para que una persona mejore su sueño”.
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