Qué alimentos pueden alterar el cerebro y el estado de ánimo, según la neurociencia

Diversos estudios demuestran que algunos productos pueden modificar características cerebrales. Qué pasa con la saciedad y con los productos ultraprocesados

Guardar
Los componentes de los alimentos y sus productos de descomposición pueden modificar las instrucciones genéticas que controlan la fisiología del cuerpo humano/Archivo
Los componentes de los alimentos y sus productos de descomposición pueden modificar las instrucciones genéticas que controlan la fisiología del cuerpo humano/Archivo

Los alimentos que se consumen o la falta de ingesta de algunos pueden influir en los estados de ánimo que las personas tienen cada día. Un caso que se recuerda en la historia de la nutrición son los largos viajes por mar de los siglos XV y XVI: los marineros experimentaban visiones de alimentos sublimes y campos verdes. Descubrir que no eran más que alucinaciones después de meses en el mar les resultaba insoportable. Se descubrió luego que los marineros sufrían escorbuto, una enfermedad que se desarrolla una carencia grave de vitamina C en la alimentación. Como tratamiento, se le dio jugo de limón y fue efectivo.

El escorbuto hoy es poco frecuente en muchos países, y la vitamina C, un micronutriente, se puede obtener al comer frutas y verduras. Desde las neurociencias, se intenta entender mejor el impacto de los alimentos en la salud del cerebro. Según la científica Monica Dus, profesora asociada de Biología Molecular, Celular y del Desarrollo de la Universidad de Michigan, en los Estados Unidos, los componentes de los alimentos y sus productos de descomposición pueden modificar las instrucciones genéticas que controlan la fisiología del cuerpo humano.

Ya se sabe que un delicado equilibrio de nutrientes es clave para la salud del cerebro: Las deficiencias o los excesos de vitaminas, azúcares, grasas y aminoácidos pueden influir en el cerebro y el comportamiento de forma beneficiosa o perjudicial. Esto significa que llevar una dieta completa que incluya un suministro equilibrado de todas las vitaminas y minerales esenciales es importante para la salud del cerebro.

 La vitamina C es importante para la producción y liberación de neurotransmisores, los mensajeros químicos utilizados por el cerebro/Archivo
La vitamina C es importante para la producción y liberación de neurotransmisores, los mensajeros químicos utilizados por el cerebro/Archivo

En el caso de la vitamina C es importante para la producción y liberación de neurotransmisores, los mensajeros químicos utilizados por el cerebro. Sin ella, las células cerebrales no se comunican eficazmente entre sí, lo que puede provocar alucinaciones, según la doctora Dus.

Al igual que ocurre con la vitamina C, los déficits de otras vitaminas y minerales también pueden provocar enfermedades nutricionales que afectan negativamente al cerebro en los seres humanos. Por ejemplo, los niveles bajos de vitamina B3/niacina en la dieta -que suele encontrarse en la carne y el pescado- causan pelagra, una enfermedad en la que las personas desarrollan demencia.

La niacina es esencial para que el cuerpo convierta los alimentos en energía y bloques de construcción, proteja el proyecto genético del daño ambiental y controle la cantidad de ciertos productos genéticos que se producen. En ausencia de estos procesos críticos, las células del cerebro, es decir, las neuronas, funcionan mal y mueren prematuramente. Esto puede conducir a la demencia.

La niacina es un tipo de vitamina B. Aumentar los niveles de esa vitamina favorece a pacientes con problemas neurodegenerativos/Archivo
La niacina es un tipo de vitamina B. Aumentar los niveles de esa vitamina favorece a pacientes con problemas neurodegenerativos/Archivo

En modelos animales, la disminución o el bloqueo de la producción de niacina en el cerebro favorece el daño neuronal y la muerte celular. Por otro lado, se ha demostrado que aumentar los niveles de niacina mitiga los efectos de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, el Huntington y el Parkinson. Aunque los resultados aún no son concluyentes, los estudios observacionales en humanos indican que unos niveles suficientes de niacina pueden proteger contra estas enfermedades, escribió Dus en The Conversation. Curiosamente, la deficiencia de niacina causada por el consumo excesivo de alcohol puede provocar efectos similares a los de la pelagra.

Otro ejemplo de cómo la carencia de un nutriente afecta a la función cerebral es lo que pasa con el elemento yodo, que, al igual que la niacina, debe adquirirse a través de la dieta. Está presente de forma natural en el marisco y las algas, y también puede obtenerse a través de la sal yodada. El yodo es un componente esencial de las hormonas tiroideas, moléculas de señalización que son importantes para muchos aspectos de la biología humana, como el desarrollo, el metabolismo, el apetito y el sueño. Los niveles bajos de yodo impiden la producción de cantidades adecuadas de hormonas tiroideas, perjudicando estos procesos fisiológicos esenciales.

El yodo es especialmente importante para el cerebro humano en desarrollo. De hecho, antes de que la sal de mesa se complementara con este mineral en la década de 1920, la carencia de yodo era una de las principales causas de discapacidad cognitiva en todo el mundo. Se cree que la introducción de la sal yodada ha contribuido al aumento gradual de las puntuaciones del coeficiente intelectual en el siglo pasado.

La dieta cetogénica se indica en el tratamiento de la epilepsia refractaria/Archivo
La dieta cetogénica se indica en el tratamiento de la epilepsia refractaria/Archivo

Un estudio en Italia, liderado por Giovanni Farello, demostró que las personas que padecen epilepsia resistente a los fármacos -una afección en la que las células cerebrales se disparan de forma incontrolada- pueden reducir el número de ataques adoptando un régimen muy bajo en carbohidratos, en la que entre el 80% y el 90% de las calorías se obtienen de las grasas. El trabajo fue publicado en la revista Nutrients.

Los hidratos de carbono son la fuente de energía preferida del organismo. Cuando no están disponibles -ya sea por el ayuno o por una dieta cetogénica- las células obtienen el combustible descomponiendo las grasas en unos compuestos llamados cetonas. La utilización de cetonas como fuente de energía provoca profundos cambios en el metabolismo y la fisiología, incluidos los niveles de hormonas que circulan por el cuerpo, la cantidad de neurotransmisores producidos por el cerebro y los tipos de bacterias que viven en el intestino.

Los investigadores creen que estos cambios dependientes de la dieta, especialmente la mayor producción de sustancias químicas cerebrales que pueden calmar las neuronas y disminuir los niveles de moléculas inflamatorias, pueden desempeñar un papel en la capacidad de la dieta cetogénica para reducir el número de convulsiones. Estos cambios también pueden explicar los beneficios de un estado cetogénico -ya sea a través de la dieta o del ayuno- sobre la función cognitiva y el estado de ánimo.

El consumo elevado de azúcares refinados y grasas saturadas -que son incluidas en los alimentos ultraprocesados- puede desensibilizar el cerebro en su regulación de la sensación de saciedad y satisfacción/Archivo
El consumo elevado de azúcares refinados y grasas saturadas -que son incluidas en los alimentos ultraprocesados- puede desensibilizar el cerebro en su regulación de la sensación de saciedad y satisfacción/Archivo

También gracias a diferentes estudios se sabe que los niveles excesivos de algunos nutrientes también pueden tener efectos perjudiciales para el cerebro. En seres humanos y en modelos animales, el consumo elevado de azúcares refinados y grasas saturadas -una combinación que se encuentra habitualmente en los alimentos ultraprocesados- favorece la ingesta de alimentos al desensibilizar el cerebro a las señales hormonales que se sabe que regulan la sensación de saciedad y satisfacción.

Una dieta con muchos alimentos ultraprocesados también desensibiliza el sistema gustativo: hace que los animales y los humanos perciban los alimentos como menos dulces. Estas alteraciones sensoriales pueden afectar a la elección de los alimentos, así como a la recompensa que se obtienen de ellos. La doctora Dus y un equipo de colaboradores demostró ese cambio en un estudio que fue publicado en la revista Trends in Endocrinology & Metabolism.

Las investigaciones demuestran, por ejemplo, que las respuestas de las personas al helado en áreas cerebrales importantes para el gusto y la recompensa se embotan cuando lo comen todos los días durante dos semanas. Algunos científicos creen que esta disminución de las señales de recompensa de la comida puede aumentar las ansias de consumir más alimentos grasos y azucarados, de forma similar a como los fumadores desean los cigarrillos.

El impacto de los alimentos también puede variar en función del tiempo.(Getty Images)
El impacto de los alimentos también puede variar en función del tiempo.(Getty Images)

Las dietas ricas en grasas y alimentos procesados también se asocian a una menor función cognitiva y memoria en humanos y modelos animales, así como a una mayor incidencia de enfermedades neurodegenerativas. Sin embargo, los científicos aún no saben si estos efectos se deben a estos alimentos o al aumento de peso y la resistencia a la insulina que se desarrollan con el consumo a largo plazo de estas dietas.

El impacto de los alimentos también puede variar en función del tiempo. Algunos pueden influir en la función cerebral y en el comportamiento de forma aguda -como en horas o días-, mientras que otros tardan semanas, meses o incluso años en tener efecto. Por ejemplo, comer una rebanada de pastel cambia rápidamente el metabolismo cetogénico y quemador de grasa de un individuo con epilepsia resistente a los medicamentos a un metabolismo quemador de carbohidratos, aumentando el riesgo de convulsiones.

Por otro lado, se necesitan semanas de consumo de azúcar para que el gusto y las vías de recompensa del cerebro cambien, y meses de deficiencia de vitamina C para desarrollar escorbuto. Por último, cuando se trata de enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson, el riesgo está influenciado por años de exposición a la dieta en combinación con otros factores genéticos o de estilo de vida, como el tabaquismo.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar