Los empleados que trabajan 49 horas o más a la semana consumen una copa de vino o una pinta de cerveza extra, en promedio, en comparación con los que trabajan de nueve a cinco, sugiere un estudio publicado en la revista Safety and Health at Work.
Los expertos dicen que los adictos al trabajo usan el alcohol para “recompensarse” y relajarse después de una semana larga y estresante. También advierten que la crisis del costo de vida podría obligar a más familias a trabajar horas extras o buscar un segundo trabajo, lo que podría llevar a más personas a caer en las bebidas.
El estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es el último en vincular las horas de trabajo con el consumo de alcohol. Investigaciones anteriores también han asociado trabajar más de 48 horas a la semana con el consumo excesivo de alcohol y los atracones.
Los expertos revisaron datos de 14 estudios en los que participaron unas 105.000 personas. Los que trabajaban de 41 a 48 horas semanales consumían 10,4 g más de alcohol puro a la semana, de media, que los que trabajaban de 35 a 40 horas. Esto equivale a media pinta de cerveza o a un vaso pequeño de vino. Pero los que trabajan de 49 a 54 horas semanales consumieron 17,7 g más de alcohol puro a la semana, lo mismo que una pinta de cerveza floja o un vaso de vino más grande.
El estudio de la OMS no encontró evidencia de que las largas horas de trabajo estuvieran relacionadas con el consumo excesivo de alcohol, a pesar de que documentos anteriores advirtieron de un vínculo. El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés) recomienda a hombres y mujeres que no beban regularmente más de 14 unidades a la semana, alrededor de 112 g de alcohol puro.
El autor del estudio, el profesor Lode Godderis, de KU Leuven en Bélgica, le dijo a The Sun: “Sabemos que tener largas horas de trabajo es estresante y que el alcohol reduce el estrés. Tomar una copa puede hacer que te sientas más relajado y, después de una semana de trabajo largo o duro, sientes que te mereces un regalo, así que nos damos un regalo”. Además, según el especialista, “trabajar desde casa durante la pandemia y la crisis del costo de vida puede conducir a semanas laborales más largas y, por lo tanto, a un mayor consumo de alcohol”.
“El estrés a largo plazo podría conducir a un consumo de alcohol de riesgo en personas que tienen tendencia a la adicción, pero no pudimos probarlo en este estudio. Las horas de trabajo tienen un impacto importante en nuestra salud y es necesario hablar de ellas en todo el mundo”, finalizó el experto.
Los hallazgos se producen después de que otro estudio develara que distribuir el consumo de alcohol a lo largo de la semana es más seguro que atracarlo todo en una noche. Investigadores de la Universidad de Texas en Austin descubrieron que tomar un vaso cada noche, en lugar de siete de una sola vez, hace que las personas sean mucho menos propensas a convertirse en alcohólicas.
El trabajo siguió a 1.000 estadounidenses de 30 años o más durante nueve años. El doctor Charles Holahan, líder del estudio y profesor de psicología en la universidad, dijo que no todas las unidades de alcohol consumidas son iguales. “Lo que esto significa es que un individuo cuyo consumo total es de siete tragos el sábado por la noche presenta un perfil de riesgo mayor que alguien cuyo consumo total es un trago diario con la cena, aunque su nivel promedio de bebida sea el mismo”, aseveró.
Los resultados, publicados en el American Journal of Preventive Medicine, mostraron que los bebedores que se emborrachaban tenían el doble de probabilidades de sufrir problemas con el alcohol al final del estudio de nueve años en comparación con los que bebían la misma cantidad pero espaciaron la semana. “Gran parte del consumo excesivo de alcohol entre adultos escapa al escrutinio de la salud pública porque ocurre entre personas que beben a un nivel promedio moderado”, indicó Holahan.
Y concluyó: “Estos hallazgos apuntan a la necesidad de intervenciones sobre el alcohol dirigidas a los bebedores de nivel medio moderado además de las estrategias convencionales centradas en la población de mayor riesgo, pero más pequeña, de bebedores habituales de alto nivel”.
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