El descubrimiento del “señor de la lanza” -o con su nombre científico: Ubirajara jubatus- fue anunciado con bombos y platillos a fines de 2020. Era el primer dinosaurio que habitó en el hemisferio sur hace más de 110 millones de años y que tenía unas protoplumas. Sin embargo, el hallazgo generó un escándalo: los científicos de Alemania, México y Reino Unidos que publicaron esa investigación fueron acusados de obtener ilegalmente los restos fósiles en Brasil y tuvieron que retractar la publicación. En Twitter, hay una campaña #UbirajaraBelongstoBR por la cual investigadores también piden la devolución del fósil.
Tiempo atrás, un hecho similar ocurrió con otra especie de dinosaurio en la Argentina. En 1999, el paleontólogo Sebastián Apesteguía y su equipo habían encontrado varios huesos de dinosaurios y troncos petrificados en Patagonia. En 2007 volvieron al lugar y dieron con el esqueleto casi completo de un dinosaurio carnívoro. La alegría no duró mucho porque uno de los dos vehículos que usaban volcó y la campaña debió interrumpirse y no se pudo recoger el dinosaurio. Se cubrió con yeso con la intención de ir a buscarlo el año siguiente. El gobierno local no les permitió seguir con la exploración.
Pero otro equipo de investigadores sí pudo acceder al lugar y extraer el dinosaurio. Fue un equipo de investigadores de Brasil, Canadá y Estados Unidos. “Fue una práctica deshonesta y solo pudo ser deshecha por la presión en las redes sociales que hicieron que los extranjeros se abrieran de la situación y luego los locales”, recordó Apesteguía, investigador del Conicet y de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara en diálogo con Infobae. Le pusieron Gualicho por todas las dificultades que los investigadores tuvieron que atravesar para obtener los restos fósiles y estudiarlo.
El caso de la “apropiación de los restos fósiles” es parte de un problema que viene desde hace décadas. Pero ahora explotó. Le llaman “ciencia paracaidista” o “investigación helicóptero”, y consiste en prácticas de investigadores de los países desarrollados que hacen exploraciones o diversos trabajos en países en desarrollo, como tomar datos, muestras, artefactos o restos fósiles, con la ayuda de científicos o técnicos locales pero sin reconocer explícitamente su contribución.
Días atrás, la Séptima Conferencia Mundial sobre la Integridad de la Investigación en Sudáfrica terminó con una tajante declaración sobre los problemas de equidad que afectan a las asociaciones científicas de los países de medianos y bajos ingresos. La declaración de Ciudad del Cabo dará orientaciones sobre cómo los investigadores de los países de ingresos bajos y medios pueden convertirse en socios con equidad en los proyectos internacionales. Y se espera que se denuncien más las prácticas desleales.
“La no mención de nuestros trabajos es moneda corriente. Muchos autores extranjeros son conscientes de la importancia de tener en cuenta a autores de cualquier origen y cualquier época, pero a la vez otros opinan que solo tienen que mencionar la publicación más reciente que hable del tema, que en general suele ser alguna revisión por algún extranjero”, señaló Apesteguía. “La verdad es que hay investigadores emergiendo todo el tiempo. Quizás hayan revisado muchos menos especímenes que los autores estrella que sí tienen más facilidades para viajar por todo el mundo y ver colecciones permanentemente. Pero los nuevos y frescos puntos de vista pueden ser muy valiosos para las ciencias”, agregó.
En tanto, el paleontólogo del Conicet y el Museo Argentino de Ciencias Naturales, Fernando Novas, comentó a Infobae: “El actual caso del dinosaurio que había sido encontrado en Brasil y ahora está en Alemania sin permiso es emblemático del imperialismo científico. La comunidad científica reaccionó muy bien”. De acuerdo con Novas, al menos en la Argentina, los “arrebatos” de fósiles no son frecuentes por parte de extranjeros o bien de estudios sin la participación de profesionales locales porque existen instituciones científicas centenarias, hay un gran desarrollo académico desde la década del cincuenta en materia paleontológica, y por la vigencia de leyes de protección del patrimonio fosilífero, tanto nacional como provinciales.
Los “paracaidistas” también están en el campo de la salud pública global, donde se estudia desde los determinantes sociales que afectan a las enfermedades y los tratamientos más allá de las fronteras de cada nación. Los investigadores se mueven por todo el planeta y -en algunos casos- no tienen en cuenta a sus colegas de los países que visitan. “La ciencia paracaidista puede parecer un problema de hace 50 años, pero aún continúa. Es un problema actual y hay aún que abordarlo más para que no siga ocurriendo”, afirmó en diálogo con Infobae la doctora Pilar Fernández, quien se graduó en la Universidad de Buenos Aires y hoy trabaja como investigadora de la Escuela de Salud Global Paul Allen de la Universidad del Estado de Washington, en los Estados Unidos.
“A veces,los investigadores que ejercen las prácticas deshonestas dentro del campo de la salud global no lo hacen de manera intencionada. Pero no se terminan de dar cuenta que están haciendo colonialismo en ciencia. Hacen extraccionismo de datos y se abusan de la falta de recursos que hay en otros países para hacer ciencia”, subrayó la doctora Fernández. Y agregó: “En los países desarrollados se habla mucho de crear capacidad en los países de bajos y medianos ingresos. Pero siempre argumento que no falta capacidad en los países en desarrollo, ya que hay investigadores talentosos. Lo que falta son recursos monetarios para poder llevar a cabo la investigación. Si se hicieran colaboraciones genuinas, ganan todos. Somos varios los que estamos poniendo este problema en la mesa de discusión global”.
En temas de salud pública, los científicos “paracaidistas” toman muestras en las comunidades y se las llevan a los países centrales. Pero suelen no reconocer como autores de las publicaciones a los científicos, técnicos, estudiantes y a las comunidades locales, que los ayudan a entrar en diferentes zonas de los países o a contactar a las poblaciones que estudian. “A veces solo los incluyen en los agradecimientos. Pasa más en Sudeste asiático y África, pero en América Latina también ocurre. En algunos casos, investigadores de países desarrollados pagan a los científicos o estudiantes locales para que tomen muestras o hagan el trabajo de campo con un monto que les resulta más barato que si tuvieran que contratar a alguien de un país central”, expresó Fernández.
La preocupación por la práctica de la “ciencia paracaidista” atraviesa a diferentes disciplinas y más investigadores salen a denunciarlo a través de estudios que presentan pruebas. En mayo pasado, una colaboración entre investigadores de diferentes países publicó un trabajo en la revista especializada The American Naturalist en el que denunciaron que falta de participación local en la investigación y en la extracción de especímenes de los ecosistemas de las islas del Mar Caribe. “Espero que nuestro estudio anime a más personas a reflexionar sobre el impacto de sus investigaciones y prácticas de investigación, y a implicarse más en las comunidades en las que investigan”, dijo Melissa Kemp, profesora adjunta de biología integradora en la Universidad de Texas en Austin.
Una de las preocupaciones del equipo es que otros científicos han tendido a considerar las islas del Caribe como un laboratorio natural para probar hipótesis en ecología y biología evolutiva, una región prístina en gran medida inalterada por los humanos. Eso ha dificultado el desarrollo de las carreras de los científicos locales. También significa que las preguntas de investigación que pueden interesar a las comunidades locales pueden quedar sin respuesta y que la capacidad de la ciencia para ayudar a resolver los problemas locales se ve disminuida. La solución, sugiririeron los autores, es implicar a la población local en el diseño, la práctica y la interpretación de la investigación.
Advirtieron que hay obstáculos para acceder a los especímenes de las islas del Caribe si se quiere hacer trabajos sobre la biodiversidad de la región. Los autores realizaron un análisis global de las colecciones digitalizadas de historia natural de Trinidad y Tobago, y encontraron que la gran mayoría se encuentra en instituciones estadounidenses y europeas. Esto significa que los científicos locales tienen que viajar fuera de su país para incorporar esos especímenes (que eran de sus propios países ) a sus investigaciones.
Desde la Universidad de Oxford, también hubo un grupo que decidió investigar el problema de la “ciencia paracaidista” en los estudios sobre los arrecifes de coral. Hicieron un análisis de 50 años de estudios sobre la biodiversidad de los arrecifes de coral, y cuantificaron la práctica de la “ciencia paracaidista”. Descubrieron que las instituciones de varios países de renta media-baja y media-alta con abundantes arrecifes de coral producían menos investigación que las instituciones con sede en países de renta alta con menos arrecifes o, en algunos casos, sin ellos. También descubrieron que los científicos de la nación anfitriona (científicos de las naciones donde se realizaba la investigación de campo) no estaban incluidos en la autoría de los estudios con casi el doble de frecuencia cuando esos estudios se realizaban en países de ingresos más bajos. El trabajo fue publicado en Current Biology el año pasado.
“Desgraciadamente, durante décadas, la norma era que los investigadores de las naciones de altos ingresos y de las instituciones ricas participaran en prácticas científicas paracaidistas y construyeran carreras académicas exitosas gracias a ello. Sólo recientemente se ha empezado a hablar de las prácticas de investigación injustas en la ciencia marina”, afirmó el científico Paris Stefanoudis, investigador postdoctoral en zoología de la Universidad de Oxford. “Hasta ahora no había ninguna prueba cuantificable”.
“Como persona de color de un gran estado oceánico, definitivamente he experimentado la ciencia paracaidista”, detalló la coautora Sheena Talma, directora del Programa Científico de la Fundación Nekton en el Reino Unido y es de las Seychelles. “Algunos investigadores solicitan financiación y solo se acercan a los científicos locales una vez que ya tienen la subvención. También he visto que los investigadores sólo contratan a socios del país anfitrión sólo para facilitar la obtención del permiso”, recordó.
Aunque la ciencia paracaidista sea difícil de combatir debido a su enorme legado histórico, a menudo vinculado al colonialismo, el grupo de Oxford ofreció una lista de sugerencias para los científicos que investigan en otros países, entre las que se incluyen el enlace con los gobiernos locales, el diseño conjunto de un programa de investigación con los investigadores y las partes interesadas del país anfitrión, la asociación con investigadores noveles y la puesta en común de datos para promover el intercambio de conocimientos. También esperan que su trabajo siente las bases de unas directrices más detalladas para que las instituciones académicas, de investigación y de financiación erradiquen las prácticas de la ciencia paracaidista en el futuro.
Ya hay revistas especializadas como The Lancet Global Health que impuso una restricción que alentaba a las presentaciones a revisar sus prácticas para incluir a los participantes locales. También el año pasado la revista PLOS anunció una política que exigía cambios en la presentación de informes para los investigadores que trabajan en otros países. Y un grupo de investigadores que estudian el microbioma humano decidieron hacer un compromiso público para el futuro el año pasado.
“La investigación sobre el microbioma humano se está volviendo global. Los científicos están caracterizando la biodiversidad de los microbios del intestino humano tomando muestras de heces de individuos de diversas poblaciones de todo el mundo. Nosotros, en la Global Microbiome Conservancy, formamos parte de este esfuerzo. Es un imperativo ético involucrar a las poblaciones de los países de bajos ingresos en la investigación del microbioma”, afirmaron en su declaración.
Reconocieron que la investigación en microbiología se ha centrado principalmente en las poblaciones que viven en las zonas urbanas de Europa y América del Norte. Ese foco ha creado una fuerte disparidad en el conocimiento del microbioma humano sesgado hacia las poblaciones industrializadas. Sin embargo, las tasas más rápidas de crecimiento de muchas enfermedades relacionadas con el microbioma, como la enfermedad inflamatoria intestinal, las enfermedades autoinmunes y la diabetes, se dan en países en desarrollo. “Este desequilibrio en los conocimientos agravará aún más las desigualdades en la atención sanitaria”, subrayaron.
La “ciencia paracaidista” está en la picota. La resolución del escándalo con el dinosaurio de Brasil podría marcar un cambio, más allá de que el tema está en ebullición. En un artículo de Cathleen O´Grady de la revista Science, el paleontólogo de Brasil Juan Carlos Cisneros sostuvo que “es el momento justo” de hablar sobre la investigación helicóptero. La Declaración de Ciudad del Cabo -estimó- presionará para que los principales jugadores como universidades y museos “no deseen ser vinculados con malas prácticas”.
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