Entre febrero y marzo de 2020 los países de América Latina empezaron a diagnosticar los primeros casos de personas que se habían infectado por el coronavirus. En ese momento, se desconocían varios de sus síntomas y las más de 200 secuelas que la infección puede producir. Tampoco había certezas sobre su modo de transmisión y poco después se descubrió que la vía principal es por el aire. No había vacunas efectivas ni tratamientos específicos como existen ahora. Entre tanta incertidumbre, los niveles de ansiedad y síntomas depresivos se dispararon hacia arriba.
Se estima que el trastorno depresivo mayor y los trastornos de ansiedad han aumentado en América Latina y el Caribe en un promedio de 35% y 32%, respectivamente por la pandemia, según informó a Infobae Renato Oliveira e Souza, jefe de Salud Mental y Uso de Sustancias de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En base a diferentes estudios que se han realizado en la región, el doctor Oliveira e Souza señaló que “la pandemia está teniendo un impacto perjudicial en la salud mental de la población general. Las altas tasas de angustia psicológica, ansiedad y depresión son las manifestaciones más frecuentes reportadas”. También expresó que hubo “aumentos repentinos en la violencia doméstica y el uso de sustancias, que son ambos factores de riesgo para problemas de salud mental”. Esos factores se han reportado desde el inicio de la pandemia.
El impacto sobre la salud mental afectó más a algunos grupos de la población. “Se han documentado tasas más altas de síntomas de salud mental en trabajadores de salud y de primera línea, personas más jóvenes, personas con afecciones de salud mental preexistentes, personas diagnosticadas con COVID-19, minorías raciales y étnicas y aquellos de menor estatus económico y niveles educativos”, comentó el funcionario desde Washington.
Se considera que una persona tiene síntomas de depresión, cuando se siente desanimado, deprimido o sin esperanza, y con poco interés o placer en hacer las cosas. En el caso de la ansiedad, se produce cuando la persona se siente nerviosa o al límite e incapaz de dejar de preocuparse o incapaz de controlar la preocupación, explicó a Infobae Tomás Caycho-Rodríguez, investigador de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Privada del Norte, en Trujillo, Perú.
Caycho-Rodríguez es uno de los coautores de un estudio que fue publicado en la revista Frontiers in Psychology. El estudio fue realizado en Perú, Colombia, Paraguay, El Salvador, México, Uruguay, y Argentina. El 43% de los 4.881 participantes presentó ansiedad leve, el 17,20% ansiedad moderada y el 8,30% ansiedad severa. En cuanto a los síntomas depresivos, el 41,30% presentó síntomas mínimos de depresión, el 31,20% depresión leve, el 15,20% depresión moderada, el 7,60% depresión moderadamente severa y el 3,90% depresión severa.
También el investigador Caycho-Rodríguez llevó a cabo otro trabajo con un equipo que comparó la población de 12 países de América Latina, según una escala de ansiedad relacionada con el COVID-19. Fue publicado en la revista Current Psychology. “La mayoría de las diferencias fueron insignificantes o pequeñas, pero algunas de ellas fueron de tamaño moderado. Específicamente, la Argentina obtuvo puntajes más bajos de ansiedad que Bolivia y El Salvador. Uruguay presentó puntajes claramente inferiores a Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala y Perú”, afirmó el investigador quien trabajó con Mauricio Cervigni y Pablo Martino, del Centro de Investigación en Neurociencias de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, y Miguel Gallegos, del Conicet de Argentina y la Universidad Católica del Maule en Chile, entre otros.
“Se observa que tras la hecatombe inicial de 2020, los síntomas de ansiedad y depresión se fueron reduciendo. La incertidumbre y el miedo fueron disminuyendo. Pero no hay que pensar que los problemas hayan desaparecido. Se estima que incluso después de la pandemia puede haber más problemas por trastornos mentales que habrá que tener en cuenta”, subrayó el psicólogo Caycho-Rodríguez.
Otro estudio científico sobre el impacto de la pandemia en la salud mental fue publicado días atrás en la revista especializada Stress & Health por investigadores del Instituto de Psicología Básica Aplicada y Tecnología, que depende de la Universidad Nacional de Mar del Plata y el Conicet, en Argentina.
“La pandemia y las medidas de contención tuvieron consecuencias a varios niveles. Además de la pérdida de seres queridos, muchas personas perdieron sus empleos, las condiciones laborales cambiaron al trabajo en casa, la educación se trasladó a entornos virtuales y la vida social y las actividades de ocio se redujeron. La incertidumbre y el miedo constante a ser infectado siguieron presentes en todo momento. Por eso, la pandemia tiene consecuencias emocionales como la ansiedad, la depresión, el trastorno de estrés postraumático y los trastornos del sueño”, escribió el equipo de investigadores en psicología.
El estudio en la Argentina empezó dos días después de que se declarara el aislamiento obligatorio por el COVID-19 en marzo de 2020. “Lo que nos preguntamos en ese momento era si los síntomas de ansiedad y los síntomas de depresión iban a modificarse a lo largo del aislamiento”, contó a Infobae la doctora en psicología Macarena del Valle, la primera autora del trabajo. La encuesta se volvió a hacer en mayo y agosto de 2020 y en abril de 2021. Aún el estudio sigue en curso.
“Observamos que los indicadores o señales que llamamos síntomas de ansiedad y de depresión, aumentaban progresivamente con el paso del tiempo. Encontramos que las personas indicaban cada vez más síntomas y a la vez mayor severidad en los síntomas”, dijo la doctora del Valle. Como ejemplo señaló que ante la pregunta sobre se sentían “angustiados/as” en marzo de 2020, algunas personas contestaron que “nada”. Pero con el paso del tiempo, esas mismas personas empezaron a responder “un poco”, “bastante” o “mucho”. A la vez, aquellas personas que ya en marzo de 2020 respondían que estaban “un poco” angustiadas, con el tiempo empezaron a indicar que el síntoma aumentaba, es decir, que sus respuestas empezaron a ser “bastante” o “mucho”.
De manera general -añadió-, “observamos aumentos en la cantidad y severidad de los síntomas tanto de la ansiedad como de la depresión a lo largo del primer año de pandemia. Nuestra interpretación es que esos síntomas aumentaron porque las personas se vieron sometidas a la situación global de pandemia, es decir, a la incertidumbre sobre el futuro, a no saber qué iba a pasar, a la impredecibilidad del contagio, a la enfermedad propia y de los seres queridos, a los cambios en la rutina diaria, a la imposibilidad de reunirse con los afectos, a la inestabilidad laboral en algunos casos, entre otras situaciones. Todo el contexto pandémico es lo que genera ese malestar que aumentó a lo largo de nuestras evaluaciones, y no solo el aislamiento”.
Con el paso del tiempo, se registraron cambios. Los investigadores identificaron que los mayores niveles de sintomatología de ansiedad y depresión se registraron en las mujeres (en comparación con los hombres), las personas jóvenes (especialmente el grupo de entre 18 y 25 años en comparación con los otros grupos de edad), y las personas de menor nivel socioeconómico.
“Curiosamente, sin embargo, en la última evaluación en abril de 2021, los participantes de entre 18 y 25 años indicaron que sus síntomas de ansiedad se habían estabilizado (ya no crecían) y los síntomas de depresión incluso se habían reducido un poco, aunque cabe aclarar que ambos tipos de síntomas seguían por encima de los valores que se habían reportado en marzo de 2020″, afirmó la doctora del Valle. Pero para los otros grupos de edad, los síntomas seguían subiendo. Lo mismo se observó con el nivel socioeconómico: en el nivel bajo, los síntomas de “estabilizaron”, pero en los niveles medio y alto, siguieron subiendo.
Los estudios en países desarrollados reportaban ya en 2020 que a los pocos meses (entre cuatro y seis) los indicadores de salud mental habían vuelto a los niveles anteriores a la pandemia. En cambio, en el estudio en Argentina, se encontró que los niveles de ansiedad y depresión no solo no habían bajado, sino que a un año todavía seguían subiendo. “Estos resultados sugieren un impacto emocional de la pandemia en la población general. Además, la situación no parece haber afectado a todos de la misma manera: las mujeres, los adultos jóvenes y las personas de menor nivel socioeconómico fueron más vulnerables a la pandemia. Esta vulnerabilidad es importante porque las decisiones e intervenciones políticas necesitan basarse en información fiable. Necesitan estar basadas en el conocimiento”, comentó la doctora del Valle.
Además de que más personas fueron afectadas, otro trastorno de la pandemia fue la interrupción de los servicios que brindan atención con profesionales de la salud mental. A principios de 2022, el 47% de los países de América Latina informó que tenía interrupciones en los servicios por trastornos de salud mental, en comparación con el 60% de los países un año antes. En ese momento, esos servicios estaban experimentando la tasa más alta de interrupción, según aclaró el funcionario de OPS.
¿Cómo enfrentar y desarrollar soluciones para los problemas de salud mental? De acuerdo con la doctora del Valle, “es esperable que las personas se sientan mal o estén angustiadas frente a una situación como la pandemia, pero no significa que no podamos hacer algo. Por eso, las intervenciones de seguimiento y apoyo a la salud mental deben incluirse en las estrategias gubernamentales para hacer frente a los efectos a largo plazo de la pandemia. Se necesita más atención remota, seguimiento, líneas de atención y mejorar el sistema de atención clásico al momento de la demanda por cuadros psicopatológicos. Es decir, es importante fortalecer el sistema de salud y la atención de salud mental ya preexistente”.
A nivel individual, para lidiar con la situación de la pandemia -que aún no terminó e incluso ahora hay aumento de casos de COVID-19 en América Latina-, hay diferentes acciones que se pueden poner en práctica. El funcionario de OPS aconsejó leer la guía que la agencia sanitaria publicó para situaciones estresantes que se puede bajar gratis aquí. Recomienda cómo desengancharse de pensamientos y sentimientos difíciles.
Desde el punto de vista comunitario, la agencia sanitaria recomienda estrategias de apoyo mutuo en la comunidad a través de la apropiación de nuevas tecnologías de comunicación. Se deberían facilitar los mecanismo para incluir a las personas o grupos vulnerables y desarrollar prevención frente a la estigmatización, discriminación y exclusión por raza, sexo, entre otras.
Desde la Ibero Ciudad de México, el investigador Pablo Gaitán Rossi, coordinador del área de Salud del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE), dio sus consejos al ser consultado por Infobae: “La primera recomendación es buscar ayuda profesional en salud mental. Para quien no puede acceder, sigue habiendo buenas apps y cursos, como de meditación plena mindfulness. Pero la novedad ahora es que se están abriendo espacios de socialización que es importante aprovechar. Es necesario hacer actividades que involucren reconexiones, de preferencia presenciales y manteniendo los cuidados sanitarios”.
De acuerdo con Gaitán Rossi, quien publicó el año pasado un estudio sobre ansiedad en México en el contexto de la pandemia, hay que considerar que “pandemia” hoy “es un término paraguas que implica muchas cosas. “Para una familias, el regreso a clases fue fundamental para bajar la ansiedad. Para otros recuperar ingresos o el trabajo es clave para su bienestar. Pero hay quien enfrenta dificultades para retomar o reinventar su rutina como lo era antes. Esos casos me parece que son prioritarios aunque difíciles de identificar y es con ellos en los que la investigación más podría contribuir”.
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