La ciencia en general y los hallazgos científicos en particular necesitan ser analizados según su contexto socio-histórico de surgimiento. Más relevancia cobra esa cadena de innovación cuando el marco de esos hitos lo conforma una pandemia global que le imprimió a la ciencia aplicada una velocidad inusitada.
Luego de dos años de que el mundo convive con el coronavirus SARS-CoV-2 la ciencia analiza y perfecciona los diversos tratamientos que se pusieron sobre la mesa para enfrentar al COVID-19, que ya causó más de 493 millones de contagios y más de 6 millones de muertes, y que aún resiste reconvertido detrás de nuevas variantes.
Un flamante estudio publicado en The New England Journal of Medicine (NEJM) reavivó con fuerza el debate sobre la intervención con plasma de convalecientes en personas contagiadas con COVID. Esta revista científica -considerada la más importante del mundo- llegó a la misma conclusión que el médico pediatra e infectólogo argentino Fernando Polack y sus equipos, en 2020, cuando investigó en la Argentina el uso de esta terapia temprana con plasma, sin todavía existir vacunas disponibles, ni aprobadas, para controlar la letalidad y alta contagiosidad que demostró el nuevo virus.
La investigación hecha en más de mil casos que llevó adelante la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins y la Clinica Mayo, entre otras instituciones médico-científicas, evaluó la eficacia del plasma de convalecientes en pacientes en etapas tempranas de la enfermedad, y sin factores previos o comorbilidades de salud, y demostró que es una opción efectiva y segura como tratamiento ambulatorio temprano para la enfermedad.
Y concluyó que el plasma hiperinmune reduciría a la mitad el riesgo de hospitalización si se administra dentro de los 9 días posteriores al inicio de los síntomas de COVID-19, y citó y reunió los estudios hechos por Polack y equipos como parte de la evidencia.
Durante el transcurso de su investigación con plasma en 2020 -a comienzos de la pandemia- Polack siempre sostuvo que, “debido a cómo actúan los anticuerpos en el organismo la aplicación de plasma tiene más chances teóricas de funcionar al principio de la enfermedad. Porque si uno obtiene plasma con anticuerpos y se los presta a uno recién infectado éstos deberían inmovilizar al virus”.
¿Cómo dimensionar en su justa medida, entonces, en el actual tiempo pandémico controlado eficazmente por las vacunas contra el COVID con una estrategia de acción sanitaria segura, disponible y diversa (a través de múltiples plataformas) -y a pesar de que aún existen en el globo bolsones de inequidad- este estudio que rescata el uso del plasma hiperinmune como opción contra el COVID?
Infobae dialogó con el infectólogo y médico pediatra Fernando Polack para analizar el trabajo publicado en el NEJM, en su calidad de investigador líder del estudio de plasma de convalecientes hecho en la Argentina.
—El tratamiento con plasma de convalecientes para frenar el avance del COVID-19 cumplió un rol muy importante al comienzo de la pandemia, y hoy -dos años después- y con un potente portafolio de vacunas contra el COVID aprobadas -y de distintas plataformas- para el mundo entero, aparece este estudio publicado en el NEJM que reivindica el suero hiperinmune de convalecientes. ¿Cuál es hoy el lugar de esta intervención frente al COVID?
—Fernando Polack: Esencialmente hay dos maneras de abordar las enfermedades para resolverlas: una es prevenirla y la otra es tratarla una vez que ocurre. Evidentemente para prevenir una enfermedad hay que actuar lo más temprano posible y para tratarla en el marco de la misma lógica también. En general siempre cuando uno se puede adelantar al progreso de un problema está mejor posicionado que cuando está resolviendo algo que ya ocurrió y que tiene ramificaciones que empiezan a desviarse del problema original que lo provocó.
En el COVID sucede eso; las vacunas, y nosotros los investigadores lo sabemos por experiencia, lo que hacen es frenar el avance de la infección y detenerlo antes de que se constituya en enfermedad o en enfermedad grave. Pero el dilema es una vez que la enfermedad está instalada hasta dónde la podés frenar y dónde ya te tenés que empezar a ocuparte de las consecuencias que van más allá de la infección en sí misma.
El plasma como los anticuerpos monoclonales debieron haber sido usados siempre muy temprano, sobre todo desde la mirada de cómo funcionan; ya que lo hacen exactamente igual a cómo funcionan las vacunas.
La diferencia es que las vacunas son anticuerpos que se generan dentro del cuerpo para bloquear el progreso del virus y se generan antes de que ocurra la infección, porque como demoran un par de semanas en generarse esos anticuerpos no habría tiempo material para que las vacunas funcionen si se dieran después de la infección, y el plasma acorta esos tiempos administrándose lo antes posible una vez que ocurrió la infección. Esa es la diferencia central.
—Fernando Polack: Los anticuerpos monoclonales uno pudiera decir en una visión muy simplificada de las cosas, que son una especie de “plasma sintético”, de anticuerpos hechos fuera del cuerpo que se administran con una inyección.
Varios anticuerpos monoclonales han funcionado con la misma lógica con la que nosotros hicimos el ensayo inicial de plasma que presentamos hace dos años, y era obvio que por una cuestión biológica, el plasma usado inteligentemente temprano tenía que tener el mismo resultado. Lo tuvo el estudio hecho en la Argentina bien pensado y bien diseñado, como el que hicimos con provincia de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, PAMI, Swiss Medical, OSDE, OSECAC y tantos otros actores desde la Fundación Infant; y ahora lo tiene y demuestra este estudio del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos con las universidades norteamericanas -Hopkins y Mayo, entre otros- a lo largo y a lo ancho del país con más de mil voluntarios.
—¿Qué rescata de este estudio publicado en el NEJM que pondera a la terapia con plasma de convalecientes en un estadio temprano de la enfermedad, específicamente dentro de los nueve días posteriores a la prueba positiva? Con el paso del tiempo, ¿cree además que el plasma está hoy sub-utilizado entre las opciones de terapia contra el COVID?
—Polack: Lo que me alegra de este estudio publicado en el NEJM es que confirma que el plasma tiene sentido y tiene utilidad, siempre en ciencia hay que confirmar por más de un grupo los hallazgos que la ciencia emprendió de manera bien pensada y bien ejecutada. Otro de los dilemas de la pandemia fue que como todo el mundo se lanzó a buscar soluciones, a veces las soluciones se evaluaban sin un conocimiento profundo de cómo se comportaban las variables que iban a determinar el éxito de esas soluciones.
En la Argentina los estudios que se hicieron en este sentido con plasma se hicieron justamente bien pensados y bien diseñados. Y nada de lo que dijimos nosotros y otros grupos en el principio de la pandemia, dejó de ser cierto dos años después. Y eso es realmente interesante e importante. La ciencia bien pensada, bien diseñada, bien armada provee soluciones. Ya sean las vacunas, las intervenciones con anticuerpos o todo aquello que tenga una lógica biológica acertada. En el final de estas historias no hay azar, hay que estudiar, trabajar y pensar.
El plasma hoy, en este contexto de la pandemia, es de casi nula o bajísima utilidad. Pero en el momento que nosotros presentamos los datos, diciembre del año 2020, era de muchísima utilidad. Porque estos hallazgos no cambiaron y la posibilidad de reducir a casi la mitad o quizás a un tercio el desarrollo de la enfermedad COVID-19 grave en las personas mayores es una herramienta muy valiosa.
—Polack : Quizás la complejidad de su utilización (del plasma), quizás un entendimiento menor en muchos lugares del mundo de lo que significaba la intervención, que no la inventamos nosotros, ni fue ayer, existe desde hace un siglo, hizo que no se utilice todo lo que se pudo haber usado.
Y después la suerte de haber tenido tanto éxito con las vacunas que ya sí vuelve realmente innecesaria cualquier otra estrategia preventiva. Pero toda intervención contra un virus se concentra en lo que yo decía al principio: el tiempo temprano, cuando uno se tiene que ocupar solamente de bloquear el virus y no tarde cuando hay que ocuparse de todas las consecuencias que el virus tuvo en la salud del paciente.
Vale la referencia: es como agarrar un caballo antes de que entre a un bazar -y rompa todo- o ir a buscarlo una vez que anduvo corriendo por el bazar durante veinte minutos y no quede casi ningún platito sano. Esencialmente esa es la idea central.
Y desde el punto de vista de los equipos de investigadores multidisciplinares argentinos, el esfuerzo que hicimos fue enorme. Un esfuerzo de muchísimos grupos de médicos, investigadores, también de la sociedad, y de equipos involucrados en la salud pública. Y es muy bueno y reconfortante desde el punto de vista del equipo reafirmar que el esfuerzo tenía sentido y que lo que nosotros estábamos diciendo era correcto porque para eso trabajamos.
Nuestro compromiso fue buscar en ese momento una solución para la Argentina ante un problema que no tenía ninguna solución en vista. Y que después obviamente las vacunas hicieron mucho menos necesario a esas estrategias.
— ¿Cómo imagina el futuro de la terapia de plasma convaleciente frente a este y otros virus? ¿Habría que tenerla siempre a mano? No cree que un organismo como la Organización Muncial de la Salud (OMS) se adelantó en diciembre de 2021 al desaconsejar el uso de plasma de convalecientes en pacientes con COVID?
—Polack: Hoy el plasma de convalecientes no hace falta. Es decir, la idea importante sería que no hay que usar plasma, hay que vacunarse. La solución es la vacuna.
Pero durante mucho tiempo cuando no hubo vacuna ésta (el plasma de convalecientes) era una solución intermedia que funcionó. Y que hay que mantenerla en la mente porque si algún día enfrentamos otro germen, esta solución no funcionó por primera vez con COVID, funcionó con más de diez enfermedades distintas en el pasado. No había razón alguna para que no lo hiciera con esta.
El plasma hoy no tiene un lugar en la estrategia terapéutica contra el COVID; pero muestra que 16 ó 18 meses atrás cuando investigadores argentinos, y un montón de grupos de médicos, actores sociales y de la salud pública se pusieron a contestar qué podíamos usar como puente hasta que llegaran las vacunas llegamos a dos conclusiones: el plasma tarde no sirve en los pacientes graves y el plasma en los pacientes leves es una herramienta muy valiosa hasta que haya una solución mejor que se llama vacuna.
Ciencia made in Argentina
Polack encabezó además el ensayo de Fase III más grande del mundo para probar eficacia y seguridad de la vacuna contra el COVID de plataforma genética -ARN mensajero- producida por el binomio científico Pfizer-Biontech, hecho en el Hospital Militar de la Ciudad de Buenos Aires. Los resultados - conocidos en el 2020- también se publicaron en la prestigiosa revista científica NEJM.
Polack es considerado uno de los mayores expertos internacionales en enfermedades virales respiratorias y dirige la Fundación Infant que trabaja actualmente junto a un grupo de científicos multidisciplinares en un proyecto internacional que busca lograr una triple vacuna viral en adultos -será un trial de más o menos mil personas y actualmente se encuentra el Fase II. “Estamos estudiando el objetivo de migrar a una vacuna que sea la triple viral del adulto, que sería contra coronavirus, gripe y contra el virus sincicial respiratorio (VSR)”, adelantó el infectólogo a Infobae.
El estudio que se realizó en la Argentina, en el año 2020, desde la Fundación Infant que preside Polack arrojó evidencia sobre el uso temprano de plasma de convaleciente en adultos mayores de más de 65 años con COVID-19 leve: los cuales demostraron una eficacia del 61% para evitar que el coronavirus se desarrolle en una enfermedad grave y evolucione solamente, en palabras del especialista, en “un mal catarro”
El estudio se realizó en colaboración con el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires en las instalaciones de los hospitales públicos San Juan de Dios, Simplemente Evita, Doctor Carlos Bocalandro y Evita Pueblo. En la Capital participaron el Hospital Militar Central, el Sanatorio Los Arcos, CEMIC, el Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, la Obra Social de los empleados de Comercio (OSECAC) y el Sanatorio Finochietto .
Para los argentinos el plasma ya tenía un lugar destacado en la historia de la ciencia local por su buen desempeño para tratar la epidemia de fiebre hemorrágica argentina que azotó al país hace 70 años. Así el tratamiento de plasma inmune de convalecientes logró reducir significativamente la letalidad gracias al destacado trabajo por aquel entonces del doctor Julio Maiztegui.
El Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas (INEVH) ubicado en la ciudad de Pergamino, provincia de Buenos Aires, que se destaca por sus trabajos sobre hantavirus, dengue, fiebre amarilla y otros arbovirus lo han posicionado como centro nacional y regional de referencia en el diagnóstico de laboratorio en estas enfermedades y desde hace años lelva el nombre del recordado “Dr. Julio Maiztegui”.
Conclusiones y la dureza de la OMS
El coautor principal del estudio, David Sullivan, MD, profesor de microbiología molecular e inmunología en la Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins fue contundente sobre el rol del plasma de convaleciente en tiempos de COVID, “dado que el panorama cambiante, a menudo impredecible, de la pandemia de COVID-19 exige múltiples opciones de tratamiento, especialmente en países de ingresos bajos y medianos donde las terapias de primera línea, como las vacunas y los anticuerpos monoclonales, pueden no estar fácilmente disponibles, nuestro estudio proporciona evidencia sólida de que el plasma convaleciente rico en anticuerpos debería ser parte del arsenal ambulatorio”, señaló.
El estudio publicado en NEJM concluyó, “que el plasma convaleciente de COVID de alto título (rico en anticuerpos), cuando se administró a pacientes ambulatorios de COVID-19 dentro de los 9 días posteriores a la prueba positiva, redujo la necesidad de hospitalización para más de la mitad de los pacientes ambulatorios predominantemente no vacunados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) fue dura con el plasma como terapia disponible contra el COVID: a comienzos de diciembre de 2021 se pronunció de manera firme contra el tratamiento con plasma de personas convalecientes para tratar casos de COVID-19, sean estos moderados, severos o graves. Según el organismo internacional las investigaciones realizadas mostraron que no aumenta la probabilidad de sobrevivir, ni reduce la necesidad de utilizar respiradores.
Lo fundamenta a partir de haber analizado 16 estudios científicos en los que participaron 16.236 pacientes con COVID-19 y concluyó que el tratamiento con plasma además es muy costoso y difícil de administrar. También señaló varios problemas prácticos, como la necesidad de identificar y hacer pruebas a los donantes, así como las dificultades para el recojo, almacenamiento y utilización del plasma, todo lo cual representa limitaciones adicionales para que se trate de un tratamiento viable. El único caso en el que la OMS deja abierta la posibilidad de que se utilice es en el caso de un ensayo controlado aleatorio.
La Administración de Drogas y Alimentos de los EEUU (FDA, por sus siglas en inglés ) actualmente autoriza el plasma hiperinmune de convalecientes como una opción de tratamiento para pacientes ambulatorios con enfermedades inmunocomprometidas o que reciben medicamentos inmunocomprometidos, y para todos los pacientes hospitalizados con COVID-19 en etapa temprana.
SEGUIR LEYENDO: