Es habitual opinar sobre si un individuo se ve más joven o más viejo que su edad cronológica, sin embargo el envejecimiento es un proceso mucho más complejo que lo que se ve a simple vista.
El proceso de envejecimiento es el principal factor de riesgo de enfermedad y muerte. La tasa de envejecimiento varía para diferentes personas a la misma edad cronológica; por lo tanto, la ciencia desarrolló el concepto de la edad biológica para evaluar la verdadera tasa de envejecimiento.
El concepto de edad biológica ha sido investigado desde la década de 1970. Posteriormente se desarrollaron múltiples métodos. Recientemente, ha surgido el concepto de “fenotipado profundo”, que tiene como objetivo recopilar detalles más específicos para la evaluación del estado de salud de áreas médicas precisas.
Nuestros diversos órganos y sistemas pueden tener diferentes edades, al menos desde una perspectiva biológica. Los investigadores utilizaron biomarcadores, modelos estadísticos y otras técnicas para desarrollar herramientas para medir las edades biológicas de varios sistemas de órganos. Según sus hallazgos, los científicos detectaron que hay múltiples “relojes” dentro del cuerpo que varían ampliamente según factores que incluyen la genética y el estilo de vida de cada individuo.
Un análisis de cientos de características biológicas fortalece la evidencia de que algunos órganos y sistemas del cuerpo pueden envejecer más rápido que otros. El seguimiento de la edad biológica de diferentes partes del cuerpo podría ayudar a los médicos a predecir con mayor precisión la aparición de la enfermedad.
Ya se sabía que la condición de las células en el cuerpo se puede interpretar para dar a alguien una edad biológica mayor o menor que su edad medida en años. En otras palabras, la condición de las células, que varía según factores genéticos y de estilo de vida, determina el ritmo del proceso de envejecimiento.
Ahora, el trabajo de Brian Kennedy en la Universidad Nacional de Singapur y sus colegas, publicado en la revista especializada Cell, respalda la idea de que los diversos órganos y sistemas del cuerpo, como el cardiovascular o el inmunológico, pueden envejecer a diferentes ritmos dentro del mismo individuo.
“Nuestro trabajo reconfirma estudios previos que señalaban que existen diversas tasas de envejecimiento entre órganos y sistemas, y que los patrones de envejecimiento de las personas son diferentes -explicó Chao Nie, otro de los autores de documento y especialista perteneciente al Banco Nacional de Genes de China-. Esto requiere, además, evaluaciones de salud personalizadas que consideren de manera integral varios procesos de envejecimiento”.
El equipo de Kennedy recolectó muestras de heces y sangre de unas 480 personas de entre 20 y 45 años y midió un total de 403 características biológicas en cada individuo. El equipo clasificó estos biomarcadores en nueve categorías para evaluar la edad biológica de los riñones, el hígado, el microbioma intestinal y los sistemas cardiovascular, inmunitario, metabólico y de hormonas sexuales.
El equipo también evaluó la edad biológica mediante pruebas de aptitud física y analizando fotografías de los rostros de los participantes.
De los nueve sistemas y órganos evaluados, la edad biológica del sistema cardiovascular de un individuo fue la que más correlacionó con la edad de las personas en años: su “edad cronológica”.
La edad biológica del microbioma intestinal mostró el vínculo más débil con la edad cronológica. Mientras tanto, la edad biológica del hígado y los sistemas de hormonas sexuales variaron más entre los individuos. Esto confirmó que distintas partes del cuerpo tienen diferentes edades biológicas.
El equipo también descubrió que la edad biológica del hígado podría usarse para predecir qué personas tenían enfermedad del hígado graso no alcohólico, un factor de riesgo para la diabetes tipo 2, y la gravedad de la afección.
Esto sugirió que el seguimiento de las edades biológicas de los órganos individuales podría ayudar a predecir el riesgo de enfermedad en esas áreas.
“Todavía hay muchos pasos antes de traducir los hallazgos a aplicaciones del mundo real -concluyó Kennedy-. Por ejemplo, aún no está claro si existen intervenciones que podrían ralentizar el proceso de envejecimiento de un órgano o sistema específico. Estamos tratando de dilucidarlo”.
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