La investigación científica alrededor de los efectos del COVID-19 no se detiene y está brindando más detalles sobre qué les pasa a los pacientes que enfrentan síntomas como la neblina mental tras la infección.
En los Estados Unidos, las tasas de disfunción cognitiva o niebla mental tienen un promedio de duración de 7,6 meses después de que los pacientes han tenido la enfermedad COVID-19.
La niebla mental consiste en tener dificultad en la concentración, la memoria y falta de claridad en los pensamientos. Puede producirse por tomar algunos medicamentos o por el efecto del jet lag después de muchas horas de vuelos en avión. Pero la enfermedad de COVID-19 también puede generar niebla mental con síntomas específicos.
En un pequeño estudio con 32 adultos, 22 con síntomas cognitivos y 10 participantes de control sin ellos, investigadores de UC San Francisco y Weill Cornell Medicine, Nueva York, analizaron el líquido cefalorraquídeo de 17 de los participantes que dieron su consentimiento para la punción lumbar.
Todos los participantes habían tenido COVID-19 pero no habían requerido hospitalización. Encontraron que 10 de 13 participantes con síntomas cognitivos tenían anomalías en su líquido cefalorraquídeo. Pero las cuatro muestras cerebroespinales de participantes sin síntomas cognitivos posteriores a la COVID eran normales. La investigación fue publicada en Annals of Clinical and Translational Neurology .
La edad promedio de los participantes con síntomas cognitivos fue de 48 años, frente a los 39 del grupo de control. Los participantes con estos síntomas presentaron problemas de funcionamiento ejecutivo, dijo la autora principal Joanna Hellmuth, MD, MHS, del Centro de Memoria y Envejecimiento de la UCSF. “Se manifiestan como problemas para recordar eventos recientes, encontrar nombres o palabras, mantenerse concentrado y problemas para retener y manipular información, así como una velocidad de procesamiento más lenta”, dijo.
La “niebla mental” es un efecto secundario común de COVID, que afecta a alrededor del 67% de 156 pacientes en una clínica post-COVID en Nueva York, según muestra un estudio publicado este mes. En el estudio actual, los pacientes se inscribieron en el estudio Impacto a largo plazo de la infección con el nuevo coronavirus (LIINC) que evalúa la recuperación en adultos con SARS-CoV-2 confirmado.
Los exámenes del líquido cefalorraquídeo revelaron niveles elevados de proteína, lo que sugiere inflamación y la presencia de anticuerpos inesperados que se encuentran en un sistema inmunitario activado. Algunos se encontraron en la sangre y el líquido cefalorraquídeo, lo que implica una respuesta inflamatoria sistémica, o eran exclusivos del líquido cefalorraquídeo, lo que sugiere inflamación cerebral. Si bien se desconocen los objetivos de estos anticuerpos, es posible que estos puedan ser anticuerpos “renegados” que atacan al cuerpo mismo.
El sistema inmunológico se vuelve loco meses después de la COVID
“Es posible que el sistema inmunitario, estimulado por el virus, pueda estar funcionando de una manera patológica no deseada. Este sería el caso aunque las personas no tuvieran el virus en sus cuerpos”, dijo Hellmuth, quien es investigador principal del Estudio Neurocognitivo del Coronavirus de la UCSF y también está afiliado al Instituto Weill de Neurociencias de la UCSF. También señaló que las punciones lumbares se realizaron en promedio 10 meses después del primer síntoma de COVID de los participantes.
Los investigadores también encontraron que los participantes con síntomas cognitivos tenían un promedio de 2,5 factores de riesgo cognitivos, en comparación con un promedio de menos de un factor de riesgo para los participantes sin síntomas. Estos factores de riesgo incluían diabetes e hipertensión, que pueden aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular, deterioro cognitivo leve y demencia vascular; y antecedentes de TDAH, lo que puede hacer que el cerebro sea más vulnerable a los problemas del funcionamiento ejecutivo. Otros factores de riesgo incluyeron ansiedad, depresión, antecedentes de consumo excesivo de alcohol o uso repetido de estimulantes y problemas de aprendizaje.
Siendo la niebla mental una de las secuelas más frecuentes, Julián Bustin, jefe de la Clínica de Memoria y Gerontopsiquiatria de Ineco, afirmó que “se trata de una condición compleja y discapacitante que no les permite a los pacientes mantener sus actividades cotidianas, ya que incide tanto física como mentalmente” y sostiene que para reducir el impacto funcional de las secuelas cognitivas y los aspectos emocionales es importante poder abordar al paciente en tiempo y forma, aplicando el tratamiento adecuado.
“Vemos en el consultorio cada vez más secuelas neuropsiquíatricas del COVID. Esos síntomas pueden aparecer hasta 12 semanas después de tener la infección. Son síntomas prolongados que se dan hasta en un 33% de las personas que tuvieron COVID, como depresión, ansiedad, trastornos por estrés postraumático, problemas de sueño y niebla mental, que es la sensación de fatiga o cansancio mental, que hace difícil concentrarse y realizar las actividades de la vida diaria. Esto empeora cuando hacemos actividades, pero no necesariamente mejora cuando hacemos reposo”, sostuvo a Infobae el especialista.
“Es una cuestión parecida al síndrome de fatiga crónica. Uno se siente cansado todo el tiempo y con dificultades para concentrarse. Inclusive lo vemos en muchos pacientes que no pasaron por una terapia intensiva”, sostuvo Bustin, que afirma que lo primero que deber tener la persona que sufre estos síntomas es un buen diagnóstico: “Se debe hacer una evaluación de todos los aspectos neuropsiquiátricos. Cuanto más interdisciplinaria la consulta, mejor va a ser el diagnóstico. Si bien todavía no hay tratamientos específicos para esta nueva dolencia, los tratamientos que se utilizan actualmente son la terapia ocupacional, terapia farmacológica, psicoterapia, estimulación cognitiva y terapia de activación conductual”.
Las pruebas pueden fallar en el diagnóstico de trastornos cognitivos leves
Todos los participantes del estudio publicado se sometieron a una batería de pruebas cognitivas presenciales con un neuropsicólogo, aplicando criterios equivalentes utilizados para el trastorno neurocognitivo asociado al VIH (HAND). Sorprendentemente, los investigadores encontraron que 13 de los 22 participantes (59 por ciento) con síntomas cognitivos cumplían con los criterios HAND, en comparación con siete de los 10 participantes de control (70 por ciento).
“Comparar el rendimiento cognitivo con las referencias normativas puede no identificar cambios reales, particularmente en aquellos con una línea de base anterior a COVID alta, que pueden haber experimentado una caída notable pero aún se encuentran dentro de los límites normales. Si las personas nos dicen que tienen nuevos problemas de pensamiento y memoria, creo que deberíamos creerles en lugar de exigirles que cumplan con ciertos criterios de gravedad“, precisó Hellmuth.
Como dato importante, la ciencia ha identificado síntomas cognitivos en otros virus, además del COVID-19 y el VIH. Estos incluyen los coronavirus SARS y MERS, la hepatitis C y el virus Epstein-Barr.
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