Con 283 millones de personas que se infectaron de COVID-19 en el mundo y con más de 5,4 millones de muertos, la pandemia por coronavirus está lejos de terminarse en el corto plazo, a pesar de los avances científicos que implicaron las vacunas aprobadas y algunos tratamientos para casos graves.
Hasta ahora, las vacunas aprobadas han demostrado un gran perfil de seguridad y una gran tasa de prevención. Pero ninguna logra el 100% de efectividad y con el tiempo (aproximadamente a los seis meses), los anticuerpos que el organismo produce, decaen y es necesario un nuevo refuerzo para otra vez empezar el círculo protector ante el SARS-CoV-2.
Las vacunas que hoy existen sí logran prevenir los casos de enfermedad grave y muerte, pero ante el avance de nuevas variantes más contagiosas como Delta y Ómicron, los expertos ya piensan en cómo desarrollar nuevas vacunas más efectivas que impidan la evasión de la protección que las mismas confieren.
En una reciente reunión convocada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) bajo el título “¿Que evidencia tenemos de que Ómicron evade la inmunidad y cuáles serían sus implicancias?”, varios científicos de todo el mundo reunidos intercambiaron ideas sobre el futuro de las vacunas contra el coronavirus.
También relevaron los últimos estudios científicos, que apuntan a que las vacunas contra el COVID-19 pueden ser menos efectivas frente a la infección y la transmisión relacionada con la variante Ómicron del coronavirus, que también conlleva un mayor riesgo de reinfección.
Es por eso que el director del encuentro de la OMS, William Dowling, investigador de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés), planteó la necesidad modificar la actual formulación de las vacunas hoy disponibles para hacerle frente a esta nueva etapa de la pandemia.
Así, explicó que lo que persiguen es apuntar contra otra proteína del virus llamada N (Nucleocápside) en los nuevos desarrollos, y no sólo a la S (Spike), que es la llave por la que el virus infecta a las células. Se sabe que la proteína N es interna y más estable que la S (externa), y que no muta tanto en relación a esta última. Así, los nuevos desarrollos buscarían dar directo en el blanco al virus y no a sus partes más perimetrales.
La estructura del virus consiste en una Nucleocápside (que protege al material genético viral) y en una envoltura externa. En esa envoltura se encuentran la proteína Spike (S), proteína de membrana (M) y proteína de envoltura (E), además de otras proteínas accesorias.
De la reunión, participaron también los expertos Philip Krause, director adjunto de la FDA y científicos del Africa Health Research Institute, el Instituto Karolinska de Suecia, del John Hopkins School of Medicine, el Instituto Bernhard Nocht de Medicina Tropical en Hamburgo, del Ministerio de Salud de Israel y de la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica).
Infección en el organismo
El doctor Ignacio Gutiérrez Magaldi, Médico clínico de la Sociedad de Medicina Interna de Córdoba precisó a Infobae que “cuando el virus ingresa al cuerpo a través de las mucosas de la nariz, boca u ojos, y luego llega a las vías respiratorias por ejemplo, se une a las células que se alojan en una proteína llamada ACE 2 (enzima convertidora de angiotensona), que tiene una gran cantidad de receptores en el pulmón y otros órganos”.
“Allí, el virus infecta la célula al fusionar su membrana aceitosa con la membrana celular. Una vez dentro, el coronavirus libera un fragmento de material genético llamado ARN. El genoma del virus tiene menos de 30.000 “letras” genéticas de largo. (El nuestro supera los 3.000 millones). La célula infectada lee ese ARN viral y comienza a producir proteínas que mantendrán a raya al sistema inmunitario y ayudarán a reunir nuevas copias del virus. A medida que avanza la infección, la maquinaria de la célula comienza a producir nuevos picos y otras proteínas que formarán más copias del coronavirus”, detalló el experto.
Y concluyó: “Las nuevas copias del virus se ensamblan y se trasladan a los bordes exteriores de la célula. Cada célula infectada puede liberar millones de copias del virus antes de que la célula finalmente se descomponga y muera. Los virus pueden infectar las células cercanas o terminar en gotas o partículas que escapan de los pulmones. La mayoría de las infecciones por Covid-19 causan fiebre a medida que el sistema inmunitario lucha para eliminar el virus. En casos severos, el sistema inmune puede reaccionar exageradamente y comenzar a atacar las células pulmonares. Los pulmones se obstruyen con líquido y células moribundas, lo que dificulta la respiración”.
Las investigaciones llevadas hasta hoy confirman que las respuestas de las células de inmunidad celular (de largo plazo) se mantienen en gran medida intactas contra todas las variantes, incluida Ómicron. En ensayos de laboratorio con ratones se vio que en algún momento de la replicación viral la proteína N (una esfera de un diámetro que varía entre 60 a 140 nanómetros) sale y se expone. Y ahí es donde los anticuerpos podrían reducirla. Por eso sería fundamental incluir esta proteína de Nucleocápside en futuras vacunas.
Hoy, la presencia de anticuerpos neutralizantes contra la proteína S del virus no demostró una protección completa contra una infección producida por Ómicron, por ejemplo. Se observó una reducción que oscila entre 30 y 40 veces en la capacidad neutralizante en personas que recibieron dos dosis. Es por eso que los expertos recomiendan la aplicación de una tercera dosis para combatir hoy las nuevas variantes, mientras se piensa otra estrategia para enfrentar al coronavirus.
La OMS advirtió que el riesgo de la rápida propagación de la variante Ómicron permanece “muy elevado”, tras señalar que podría aumentar las hospitalizaciones a pesar de que los primeros estudios sugieren que provoca síntomas más leves. “El riesgo general relacionado con la nueva variante de preocupación Ómicron permanece muy elevado”, alertó la OMS en su informe epidemiológico semanal.
“Evidencia consistente muestra que la variante Ómicron tiene una ventaja de crecimiento sobre la variante Delta con un período de dos a tres días para duplicarse y se observan incrementos rápidos de incidencia en varios países”, agregó. Un día antes, la especialista Catherine Smallwood, una de las principales responsables de la OMS en Europa, dijo que un rápido aumento de Ómicron, como se ha dado en varios países, “provocará un gran número de hospitalizaciones, sobre todo entre los no vacunados”.
La especialista en respuesta de emergencia pidió que los datos preliminares sobre un menor riesgo de hospitalización se tomaran “con cautela”, ya que en la actualidad los casos observados se refieren sobre todo a “poblaciones jóvenes y sanas en países con altas tasas de vacunación”.
Los primeros estudios en Sudáfrica, Escocia e Inglaterra indican que Ómicron parece causar menos hospitalizaciones que la variante precedente. Pero los datos son aún muy incompletos y algunos expertos destacan que un mayor contagio puede anular la ventaja de una variante menos peligrosa.
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