Por qué Ómicron inauguró una nueva etapa de la pandemia

Expertos sanitarios de EEUU evaluaron la respuesta que el país tuvo frente a la nueva mutación del virus. Qué pistas encontraron sobre los futuros patógenos

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La variante Ómicron se expande en el mundo y amenaza con desplazar a Delta como predominante (REUTERS/Dado Ruvic)
La variante Ómicron se expande en el mundo y amenaza con desplazar a Delta como predominante (REUTERS/Dado Ruvic)

Como si estuviésemos ante una película repetida, el anuncio de la llegada de la variante Ómicron del coronavirus se pareció mucho a la situación que vivimos hace dos años cuando el mundo conoció al virus surgido en Wuhan, China.

Expertos en salud convocaban a conferencias de prensa con más dudas que certezas. Las restricciones de viajes eran la única respuesta inmediata cuando el virus ya había traspasado las fronteras y sólo cabía esperar las infecciones masivas.

Los fracasos observados por tener una respuesta rápida frente al coronavirus parecen volver a repetirse con la nueva variante Ómicron del patógeno. Y muchos expertos señalan que se trata de un ensayo general para la próxima pandemia y resaltan la importancia en detectar, rastrear y ralentizar la propagación de una amenaza para la salud que no entendemos por completo, una conducta similar a la estrategia que se requerirá para detener cualquier brote futuro.

Obviamente hay que aclarar que la irrupción de Ómicron encuentra a las personas protegidas con el desarrollo científico en tiempo récord de las vacunas eficaces y seguras. Pero los sanitaristas creen que la próxima pandemia puede surgir con menos advertencias y preparación para contenerla: “Sabemos que hay patógenos peores que el SARS-CoV-2 que emergen, resurgen y esperan su momento para transmitirse”, dijo Rick Bright, director ejecutivo del Instituto de Prevención de Pandemias de la Fundación Rockefeller.

Así, el surgimiento de Ómicron es una oportunidad para hacer un balance tanto de los logros que hemos conseguido como de las formas en las que todavía nos quedamos cortos ante las emergencias. También es un llamado a la acción: cualquier progreso que hayamos logrado no es suficiente.

Estados Unidos está preocupado por la llegada de Ómicron y también por el aumento de casos que genera hoy Delta (REUTERS/Dado Ruvic/Illustration/File Photo)
Estados Unidos está preocupado por la llegada de Ómicron y también por el aumento de casos que genera hoy Delta (REUTERS/Dado Ruvic/Illustration/File Photo)

Cuando el 28 de noviembre, Charles Chiu, especialista en enfermedades infecciosas y microbiólogo de la Universidad de California en San Francisco fue elegido para realizar la secuenciación genómica de una muestra de coronavirus de una persona estadounidense que había regresado de Sudáfrica, las alarmas se encendieron. El 30 de noviembre, se revelaría el código genético del virus que la había infectado: era la mutación Ómicron y se trataba de la primera persona confirmada con ella en EEUU. “A medida que se acumularon los datos, pudimos identificar más y más mutaciones”, recuerda Chiu. Había pasado menos de una semana desde que Sudáfrica anunció públicamente la existencia de la nueva variante.

No podemos luchar contra lo que no podemos ver, y la prevención de la próxima pandemia comienza con la detección y seguimiento de los patógenos que nos amenazan. En ese sentido, al menos “estamos extraordinariamente mejor que el año pasado”, dijo Joseph Fauver, epidemiólogo genómico del Centro Médico de la Universidad de Nebraska en Omaha. El primer eslabón de la cadena de vigilancia de enfermedades son las pruebas. ¿Quiénes están infectados y dónde están? Sin pruebas precisas y oportunas, puede resultar imposible frenar la propagación de un patógeno.

El problema de la eficacia en la detección de COVID-19 es algo comunes en todo el mundo. Las críticas también se hicieron sentir en Estados Unidos. El país falló con las pruebas desde el principio, afirman algunos expertos. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) distribuyeron kits defectuosos, mientras que la escasez de suministros y los retrasos regulatorios crearon un desajuste épico entre la oferta y la demanda.

En el verano y otoño de 2020, las esperas en los sitios de prueba podían extenderse durante horas; la espera de los resultados puede tomar una semana o más. Y no hubo un plan nacional de pruebas coordinado.

Las vacunas han demostrado ser efectivas para prevenir casos graves de COVID. (EFE)
Las vacunas han demostrado ser efectivas para prevenir casos graves de COVID. (EFE)

Estos errores permitieron que el virus se propagara, sin ser visto y sin control, aumentando la demanda de los hospitales y dificultando otras medidas de mitigación. Sin pruebas accesibles, la estrategia que ayudó a otros países a romper la cadena de transmisión (identificar rápidamente a las personas con el virus, aislarlas y rastrear sus contactos) tenía pocas posibilidades de éxito. A medida que pasó el tiempo, la crisis de las pruebas disminuyó. Los laboratorios diversificaron sus cadenas de suministro, compraron nuevos equipos y contrataron a más personal”, dijo Kelly Wroblewski, directora de enfermedades infecciosas de la Asociación de Laboratorios de Salud Pública al diario The New York Times.

Los CDC, que inicialmente impusieron requisitos estrictos sobre quién podía hacerse la prueba del virus, comenzaron a recomendar la detección de rutina como una herramienta para frenar la transmisión. Para cuando Ómicron apareció en los titulares, ya no era sorprendente que un niño de 5 años se hiciera una prueba antes de ir a la escuela o que un residente enfermo de San Francisco, que acababa de regresar de Sudáfrica, tuviera los resultados de una prueba molecular en 24 horas.

Si bien la situación mejoró en estos dos años, “Estados Unidos todavía está haciendo menos pruebas diarias per cápita, y tiene una mayor proporción de exámenes que arrojan resultados positivos, en comparación con otros países de altos ingresos”, según afirma el Centro de Recursos de Coronavirus de Johns Hopkins.

“No hemos hecho un buen trabajo para lograr que las pruebas estén disponibles”, agregó Ezekiel J. Emanuel, bioético de la Universidad de Pensilvania que fue miembro de la Junta Asesora de la COVID-19 del presidente Joe Biden durante la transición presidencial.

Una tecnóloga de microbiología analiza muestras de pacientes para detectar la enfermedad del coronavirus (COVID-19) en el Centro Médico Wexner en Columbus, Ohio, Estados Unidos. 6 de diciembre de 2021.  (REUTERS/Gaelen Morse)
Una tecnóloga de microbiología analiza muestras de pacientes para detectar la enfermedad del coronavirus (COVID-19) en el Centro Médico Wexner en Columbus, Ohio, Estados Unidos. 6 de diciembre de 2021. (REUTERS/Gaelen Morse)

Los tiempos de procesamiento de las pruebas moleculares (PCR) aún varían ampliamente, y las pruebas rápidas pueden ser difíciles de encontrar en las tiendas y exceden el presupuesto de muchos estadounidenses.

Los científicos están detectando más casos de Ómicron todos los días, y la variante pronto podría superar a Delta. Lo que viene a continuación, incluso determinar cuál es la meta a la que deberíamos aspirar, es menos claro. ¿Deberíamos pasar los próximos tratando de detener todas las infecciones? ¿Proteger a las personas de mayor riesgo de las complicaciones graves y los fallecimientos? ¿Tendríamos que asegurarnos de que los hospitales no colapsen?

Son preguntas que todavía no tienen respuesta.

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