Los problemas mentales que origina el coronavirus siguen sumando reportes que alarman a los especialistas. Cada vez más se registran comentarios sucesivos de muchos convalecientes de COVID-19 que indican cierto embotamiento, lentitud mental, pérdida de memoria, niebla mental, confusión o esfuerzo excesivo para lograr recordar algo.
Los pacientes pueden temer que la infección haya dañado permanentemente sus cerebros, pero los investigadores dicen que ese no es necesariamente el caso. A nivel mundial, cada vez más expertos insisten en prestar atención a los síntomas de COVID prolongado y se han enfocado en las secuelas que deja esta enfermedad en los individuos que la padecieron, recordando que hay que realizar tratamientos interdisciplinarios para abordar los problemas de salud que se perciban para que no se agraven y así mejorar la calidad de vida.
En este sentido, los especialistas de la salud mental enumeran que los síntomas van desde dolores de cabeza, ansiedad, fatiga o trastornos del sueño. Eso también aparejado a la falta de olfato o gusto (anosmia/disgeusia) que implican conexiones cerebrales que afectan nuestra calidad de vida. Inclusive, hasta problemas motores en los pacientes más críticos con internaciones prolongadas, como algunas de las consecuencias que deja el virus en el cuerpo humano. Siendo la niebla mental una de las secuelas más frecuentes, Julián Bustin, Jefe de la Clínica de Memoria y Gerontopsiquiatria de Ineco, afirma que la misma “se trata de una condición compleja y discapacitante que no les permite a los pacientes mantener sus actividades cotidianas, ya que incide tanto física como mentalmente” y sostiene que para reducir el impacto funcional de las secuelas cognitivas y los aspectos emocionales es importante poder abordar al paciente en tiempo y forma, aplicando el tratamiento adecuado.
“Vemos en el consultorio cada vez más secuelas neuropsiquíatricas del COVID. Esos síntomas pueden aparecer hasta 12 semanas después de tener la infección. Son síntomas prolongados que se dan hasta en un 33% de las personas que tuvieron COVID, como depresión, ansiedad, trastornos por estrés postraumático, problemas de sueño y niebla mental, que es la sensación de fatiga o cansancio mental, que hace difícil concentrarse y realizar las actividades de la vida diaria. Esto empeora cuando hacemos actividades, pero no necesariamente mejora cuando hacemos reposo”, sostuvo a Infobae el especialista.
“Es una cuestión parecida al síndrome de fatiga crónica. Uno se siente cansado todo el tiempo y con dificultades para concentrarse. Inclusive lo vemos en muchos pacientes que no pasaron por una terapia intensiva”, sostuvo Bustin, que afirma que lo primero que deber tener la persona que sufre estos síntomas es un buen diagnóstico: “Se debe hacer una evaluación de todos los aspectos neuropsiquiátricos. Cuanto más interdisciplinaria la consulta, mejor va a ser el diagnóstico. Si bien todavía no hay tratamientos específicos para esta nueva dolencia, los tratamientos que se utilizan actualmente son la terapia ocupacional, terapia farmacológica, psicoterapia, estimulación cognitiva y terapia de activación conductual”.
El experto explicó que observa que muchas personas no cuentan realmente que están sufriendo una condición mental después de haber tenido COVID. “Se dicen a ellas mismas que no pueden asignarle demasiada importancia después de haber sobrevivido a la enfermedad, en caso de una internación grave. Pero lo que no saben es que el problema se agrava si no es tratado. Y que los trastornos de sueño, depresión, ansiedad, pérdida de memoria o niebla mental impactan negativamente en la vida diaria y pueden agravarse”, precisó Bustin.
Este fenómeno se está percibiendo de manera global. Así, por ejemplo, Caroline Gurvich, subdirectora del centro de investigación de Psiquiatría Monash Alfred en Melbourne, ha confirmado su existencia. “Es algo real, aunque no se reconoce formalmente como una condición médica o psicológica. Intentamos definirlo como un concepto de las personas comunes utilizado para describir disminuciones sutiles en la atención, concentración, memoria y toma de decisiones: una confusión mental o falta de claridad”.
En general, la proporción de pacientes con manifestaciones neurológicas es pequeña en comparación con la de la enfermedad respiratoria. Sin embargo, la continuación de la pandemia y la expectativa de que entre el 50% y el 80% de la población mundial se infecte antes de que se desarrolle la inmunidad colectiva, sugieren que el número total de pacientes con enfermedades neurológicas podría aumentar.
Un número creciente de informes de casos describe una amplia gama de manifestaciones neurológicas en 901 pacientes, en el estudio que encaró un grupo de profesionales del Instituto Nacional de Investigación en Salud Unidad de Investigación de Protección de la Salud en Infecciones Emergentes y Zoonóticas de la Universidad de Liverpool en el Reino Unido.
Del casi millar de casos estudiados en la presente investigación se ha hallado encefalopatía en el 7% de pacientes hospitalizados con COVID-19 en Wuhan, China, y 69% de pacientes en cuidados intensivos con COVID-19 en Francia. Hasta mayo pasado se informaron 8 pacientes con encefalitis, y 19 pacientes con síndrome de Guillain-Barré. Se detectó SARS-CoV-2 en el LCR de algunos pacientes. La anosmia y la ageusia son comunes y pueden ocurrir en ausencia de otras manifestaciones clínicas. Una patología emergente es la enfermedad cerebrovascular aguda, que aparece como una complicación importante (2-6% de pacientes hospitalizados con COVID-19). Hasta hoy, se han descrito 96 pacientes con ACV asociado a COVID-19.
Máximo Zimerman, director médico del centro Cites Ineco y especialista en Neurorehabilitación, asegura que dentro de la variedad de síntomas residuales dentro del espectro neurológico que ve día a día en su consultorio, el profesional describe como los más frecuentes a la cefalea discapacitante -presente en el 37% de una serie de 3.732 pacientes-, accidente cerebrovascular, niebla mental post-Covid-19, crisis convulsivas y alteraciones en el movimiento con inestabilidad, debilidad, fatiga y dolores musculares.
En esta línea, según un estudio elaborado por Rita Rubin, hasta un 10% de los pacientes que tuvieron Covid-19,presentan síntomas prolongados independientemente de la gravedad con la que padecieron la enfermedad. Asimismo, se pudo comprobar que la edad promedio que se ve afectada por estas secuelas son los 40 años, siendo las mujeres y los trabajadores de la salud los más perjudicados.
“Estamos viendo un amplio espectro de problemas como cefalea permanente, ageusia, síncope, astemia. El 55% de los pacientes internados presentan alguna de estas patologías. Y pueden ser un antecedente de otros problemas neuronales más graves. Pero con el COVID estamos aprendiendo día a día y utilizando nuevas herramientas para potenciar los tratamientos rehabilitadores”, explicó Zimerman a Infobae.
Y agregó: “Casi en el 40% de los pacientes observamos una fuerte cefalea pos covid que obstaculiza el normal funcionamiento diario. Y muchas veces, relacionada con la alteración del gusto y olfato. Estábamos acostumbrados a tratar a pacientes tras un ACV o un problema neuronal. El tiempo de recuperación es largo. El paciente se siente lento, con problemas para pensar. Hay también trastornos conductuales, de ansiedad, depresión, apatía, indiferencia a las cosas. En otros pacientes se observan contracciones involuntarias en los cuatro miembros. Son miocloninas. Y en ellos utilizamos medicación para revertir este cuadro”.
Zimerman resaltó que el primer estudio que habló de Long Covid fue publicado en The Lancet. “Era un estudio realizado en China, donde el 75% de los pacientes sobrevivientes tenían síntomas persistentes 6 meses después de tener el alta médica. Fatiga, insomnio, eran los más comunes.
Y especificó que gran parte de los pacientes que estuvieron internados en unidades de cuidados intensivos, pueden tener como síntoma post-Covid-19 una degeneración axonal primaria de las fibras motoras y sensitivas acompañada con degeneración de fibras musculares, esta alteración es conocida como ‘Polineuropatía del paciente crítico por COVID-19.
“Esto significa que debido al tiempo de internación prolongado, la persona desarrolla una dificultad de movimiento a nivel de los nervios periféricos y también afecciones a nivel muscular. La utilización prolongada de anestésicos y sedantes a altas dosis y por mucho tiempo provoca una debilidad generalizada, con dolores intensos, alteración de la sensibilidad y músculos más débiles o pequeños”, concluyó Zimerman, haciendo foco en la importancia de los tratamientos multidisciplinarios para recuperar la calidad de vida del paciente.
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