Cuando una persona habla, tose, estornuda, se ríe o incluso respira, expulsa de su boca y nariz pequeñas gotas respiratorias al aire circundante llamadas aerosoles. La más pequeña de estas gotitas puede flotar durante horas en el aire y cada vez se acumulan más estudios científicos que aseguran que las mismas pueden portar el coronavirus SARS-CoV-2, responsable de la pandemia por COVID-19.
Hace casi un año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no había incorporado esta vital información a los sistemas de salud mundiales como orientación formal para combatir al virus, pese a saberse a esa altura, que se trataba de un virus respiratorio.
Fue necesaria la intervención y el clamor mundial de 200 científicos que publicaron una carta abierta a la OMS el 6 de julio advirtiendo sobre la transmisión en el aire de COVID-19 a través de aerosoles e instando a la organización a reconocer los riesgos. Así fue que días después, la OMS respondió con una actualización en la que reconoció la creciente evidencia de propagación de la enfermedad en el aire. Las gotas que son más pequeñas que 5 micras pueden permanecer suspendidas en el aire durante muchos minutos a horas porque el efecto del arrastre de aire en relación con la gravedad es grande.
Ayer, un grupo de científicos de diferentes naciones que trabajan en las universidades de Oxford, California y Toronto publicaron un estudio científico en The Lancet, donde realizan una recopilación de los 10 argumentos científicos que sostienen la existencia de los aerosoles como un actor importante en la pandemia de COVID-19.
“Si un virus infeccioso se propaga predominantemente a través de gotas respiratorias grandes que caen rápidamente, las medidas de control clave son reducir el contacto directo, limpiar superficies, barreras físicas, distanciamiento físico, uso de máscaras dentro de la distancia de las gotas, higiene respiratoria y uso de protección de alto grado solo para los denominados procedimientos sanitarios que generan aerosoles.
Tales políticas no necesitan distinguir entre interiores y exteriores, ya que un mecanismo de transmisión impulsado por gravedad sería similar para ambos entornos. Pero si un virus infeccioso se transmite principalmente por el aire, una persona podría potencialmente infectarse cuando inhala los aerosoles que se producen cuando una persona infectada exhala, habla, grita, canta, estornuda o tose.
La reducción de la transmisión de virus por el aire requiere medidas para evitar la inhalación de aerosoles infecciosos, incluida la ventilación, la filtración de aire”, afirmaron los doctores Trisha Greenhalgh, Jose Jimenez, Kimberly un Prather, Zeynep Tufekci, David Fisman y Robert Schooley, firmantes del paper científico.
Y agregaron: “La transmisión aérea de virus respiratorios es difícil de demostrar directamente. Por lo tanto, los hallazgos mixtos de estudios que buscan detectar patógenos viables en el aire no son motivos suficientes para concluir que un patógeno no se transmite por el aire si la totalidad de la evidencia científica indica lo contrario. Décadas de investigación minuciosa, que no incluyó la captura de patógenos vivos en el aire, mostraron que las enfermedades que antes se consideraban propagadas por gotitas se transmiten por el aire”.
El médico infectólogo Pablo Bonvehí, jefe de la Sección Infectología y Control de Infecciones del CEMIC, explicó a Infobae que la transmisión es posible por vía aérea. “Por eso se insiste en realizar las actividades al aire libre y la ventilación de los ambientes. Y el equipo de salud que está expuesto a la alta concentración de aerosoles, que deban utilizar máscaras con filtros de alta eficiencia”, precisó el experto.
“El coronavirus tiene un diámetro aproximado de 0.12 micras y no está flotando aislado en el aire. Están inmersos y son transportados por estas microgotas/aerosoles de variable tamaño”, explicó el doctor Martín Lombardero, médico cardiólogo y miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología.
“Los múltiples ejemplos científicos (publicados y científicamente demostrados) de contagios en lugares cerrados, con ventilación artificial y recirculación de aire (supercontagios), terminan de cerrar la idea potencial que los aerosoles que emanan los pacientes COVID 19 en lugares no ventilados son potencialmente infectantes a distancias mucho mayores de los 2 metros clásicamente descriptos”, agregó el experto.
“Hoy sabemos que la principal forma de contagio son los aerosoles y esto lo sabemos porque hay varios trabajos que han medido virus infectivo en muestras de aire y hay estudios experimentales con animales que han comprobado que la vía aérea es posible; también lo sabemos por la gran cantidad de eventos de supercontagio”, explicó Andrea Pineda Rojas, doctora en Ciencias Oceanográficas, del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA/CONICET-UBA) y especialista en el modelado de concentraciones de contaminantes del aire en la atmósfera urbana.
Según Pineda Rojas, “sabemos que la emisión de partículas virales que emitimos es mayor cuando hablamos que cuando respiramos y mucho más si cantamos o hacemos actividad física. El buen ajuste del barbijo es fundamental para los aerosoles, es muy importante ya que, si hay huecos o el tapabocas no está bien colocado, las partículas virales ingresan por ahí”.
Las 10 corrientes de evidencia que apoyan colectivamente la hipótesis de que el SARS-CoV-2 se transmite principalmente por vía aérea según publica The Lancet, son:
1- Eventos de superpropagación. Estas situaciones, en las que muchas personas se infectan en un mismo escenario, se consideran unas de las principales impulsoras de la pandemia. El análisis de contagios masivos en coros, cruceros, restaurantes, mataderos, residencias de ancianos e instalaciones penitenciarias sugiere que la vía aérea tiene un papel determinante en estos casos, “que no puede explicarse adecuadamente por gotitas o fómites [superficies contaminadas]”, según este grupo.
2- Contagio de largo alcance. Nueva Zelanda ha documentado un contagio entre dos personas que no llegaron a cruzarse siquiera, provocado por la mala ventilación en un hotel con personas en cuarentena.
3- Transmisión asintomática o presintomática. El papel determinante que tienen los contagiadores sin síntomas apoya “un modo de transmisión predominantemente aéreo”, según estos científicos, porque “las mediciones directas muestran que hablar produce miles de partículas de aerosol y pocas gotas grandes”.
4- Interiores. Desde el comienzo de la pandemia se sabe que los lugares cerrados son unas veinte veces más proclives a producir contagios que los exteriores. Y que el riesgo se reduce notablemente con la ventilación en los interiores, lo que sugiere la existencia de una ruta de transmisión aérea, que se disuelve con aire en circulación.
5- Infecciones en hospitales. Los contagios en centros médicos, donde se aplican estrictas precauciones frente al contacto directo y las gotitas grandes, pero no tanto frente al contagio por partículas microscópicas en suspensión que pueden inhalarse.
6- Se ha detectado en el aire. En experimentos se ha conseguido determinar que el SARS-CoV-2 permaneció infeccioso en el aire hasta tres horas y a cinco metros de un paciente, pero hay otros estudios que no han logrado capturar muestras aéreas que puedan cultivarse, es decir, que muestren capacidad de contagiar. Esta es una de las principales claves que genera dudas: la ausencia de pruebas sólidas de virus que contagien en el aire. Los firmantes del artículo en Lancet argumentan que el muestreo de virus en el aire es un desafío técnico y ponen un ejemplo: “El sarampión y la tuberculosis, dos enfermedades principalmente transmitidas por el aire, nunca se han cultivado a partir del aire ambiental”.
7- Rastros en filtros de aire. Los científicos han encontrado trazas del coronavirus en sistemas de aire acondicionado y conductos de edificios, “lugares a los que solo se podía llegar mediante aerosoles”. Es más, se investiga el uso de estas trazas de coronavirus en los filtros de aire como sistema de alerta de la presencia de contagios en un área.
8- Animales enjaulados. Varios estudios han probado contagios entre hurones y otros animales que estaban en jaulas separadas y que solo pueden explicarse mediante transmisión aérea.
9- Pruebas en contra. Los firmantes del artículo admiten aquí otro talón de Aquiles: que muchas personas no se contagian tras compartir aire con personas infectadas como sí sucede con otras enfermedades más contagiosas por el aire, como el sarampión. “Esta situación podría explicarse por una combinación de factores”, se justifican, y señalan la diferente carga viral de los individuos y las condiciones ambientales.
10- Otras vías de transmisión. Este grupo señala que hay evidencia más limitada sobre las otras dos vías posibles de contagio: las gotitas respiratorias y el contacto con superficies (fómites). Todos los organismos sanitarios reconocen ya que esta última, tocar objetos contaminados, es raro por no decir muy improbable. Las gotículas explicarían mejor con contagios por proximidad, pero estos también podrían explicarse por aerosoles, ya que se concentran en mayor cantidad cerca de la persona que los expulsa.
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