Las dos terceras partes de los pacientes que sufren el mal de Alzheimer en el mundo entero son mujeres.
Muchas veces se ha argumentado que eso se debe a la expectativa de vida menor de los varones; sin embargo, la brecha no es tan grande ni los síntomas aparecen tan tarde como para que ese dato lo explique.
¿Entonces?
Lisa Mosconi, directora de la Iniciativa Cerebro Femenino, en la Escuela Weill de Medicina de la Universidad de Cornell, tiene otra teoría: en las mujeres, el Alzheimer puede desencadenarse muchos años antes de que se noten las señales de la enfermedad, durante la perimenopausia, el tiempo de transición hacia la menopausia durante el cual el cuerpo va reduciendo la producción de estrógeno. “Todas las mujeres saben que al llegar a la menopausia el pelo se seca, la piel se seca: es el envejecimiento”, dijo a The Atlantic. “Pocas personas comprenden que lo mismo sucede en el cerebro. Nuestras células cerebrales comienzan a envejecer a mayor velocidad”.
Mosconi analiza resonancias magnéticas (RNM) de mujeres en la perimenopausia en busca de atrofia, daño vascular y conectividad; con otra tecnología, la tomografía por emisión de positrones (PET) estudia los niveles de energía cerebral. En los trabajos que ha publicado hasta el momento los hallazgos son reveladores: “Los hombres de 40 a 60 años están bien, pero en las mujeres se observa un descenso notable de la energía cerebral y un aumento en las placas de Alzheimer a medida que pasan de la premenopausia a la menopausia declarada”.
En el cerebro de los ratones se había verificado que ese cambio dañaba el cerebro. Mosconi lo explicó: “El estrógeno es una hormona neuroprotectora. Cuando empieza a faltar, el cerebro queda más vulnerable. Así que si una mujer tiene predisposición al Alzheimer, es en ese momento que el riesgo se manifiesta en su cerebro”.
Roberta Díaz Brinton, directora del Centro de Innovación en Ciencias del Cerebro de la Universidad de Arizona también lo piensa. “La menopausia es como la pubertad”, dijo a la publicación. “Cambia el cerebro para siempre. La pérdida de estrógenos significa que el metabolismo de glucosa en el cerebro, que es su combustible principal, se reduce entre un 20% y un 25 por ciento”.
Por ahora Mosconi y Díaz Brinton no apuntan a una relación directa, de causa-efecto, sino a una asociación entre la menopausia y una aparición del Alzheimer en las mujeres antes que en los hombres. “La menopausia sería más bien un factor desencadenante”, explicó Mosconi. No sólo para el Alzheimer, sino para la la declinación cognitiva en general.
Mosconi aspira a desarrollar formas de prevención y tratamiento para las mujeres antes de que comiencen sus problemas cognitivos, y antes del fin de sus años reproductivos. “La buena noticia es que estos hallazgos nos dan la oportunidad de detectar signos de un riesgo mayor, e intervenir”, argumentó. Pero la detección temprana del Azheimer presenta muchas dificultades.
Y existen muchos factores adicionales que deben ser medidos, por falta de investigación previa. Por ejemplo, Mosconi señaló que las mujeres que han sufrido una histerectomía tienen un riesgo más alto de Alzheimer que las que no. Es algo que se ha observado: faltaría estudiarlo para conocer el motivo.
Tanto la investigadora de Cornell como Díaz Brinton se inclinan con fuerza por asociar el mayor riesgo de Alzheimer en las mujeres a la reducción de los niveles de estrógeno. Como Díaz Brinton hizo estudios en ratones, las dos intentan crear un modelo de trabajo para hacer el estudio en personas.
“Un tratamiento potencial que están comenzando a explorar es un nuevo tipo de terapia de estrógeno”, detalló The Atlantic. Desarrollarla es difícil: no se puede recomendar la terapia de reemplazo hormonal indiscriminadamente, ya que aumenta el riesgo de cáncer de mama. Pero administrar estrógeno durante la perimenopausia y la menopausia “puede restaurar la función cognitiva”, señaló Mosconi. En cambio, “la terapia de estrógeno o la de hormonas combinadas probablemente no tenga utilidad años después del comienzo de la menopausia”. El mayor beneficio, estimó, se podría ver cuando comienzan los síntomas.
Para optimizar resultados y reducir el peligro de cáncer, Brinton piensa en una alternativa al estrógeno vía oral, que no garantiza la llegada al cerebro. En este momento la investigadora desarrolla un suplemento que podría ser “inyectado directamente en el cerebro humano”. Trabaja también en una técnica de diagnóstico por imágenes que le permita medir el efecto de esa inyección. “Primero lo probaré conmigo”, dijo.
Rudy Tanzi, profesor de Neurología en el Hospital General de Massachusetts y co-director del Centro McCance para la Salud Cerebral, estudia el Alzheimer al nivel del ADN. Por ahora, el rastro genético de la enfermedad no se ha detenido específicamente en factores como el estrógeno o el metabolismo de la energía, pero tampoco es posible descartarlo. Durante décadas los científicos han pensado que podría haber un vínculo entre el Alzheimer y la menopausia, pero nadie había hecho un trabajo como Díaz Brinton y su colega, observó. “Mosconi sin dudas está profundizando la exploración de cómo las mujeres pueden ser más proclives al Azheimer”, opinó.
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