Joan Mas Autonell
Nápoles (Italia), 26 oct (EFE).- Casi 40 después del asesinato de Giancarlo Siani, el reportero que la Camorra mató en 1985, su hermano Paolo intenta mantener su memoria viva, sensibilizando sobre una criminalidad mafiosa napolitana que, aunque se ha transformado en las últimas décadas, sigue estando aún "bien presente".
"El dolor no se detiene, se queda en un rincón del corazón. Si hablara un poco más de Giancarlo, me pondría a llorar", dice a EFE Paolo Siani, médico y exdiputado del Partido Demócrata en el Parlamento italiano entre 2018 y 2022.
Según remarca, hoy se ha avanzado mucho respecto a hace cuatro décadas atrás, cuando hablar de mafia era casi un tabú, pues ahora existe una percepción crítica entre la opinión pública que antes no había y en espacios clave como las escuelas se conciencia contra el crimen organizado.
Esto refuerza el recuerdo de su hermano, un periodista independiente que colaboraba con el diario local 'Il Mattino' y que, mucho antes de otros reporteros y escritores antimafia, como Roberto Saviano, logró dar a conocer al detalle las disputas internas de los clanes mafiosos de Nápoles en artículos de investigación, lo que le acabaría costando la vida.
Murió, con 26 años, el 23 de septiembre de 1985: dos sicarios le dispararon 10 balas en la cabeza cuando aparcaba cerca de su casa, en el barrio napolitano de Vomero. En total, nueve periodistas fueron asesinados por la mafia en Italia entre 1960 y 1993, en su mayoría en Sicilia, mientras que el homicidio de Siani fue el único contra un periodista perpetrado hasta hoy en Nápoles.
Siani investigaba los tejemanejes entre familias de la Camorra y publicó un artículo en junio de 1985 donde contaba cómo la detención del 'capo' del clan Gionta se debió a un 'soplo' a la Policía de otro clan, los Nuvoletta, interesados en su arresto como moneda de cambio para un pacto que acabaría con su guerra con otra familia mafiosa, los Bardellino.
Y así desveló las alianzas encubiertas entre grupos camorristas, algo sobre lo que apenas trascendía información entonces y de lo que "nadie había escrito antes en ningún diario", dice su hermano Paolo.
Todo ello convirtió a Siani en un reportero incómodo que molestó incluso al histórico líder de la Cosa Nostra siciliana, Salvatore 'Totò' Riina, aliado del clan Nuvoletta de Nápoles y quien dio la orden de matarlo.
Después de años de incertidumbre, la familia de Siani finalmente vio cómo los responsables de su asesinato eran condenados, aunque las sentencias no se emitirían hasta más de una década después.
"El Supremo confirmó la cadena perpetua para quiénes fueron los asesinos e instigadores del asesinato, pero solo 11 años después, como sucede usualmente con crímenes mafiosos", apunta Paolo.
Aunque al menos su familia "obtuvo justicia", cosa que no ha sucedido con los seres queridos de muchas otras víctimas de la mafia, cuyos casos siguen sin esclarecerse.
"Recordar a las víctimas es nuestra respuesta a la violencia de la mafia", remarcó el hermano del periodista en la conmemoración del 39 aniversario de su muerte, el pasado 23 de septiembre.
En el barrio donde Siani creció, una escalinata cercana al lugar de su asesinato lleva su nombre, además de varias escuelas en Italia. Una muestra en Nápoles también expone el mítico Citroën Mehari de color verde que conducía cuando le mataron.
Con todo, su hermano alerta de que "la mafia no ha desaparecido, está bien presente", solo "ha cambiado" su forma de actuar.
En Nápoles aún existe lo que denomina "camorra de barrio", la que "fastidia al ciudadano" a pie de calle. Los clanes familiares siguen siendo los mismos de antes, y el contrabando o tráfico de drogas se mantienen como algunas de sus actividades principales, aunque la influencia mafiosa va más allá y se extiende en particular al mundo empresarial.
Ahí derivó mucho dinero de la mafia y se trasladó su poder de presión a asuntos como la posibilidad de obtener concesiones, indica Paolo, que valora el "trabajo de investigación y represivo" del Estado en las últimas décadas para reducir el poder mafioso.
"Si miramos, hoy todos los grandes 'capos' están en la cárcel", remarca.
Sin embargo, insiste en que se tiene que hacer más a nivel de prevención y sensibilización, para evitar que muchos niños criados en la cultura mafiosa sigan la vía de sus padres, y así combatir un fenómeno que aún está lejos de desvanecerse. EFE
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