Beirut, 15 jun (EFE).- En las últimas 72 horas los enfrentamientos entre el grupo chií libanés Hizbulá y las fuerzas de Israel se han recrudecido significativamente, disparando aún más los miedos al estallido de una guerra abierta entre ambas partes este verano.
El pasado martes por la noche, Israel infligió cinco bajas en las filas de Hizbulá con un bombardeo contra una vivienda en Jouaiyya, en el sur del Líbano, entre ellas el comandante más importante del grupo chií muerto desde el inicio de las hostilidades hace más de ocho meses.
El movimiento libanés proiraní ha incrementado en consecuencia la envergadura de sus ataques, en una nueva escalada que llega después de varias semanas ya intensas en el frente y de que las autoridades israelíes elevaran el tono de sus amenazas de guerra contra el Líbano.
Estas son algunas claves para entender la situación:
Sí, Hizbulá y el Estado judío están enzarzados en un intenso fuego cruzado desde el pasado 8 de octubre, cuando salieron los primeros proyectiles del lado libanés como muestra de apoyo al movimiento islamista palestino Hamás en la guerra que recién comenzaba en la Franja de Gaza.
Los choques han ido subiendo de intensidad con el paso de los meses, con un radio de acción cada vez más alejado de la divisoria común, una campaña israelí de bombardeos selectivos contra responsables de Hizbulá o la incorporación de nuevo armamento por parte del grupo libanés.
Sin embargo, todavía no se le llama guerra porque desde el comienzo ha estado sobre la mesa la posibilidad de un conflicto mayor, como el que libraron en 2006.
Los últimos diez días han estado marcados por desarrollos de importancia como los primeros lanzamientos de misiles tierra-aire contra cazas israelíes por parte de Hizbulá o un bombardeo del Estado judío contra el noreste del Líbano, en el extremo opuesto a la divisoria.
Y la reciente muerte del comandante del grupo chií en Jouaiyya ha echado aún más leña al fuego, provocando en respuesta uno de sus mayores ataques desde octubre, con al menos 160 proyectiles contra diferentes puntos del norte de Israel.
Aunque a lo largo de los últimos ocho meses el estallido de violencia ha registrado cíclicamente periodos de escalada, alternados con otros más rutinarios, esta vez el recrudecimiento coincide con una subida de tono generalizada en Israel.
"Estamos preparados para una acción extremadamente fuerte en el norte. De una forma u otra restableceremos la seguridad en el norte", amenazó el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hace diez días durante una visita a la zona de frontera con el Líbano.
En los círculos diplomáticos, ya se hablaba desde hace tiempo de la posibilidad de una escalada durante el verano, la época en la que se suelen concentrar las escaramuzas fronterizas y la misma en la que ya estalló también la última guerra de hace 18 años.
La tendencia tiene bastante que ver con que a finales de agosto toca la renovación anual del mandato de la misión de paz de la ONU en el Líbano (FINUL).
Ante los renovados temores a una guerra abierta, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha propuesto la creación de un grupo de contacto a tres bandas con Estados Unidos e Israel para tratar de rebajar la tensión.
Francia está muy implicada en el Líbano -bajo mandato galo hasta 1943- y en los últimos meses ya lideró otra iniciativa de desescalada, pero el futuro del grupo trilateral está en el aire después de que el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, expresara su oposición al plan.
Paralelamente, se espera que el mediador estadounidense Amos Hochstein llegue el lunes al Estado judío con el objetivo de frenar la escalada.
Un oficial de Hizbulá aseguró anoche al diario libanés Al Diyar que no esperan una guerra de forma inminente y que su ataque "sin precedentes" en respuesta al asesinato del comandante fue una medida de disuasión, no un paso hacia el estallido de un conflicto extenso.
Desde el inicio, la formación ha insistido en que no quiere una guerra y ha expresado su disposición a adherirse a una solución negociada, pero lo condiciona al previo final de la guerra de Gaza.
Sin un acuerdo de alto el fuego a la vista entre Hamás e Israel que permita cerrar también el frente del Líbano, la posibilidad de una nueva guerra en el vecindario trae consigo otra preocupación: una escalada regional con la potencial participación directa de actores como Irán.
por Noemí Jabois