Garriguella (España), 6 dic (EFE).- La lápida de Friedrich Windemuth, integrante de la aviación nazi muerto en combate durante el bombardeo del aeródromo republicano de Garriguella, en la provincia española de Girona (norte) en 1939, recibió flores durante años cada verano de manera anónima y resultó que las dejaba el piloto español que lo derribó, Josep Falcó.
Se trata de una de las miles de historias de la Guerra Civil española (1936-1939), donde el Gobierno de la República fue vencido por el bando sublevado del general y posterior dictador Francisco Franco, quien permaneció en el poder hasta 1975 y contó con el apoyo de la alemania nazi en los combates.
El suceso derivó en un itinerario que se inaugura el próximo 9 de diciembre, para conocer aquellos escenarios después de que, hace aproximadamente un año, vandalizaran aquel recuerdo a Windemuth, que permaneció durante más de ocho décadas junto al lugar donde el alemán perdió la vida.
El Ayuntamiento de Garriguella, de la mano del escritor y periodista Josep Playà y de la arquitecta Adela Geli, ha diseñado una ruta en lo que fue aquel aeródromo republicano, que concluye en el cementerio municipal, donde se ha reubicado la lápida, presidida por un olivo como símbolo de paz.
Playà explica a EFE el fruto de una investigación que arranca el 6 de febrero de 1939 con la aviación de la República reunida en este área de la comarca catalana del Empordà desde la que se avistan los Pirineos, frontera natural entre España y Francia.
Aquel día tuvo lugar el último combate aéreo de la Guerra Civil en Cataluña, ya que el ejército alemán tuvo constancia de esa concentración de entre treinta y cuarenta aviones en Garriguella con la idea de dirigirse a territorio francés y regresar posteriormente "porque en Valencia y Madrid el Gobierno de la República seguía resistiendo".
Josep Playà detalla como si estuviese viendo cómo seis (cazas) Messerschmitt de la (fuerza aérea alemana) Luftwaffe atacaron el aeródromo y destruyeron la mayoría de aviones republicanos.
"Solo tres o cuatro pudieron despegar, uno de ellos el de Josep Falcó, que derribó a un Messerschmitt cuyo piloto era Friedrich Windemuth", relata.
No se sabe exactamente cuándo se colocó la lápida, "se supone que en el 39 o 40, seguramente por las autoridades alemanas como homenaje a un piloto de la Luftwaffe que había caído aquí y cuyo cadáver fue repatriado".
El escritor y periodista indica que fue sobre 1960 cuando Josep Falcó, que se había exiliado a Francia tras pasar por campos de concentración como el de Argelès-sur-Mer, regresó a España y descubrió aquel recuerdo a Windemuth.
Falcó venía desde entonces cada verano a la Costa Brava catalana y aprovechaba la estancia "para dejar unas flores, rosas rojas, delante de aquella lápida o monolito".
El que fue piloto republicano mantenía que pudo caer cualquiera de los dos en aquel combate y que quien lo hizo al final no dejaba de ser un joven que perdió la vida con 24 años.
Sin embargo, relata Playà, "mucha gente" interpretó la lápida como un homenaje a aquella aviación nazi "que bombardeó Gernika en el País Vasco, pero también Figueres o Granollers en Cataluña, la Legión Cóndor".
Esto provocó pintadas y la vandalización de hace prácticamente un año, que Playà enmarca en "el debate sobre la memoria histórica" en España.
Las explicaciones de lo que sucedió son la clave, en su opinión, para darle sentido a todos estos restos que quedan de aquel campo de aviación y de aquella mañana del 6 de febrero de 1939.
De ahí, la creación de un itinerario ilustrado con carteles informativos que tiene tres partes principales; uno de los denominados hospitales de sangre para asistir en casos de bombardeo y atender heridos; un refugio muy poco común entre los que se conservan de la Guerra Civil ya que está en superficie ante la imposibilidad por la orografía de hacerlo subterráneo; y un cementerio con la lápida del piloto alemán.
Adela Geli, como arquitecta, se fija especialmente en ese refugio tan particular, a la vez que destaca del itinerario su integración en el paisaje, con viñas y montañas que proporcionan "el mismo escenario de hace 80 años".
Es grande, recorre 40 metros y, por sus características, está envuelto con grosores de hormigón que superan en la parte superior los dos metros.
"La cantidad de hormigón que se necesitó, a día de hoy y con precios de hoy, supondría un gasto en material de unos 130.000 euros sin contar mano de obra ni madera ni loza", puntualiza.
Todos estos vestigios, incluida la lápida de Friedrich Windemuth, convierten desde este sábado a la localidad de Garriguella, con menos de mil habitantes, en un nuevo punto destacado de la memoria histórica en España. EFE
David Álvarez