El alemán Thomas Weber estaba escribiendo su tesis cuando se dio cuenta de que esa vida, sentado durante horas frente al ordenador, no era para él. Entonces, optó por ponerse las botas de goma y con 35 años se convirtió en el pescador más joven del río Mosela, en el estado federado de Renania-Palatinado, en el oeste de Alemania. Weber tiene intenciones de renovar y darle un nuevo impulso a la profesión. A las siete de la mañana, se adentra en el Mosela con su pequeña embarcación a motor para tender las redes. El aire huele a fresco, el viento agita su cabello y las olas golpean rítmicamente el casco. Pero desde que decidió ofrecer visitas a los turistas ya casi no sale solo al río. En la orilla del municipio de Minheim, Weber espera a sus primeros huéspedes vestido con pantalones de pesca anaranjados y les entrega ropa impermeable de colores fluorescentes, chalecos salvavidas e incluso receptores con auriculares para que sus explicaciones se sigan escuchando con claridad incluso cuando el barco navega a toda velocidad por los caladeros del Mosela Medio. Los niños también son bienvenidos en el barco de pesca. "Así pueden ver de dónde viene realmente el pescado", señala Weber. La pesca en el Mosela es una cuestión de practicidad, que no deja demasiado espacio al romanticismo. Sin embargo, no se pueden dejar de apreciar las hileras de vides que enmarcan el río y que crecen hacia el cielo. Y hasta el sol se abre paso entre las nubes precisamente en el momento en el que Thomas Weber muestra cómo tiende sus redes. En días normales distribuye hasta 60 redes por la mañana, aunque muchas veces las capturas suelen ser escasas hasta la tarde. "Antes volvíamos a casa con 100 o 200 kilos de pescado, pero hoy estoy contento si llevo 20 kilos de pez rutilo. La biomasa en el río se mantuvo igual. El problema son las especies de peces que no pertenecen a este lugar", explica. Weber levanta un poco el ancla del fondo para encontrar una de sus 130 trampas para peces. Las redes permanecen en el agua durante quince días. El pescador las utiliza principalmente para capturar anguilas para la Iniciativa de Protección de la Anguila de Renania-Palatinado, con el fin de protegerlas del peligro de las centrales hidroeléctricas del Mosela durante el proceso de desove y apoyar así la conservación de la especie. Pero ya de la primera red que Weber levanta a bordo, caen en los cubos más góbidos que anguilas. El góbido de boca negra, una especie originaria del mar Negro, se considera extremadamente invasiva, se multiplica rápidamente y lleva años moviéndose en masa por los grandes ríos de Alemania. Aunque este pez es básicamente comestible, es tan pequeño y está tan lleno de espinas que casi ningún pescador, y mucho menos los restaurantes, se molestan en prepararlo. El góbido se convirtió en una segunda fuente de ideas para este pescador germano: su propio restaurante. En la posada "Zum Moselfischer", que abrió sus puertas a mediados de agosto directamente en el tramo del Mosela arrendado por Weber en la localidad vinícola de Trittenheim, el pescador acaba el día junto a sus huéspedes degustando vino, pescado fresco y otros productos regionales. El restaurante sigue un lema sencillo y sostenible: utiliza todo el pescado capturado. Weber es el protagonista perfecto de la iniciativa "Faszination Mosel" (Fascinación Mosela), con la que la región lleva varios años atrayendo a los turistas. El objetivo es cambiar la imagen de localidad de restaurantes con bolos en un destino culinario caracterizado por mentes innovadoras y productos típicos de la región: el Riesling o el melocotón de viña del Mosela, el queso local o la ginebra. dpa