Huerta en casa: ¿una familia puede ser autosustentable?

¡Cuántas familias habrán soñado con cocinar en casa con la verdura y la fruta de su propio jardín! Hay quienes fueron un paso más allá y no sólo armaron su propia huerta, sino que también se atrevieron a incorporar productos lácteos, huevos y carnes de su propia producción.

Guardar
HANDOUT - Marie Diederich generó un pequeño ecosistema prácticamente autosustentable para su familia en las cercanías de la ciudad alemana de Kassel, sobre un terreno de 300 metros cuadrados. Foto: Janis Jean Stoye/Löwenzahn Verlag/dpa - ATENCIÓN: Sólo para uso editorial con el texto adjunto y mencionando el crédito completo
HANDOUT - Marie Diederich generó un pequeño ecosistema prácticamente autosustentable para su familia en las cercanías de la ciudad alemana de Kassel, sobre un terreno de 300 metros cuadrados. Foto: Janis Jean Stoye/Löwenzahn Verlag/dpa - ATENCIÓN: Sólo para uso editorial con el texto adjunto y mencionando el crédito completo

¡Cuántas familias habrán soñado con cocinar en casa con la verdura y la fruta de su propio jardín! Hay quienes fueron un paso más allá y no sólo armaron su propia huerta, sino que también se atrevieron a incorporar productos lácteos, huevos y carnes de su propia producción.

Una de esas personas es Marie Diederich, que generó un pequeño ecosistema prácticamente autosustentable para su familia. "Siempre soñé con tener mi propia granja", cuenta la alemana.

Diederich comenzó desde pequeña. Invirtió el primer "dinerito de la semana" que le dieron sus padres en un libro sobre autoabastecimiento y dio sus primeros pasos en jardinería en la terraza del apartamento en el que creció. Cuando cumplió doce años, pudo tener sus primeras cabras y a los 18 se compró algunas gallinas y ya plantaba sus propias verduras en el jardín. A eso le sumó estudios en el área de la agronomía ecológica.

Actualmente vive con su familia en el oeste de Alemania, cuenta con una superficie de cultivo de más de 300 metros cuadrados, nueve gallinas y dos cabras. "Para mí realmente no hay nada más hermoso en el mundo que morder un queso hecho a partir de la leche de mis propias cabras o sentir cómo el aroma de la salsa hecha con tomates de la huerta va llenando el ambiente. Es una sensación de enorme orgullo y agradecimiento", dice Diederich.

Ralf Roesberger tuvo un sueño parecido. Él comenzó en un pequeño jardín, "haciendo un surco en una pequeña superficie de tierra", recuerda. "No tenía ni la más pálida idea, me entregué a la tarea con total inocencia y candidez", dice. De a poco fue abriéndose paso en el terreno hasta que logró acondicionar una superficie de 2000 metros cuadrados para cultivo. En un sector de 800 metros cuadrados plantó verduras, y luego sumó gansos, gallinas, abejas y conejos. Eso sí: a los conejos ya no los carnea. "Por los niños", explica.

Antes era cuestión de supervivencia, hoy es moda

Actualmente la vida autosustentable está de moda y para muchos es todo un sueño. Lo demuestran los libros, blogs y canales en redes sociales que dan consejos y clases sobre cómo llevarlo adelante. Antiguamente la situación era muy distinta. Antes de que se abriera paso la agricultura industrializada del siglo XIX la autosustentabilidad era una cuestión imprescindible, en particular en las zonas rurales.

"La agricultura de subsistencia no era nada romántica, era un asunto de supervivencia y no había ninguna alternativa", dice Stefan Zimmermann, director de un museo al aire libre cerca de Hamburgo. "En aquel entonces no existían los supermercados en los que uno puede comprar cualquier cosa en caso de necesidad. La falta era una compañía permanente, y el miedo de perder una cosecha, de que viniera una plaga o de que estallara una guerra, estaba a la vuelta de la esquina", relata. Después de la Segunda Guerra Mundial todo cambió. Llegó la producción masiva por los procesos de industrialización.

¿Entonces qué es lo que lleva ahora a la gente a retomar ese arduo trabajo con la tierra? Los historiadores tienen varias hipótesis. Por un lado, puede deberse a una postura crítica hacia los modos en que se producen actualmente muchos alimentos y en contra de ciertas prácticas de la agricultura industrial. Por el otro, también el deseo de autonomía. Zimmermann ha observado que "el entusiasmo incipiente por la autosustentabilidad suele darse más bien en contextos de buena situación económica. Tener un pequeño jardín o una huerta incluso da cierto estatus. Hacer uno mismo el pan termina siendo una especie de declaración de principios."

Ralf Roesberger educó a sus niños para que supieran autoabastecerse. "Queríamos enseñarles un modo de vida distinto. Para nosotros era importante que ellos aprendieran cómo crece la verdura, cómo nacen los conejos y cómo las gallinas ponen huevos. Ese conocimiento hoy en día está ausente", dice el padre de familia.

No son unos locos que comen zanahorias torcidas

A pesar de otorgarle tanta importancia a esos aspectos, Ralf y su familia no tienen ninguna intención de vivir en una órbita aparte. "Por supuesto que vamos a hacer las compras. No somos una familia loca que se queda rumiando zanahorias torcidas. Nosotros también comemos fast food y tomamos zumos energizantes", dice Roesberger, que sin embargo cree que el autoabastecimiento es un reto que hay que tomar muy en serio.

"La autosustentabilidad alimentaria es bastante más que hacer un poco de jardinería. Mi objetivo es llegar a un balance de calorías igual a cero", comenta. Para saber si podría alimentar a su familia, calcula el contenido calórico de los huevos, la miel y las verduras y lo compara con la necesidad de cada integrante de la familia, calculando unas 2.500 calorías por persona. Para el cálculo, tiene en cuenta que la familia tal vez no puede consumir todo, sino que también registra cierto excedente. "Uno no puede comer un tazón de miel todos los días", explica.

Marie Diederich sigue una línea un poco menos estricta. "En líneas generales, creo que es importante no medir el autoabastecimiento con la cosecha propia. Genera demasiada presión", dice. Su máxima es: Más vale pasarlo bien en lugar de buscar cumplir cuotas o querer llegar a la perfección. "Si a alguien le gusta plantar hierbas, será autosustentable en hierbas. Un balcón se puede convertir muy fácilmente en un autoabastecedor de pimientos", ejemplifica.

De todos modos, aunque se trate de una tarea llena de satisfacciones, el autoabastecimiento no deja de ser un trabajo bastante duro, también en el siglo XXI. Diederich cuenta que hubo épocas en que los conejos se comían todas las verduras, mientras que Roesberger dice que para él lo difícil es "compaginar la vida moderna con un modo de vida simple y sencillo. Si es época de cosecha, no puedo irme dos semanas de vacaciones porque si me voy, todo el trabajo habría sido en vano", explica.

Pese a estos inconvenientes, ninguno de los dos querría dejar de autoabastecerse. "Aunque los niños luego sigan otro camino, yo seguiré hasta donde pueda", dice Roesberger. Para Diederich, la granja es "el viaje más maravilloso que haya hecho nunca, volvería a hacerlo mil veces."

dpa

Guardar