La práctica profesional del rugby podría provocar modificaciones de la estructura cerebral, según un estudio realizado entre 44 jugadores profesionales y publicado este jueves en Reino Unido, en el marco de las preocupaciones crecientes sobre los riesgos de conmoción cerebral asociados a este deporte.
Dicho estudio del Imperial College realizó un seguimiento a 44 jugadores entre julio de 2017 y septiembre de 2019, 21 de los cuales sufrieron alguna lesión cerebral ligera mientras jugaban.
Los 41 varones y tres mujeres fueron sometidos a una resonancia magnética y cerca de la mitad de ellos pasaron un segundo chequeo un año después. Los resultados fueron comparados con los de especialistas de deportes que no son de contacto, o con personas ajenas al deporte.
Los resultados muestran que el 23% de los jugadores -sufrieran o no golpes en la cabeza- presentaban anomalías en los axones (prolongaciones de las neuronas), que causaban microhemorragias. A estas anomalías de la sustancia blanca del cerebro, que permite las conexiones neuronales, se añaden asimismo "cambios anormales" en el volumen de esta sustancia.
"Lo que no está claro por el momento es el impacto clínico a largo plazo de esos cambios. Son necesarias investigaciones suplementarias para comprender las consecuencias a largo plazo de las lesiones repetitivas en la cabeza a lo largo de una carrera en el rugby", indicó el autor principal del estudio, David Sharp.
La cuestión de los golpes y de las lesiones en la cabeza, ya sea en el rugby o en el fútbol, suscita cada vez mayor controversia, especialmente en relación a sus consecuencias a largo plazo.
A mediados de julio, World Rugby, la instancia rectora del rugby mundial, anunció la extensión del recurso a expertos ajenos a los equipos en caso de conmoción cerebral.
En diciembre del año pasado, un grupo de antiguos jugadores profesionales de rugby anunció su intención de pedir indemnizaciones por daños a World Rugby y las federaciones inglesa y galesa en los casos diagnosticados con problemas neurológicos.
Estos antiguos jugadores consideran que los numerosos choques que sufrieron en entrenamientos o partidos, así como una normativa demasiado laxa en materia de conmociones cerebrales, se hallan en el origen de sus problemas actuales.
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