De un brote infeccioso en un barco a la larga saga de los Juegos Olímpicos de Tokio, aplazados un año y que se abrirán por fin este viernes, la lucha de Japón contra la pandemia ha atraído desde el principio la atención internacional.
El país fue en un primer momento señalado y criticado por la lentitud de reacción contra el covid-19, pero el archipiélago nipón ha registrado hasta ahora unos 15.000 fallecimientos por la enfermedad, con una incidencia mucho menor que en otros países. A la vez, ha conseguido evitar confinamientos estrictos como sí han sufrido otros países.
Japón fue uno de los primeros países, más allá de China, en detectar un caso de covid-19 y comenzó muy pronto a someter a test a personas procedentes de Wuhan. Pero el asunto adquirió una nueva relevancia en febrero de 2020, cuando el barco de crucero Diamond Princess quedó en cuarentena frente a Yokohama, cerca de Tokio.
Con centenares de pasajeros y miembros de la tripulación positivos y 13 fallecidos, las autoridades japonesas fueron muy criticadas por haber exigido que todos se mantuvieran a bordo en cuarentena, mientras el virus se propagaba por la embarcación.
En suelo nipón, el gobierno pedía a los habitantes que se quedaran en casa si mostraban síntomas del covid-19, a la que vez que limitaba los test, una decisión que también generó intensos debates.
Mientras la pandemia empeoraba la situación se agravó a toda velocidad: en marzo de 2020, los Juegos Olímpicos fueron aplazados, algo inédito en tiempos de paz. En Tokio se declaró el estado de emergencia, antes de ser extendido a todo el país.
- Lentitud en la vacunación -
Ese estado de emergencia, que no tomó nunca la forma de los cierres totales decretados en otras partes del mundo, se pedía a la gente que se quedara en casa, aunque sin sanciones de verdad para los que decidieran lo contrario.
Cuando ese primer estado de emergencia finalizó en mayo de 2020, la gente en Japón retomó una vida casi normal, manteniendo una cierta disciplina y llevando mascarilla en toda circunstancia, mientras la frontera nipona seguía cerrada para los extranjeros.
En el verano japonés de 2020, la situación parecía bajo control y había campañas gubernamentales que animaban incluso a las viajes por el interior del país y a que la gente acudiera a los restaurantes.
Pero como en otras partes del mundo, el invierno golpeó fuerte y en enero de 2021 se decretó un segundo estado de emergencia. Las restricciones se mantuvieron durante la mayor parte del periodo anterior a los Juegos Olímpicos.
El agravamiento de la situación sanitaria fue alimentando una oposición cada vez mayor contra los Juegos Olímpicos en Japón y los rumores de una cancelación del evento ganaron fuerza, pero los organizadores los fueron desmintiendo.
Mientras la vacunación comenzaba en Estados Unidos y Gran Bretaña, las cosas avanzaban mucho más lentamente en Japón, tercera potencia económica mundial.
La fórmula Pfizer no fue aprobada hasta mediados de febrero, después de ensayos clínicos en Japón, y las vacunaciones comenzaron prudentemente, primero para el personal médico y luego para las personas de más edad.
El ritmo se aceleró a partir de mayo, pero a una semana de la apertura de los Juegos Olímpicos, apenas un 20% de la población japonesa estaba completamente vacunada y los organizadores decidieron prohibir la presencia de los espectadores en casi todas las sedes olímpicas, por primera vez en la historia de los Juegos.
- "Esfuerzo individual" -
Según los expertos, Japón se benefició del hecho de que tenía preparada mentalmente a su población para un virus así.
"La gente no tenía reticencia a llevar mascarilla. El público tenía ya los conocimientos y las prácticas de higiene de base", explicó a la AFP Haruo Ozaki, que dirige a la Asociación Médica de Tokio.
Pero ha habido lagunas, según Kenji Shibuya, un experto en salud pública, muy crítico con la respuesta sanitaria de las autoridades japonesas.
"El gobierno se ha apoyado demasiado en el esfuerzo individual, en lugar de proponer un enfoque basado en la ciencia, sobre todo con test y vacunación", dice Shibuya, que abandonó funciones importantes en el Reino Unido para dirigir un centro de vacunación en Fukushima.
Según Ozaki, la respuesta de Japón se ha visto también entorpecida por la ausencia de una agencia independiente encargada de las enfermedades infecciosas o de un sistema que permitiera garantizar rápidamente camas de hospital.
La voluntad de la población de asumir responsabilidades personales para combatir la pandemia se ha visto dañada por la duración de la crisis, lamenta Shibuya. Ahora, "la frustración crece", señala.
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