Vestido con su uniforme de campaña, el sargento mayor Alexander Schmidt tiene un aspecto imponente. Alto y de anchos hombros, se podría decir que hasta parece indestructible. Sin embargo, las apariencias engañan. Este soldado alemán sufre de miedos, pesadillas y arrebatos de ira. Tampoco soporta los espacios abiertos y muy concurridos. A sus hijos, cuando eran pequeños, no se les permitía jugar con pistolas de agua en su presencia. Los ruidos de explosiones, como el estallido de globos, siguen provocándole estrés hasta el día de hoy. Schmidt padece un trastorno de estrés postraumático (TEPT) tras haber participado en varias misiones de las Fuerzas Armadas de Alemania (Bundeswehr) en el extranjero. Esta afección de salud mental se desencadena tras experimentar o presenciar crímenes violentos o actos de guerra. Schmidt no quiere hablar de las situaciones vividas. Entrenado para prestar primeros auxilios en el campo de batalla, atravesó la antigua Yugoslavia con un convoy de tanques durante la guerra de Kosovo en 1996. Volvió de allí ya traumatizado, pero sin darse cuenta. "Uno simplemente lo ignora", relata Schmidt. Así fue como a esta misión le siguieron otras, también en el extranjero. Schmidt tenía depresiones cada vez peores y experimentaba los así llamados "flashbacks", en los que revivía las situaciones traumáticas una y otra vez. Tras dos intentos de suicidio, su mujer consiguió finalmente convencerle de que buscara ayuda terapéutica. "Sin mi mujer, ya no estaría aquí", asevera con seriedad este hombre de 49 años. Comenzó a tratarse en 2013, 17 años después de su primera misión con la Bundeswehr. El número de nuevos soldados enfermos con TEPT relacionado con intervenciones militares lleva aumentando desde hace años. A pesar de la disminución de misiones de soldados alemanes en el extranjero, en 2020 la Bundeswehr registró 213 nuevos enfermos, frente a los 183 de 2019. Matthias Frank, del Servicio Médico de la Bundeswehr, piensa que una de las razones es el hecho de que los enfermos solo buscan ayuda tras años de sufrimiento. "Muchos piensan que sus quejas desaparecerán por sí solas y solo acuden en busca de ayuda tras insistentes recomendaciones de los familiares". Frank añade que aún se sienten sobre todo los efectos de las operaciones de combate en Afganistán, que tuvieron lugar entre 2001 y 2015: "Es como una ola de proa que arrastramos a medida que avanzamos". Actualmente hay alrededor de 3.000 soldados alemanes desplegados en el extranjero. La Bundeswehr estima que el tres por ciento de ellos padecen TEPT, la mitad sin haber sido diagnosticados. Por ese motivo, las Fuerzas Armadas Alemanas quieren revertir la situación con una serie de servicios de apoyo y campañas de información para acabar con el estigma asociado a la enfermedad. "En la actualidad hablamos de una herida en el alma, para así aumentar la aceptación de esta afección", explica Frank. "Mucha gente está convencida de que no necesita un psiquiatra", señala, y añade que, sin embargo, cuanto antes busquen tratamiento los afectados, más posibilidades tendrán de curarse. El teniente Frederik Hesse, al igual que Alexander Schmidt, se negó a aceptar su enfermedad mental durante mucho tiempo. Solo cuando nació su hija decidió buscar ayuda y someterse a un tratamiento. "Hasta entonces, llevé esto conmigo durante doce años", afirma Hesse. Para él tampoco es fácil hablar de su dolencia y su historia. De todos modos, lo intenta: durante una misión en 2005, su barco recibió la orden de trasladarse al sudeste asiático para prestar ayuda humanitaria tras el tsunami. Permaneció allí durante tres meses y medio. Vio cadáveres flotando en el mar, fue testigo de la quema de fosas comunes. "En ese momento, no me pareció nada estresante", recuerda Hesse, en la actualidad destinado en la ciudad de Bremerhaven, junto al Mar del Norte. En el viaje de vuelta, durante una parada en Singapur, se sentó en un bar con un camarada. "De repente, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, ambos rompimos a llorar". Sin embargo, no buscó ayuda, sino que continuó participando en misiones. Al mismo tiempo, comenzó a retraerse socialmente, a deprimirse y a tener ataques de ansiedad. En la actualidad, tanto Schmidt como Hesse están mucho mejor. Llevan años recibiendo tratamiento en régimen de internamiento y ambulatorio. Su terapia es asistida con perros. "Krümel" acompaña a Schmidt desde hace tres años. Esta mezcla de labrador es un perro de asistencia, y está especialmente entrenado para ayudar a su amo en situaciones difíciles. "Si tengo una pesadilla o un "flashback", él se da cuenta, me da un empujoncito y me devuelve al aquí y ahora". Como "Krümel" le hace tan bien, a Schmidt le gustaría que otros compañeros que también padecen de TEPT se beneficiaran de un perro de terapia. Sin embargo, el curso de entrenamiento es caro. "Cuesta hasta 30.000 euros", especifica Schmidt. Ni el seguro médico ni la Bundeswehr cubren los gastos. En 2019, Schmidt puso en marcha una iniciativa muy particular: junto con otros voluntarios de la Bundeswehr, recoge tapas de botella y las vende a los comerciantes de metales. De esta manera se reunieron en 2020 alrededor de 14.000 euros (aproximadamente 16.600 dólares estadounidenses). Estos están destinados a ayudar a las personas con TEPT a pagar los gastos de adiestramiento de su perro de terapia. El teniente Hesse también agradece la ayuda de su perro de asistencia. "Dorle" vive con él y su familia desde octubre de 2020, y gracias a él Hesse ha recuperado la capacidad de alegrarse por pequeñas cosas, algo que no pudo hacer durante mucho tiempo. Este soldado de 37 años afirma que "Dorle" le da una sensación de seguridad: "Y me ha devuelto la autoestima". Hay algo de lo que Schmidt y Hesse están seguros: no volverán a participar en misiones de la Bundeswehr. dpa