El 19 de septiembre de 1985, a las 7.19 de la mañana, Alicia González sintió que el piso de su casa vibraba bajo sus pies. Bastaron segundos para que levantara la mirada y viera que la pared flameaba y que el piso había comenzado a abrirse. No agarró documentos, abrigo ni objetos de valor: sólo alcanzó a envolver a su beba de un año en una manta y salió corriendo. Mientras corría, miró hacia atrás y vio como la pared se desplomaba y el piso de su living se separaba. Ayer, exactamente 32 años después de aquella mañana, Alicia volvió a sobrevivir a un terremoto.
Tenía 20 años cuando un terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter conmocionó a México. "Envolví a la niña con una cobija y corrí con ella en brazos hasta la casa de mi madre, que vivía como a tres calles. En el camino veía que la gente corría y gritaba. Se habían derrumbado las casas, se había caído un hotel y las fachadas de los edificios, mucha gente había quedo sepultada", cuenta Alicia (52) a Infobae. Su mamá la vio y respiró aliviada. De a poco fueron apareciendo todos: ella, sus padres y sus ocho hermanos estaban vivos.
Esa noche, Alicia y su familia durmieron en la calle. Hacía frío y sólo tenían las mantas para abrigarse. No tenían permitido volver a sus casas porque todo su vecindario -San Antonio Tomatlan, en la Ciudad de México- estaba en riesgo de derrumbe. "No nos dejaban entrar porque se nos podía caer la casa encima. Fuimos a la calle. No teníamos luz, el gobierno nos llevaba agua y mantas en camiones, comíamos lo que nos daban. De las cosas más tristes que vi fue a los vecinos peleándose por un vaso de agua. Estábamos ahí y veíamos pasar a las personas en pánico, gritaban que se les habían muerto sus familiares".
La réplica, al día siguiente, terminó de voltear los edificios que habían quedado rengos. Alicia y su familia vivieron varias semanas frente a su casa, junto el resto de sus vecinos. Después los mudaron a un campamento que construyeron para los damnificados: vivieron allí durante un año. Los cimientos de las casas de toda su vecindad estaban tan frágiles que tuvieron que tirar toda su historia abajo.
No hay consenso sobre cuántos muertos hubo en aquel terremoto. Oficialmente hubo más de 3 mil aunque, con el tiempo, hubo organismos que estimaron que fueron 10 mil o más. Alicia creyó que la experiencia de haber sobrevivido a un terremoto con semejante potencia era suficiente para la línea de tiempo de su vida. El sismo de ayer le mostró que estaba equivocada.
"Esta vez, yo estaba en la calle, había salido a comprar pollo. A eso de las 13.15 empecé a sentir que el piso temblaba. Sé que le dije a alguien 'está temblando', que me puse debajo de un quicio y empecé a rezar: 'Padre nuestro que estás en el cielo, Padre nuestro que estás en el cielo'. Traté de tranquilizarme pero a una señora que estaba al lado le agarró un ataque de pánico muy fuerte, no podíamos calmarla", sigue.
Lo que sucedió, segundos después, le hizo pensar que ésta vez sí podía ser parte de las víctimas fatales. "Como el piso temblaba tanto, se cayó una torre de luz con una trasformador enorme justo delante mío y empezaron a salir chispas para todos lados. Y yo pensé: 'Aquí quedamos, aquí sí voy a morir, me llegó la hora'". Alicia pensó que el transformador iba a explotar y a provocar un incendio.
Salvo porque aquella bebé que envolvió en una manta y que hoy es una mujer adulta, Alicia hizo lo mismo que hace 32 años: salió corriendo a buscar a su mamá, Flora, que tiene 72 y estaba sola. "Afortunadamente estaba bien. Mi hija Dulce, la que en el terremoto del 85 era bebé, ahora tiene a su niño", cuenta.
Fueron a buscarlo al colegio mientras oían, otra vez, el sonido agobiante y repetitivo de las sirenas y los gemidos de los heridos. Oían, además, los gritos de quienes buscaban a alguien desaparecido y de quienes sabían que uno de los suyos estaba sepultado pero no sabían si estaba resistiendo bajo los escombros o ya había muerto. Su nieto estaba bien y Alicia respiró.
Mientras ellos buscaban y encontraban a su nieto, una de las hermanas de Alicia buscaba desesperadamente a su hija. Pamela estaba en la escuela cuando el edificio se partió en dos y las escaleras se derrumbaron. "Mi escuela se partió al medio por la parte de arriba y el piso se levantó", alcanza a contar ella a Infobae antes de que las líneas de teléfono vuelvan a colapsar. Su madre sufrió una crisis de pánico buscándola y todavía, se disculpa, no puede hablar.
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