Las explosiones iniciaron después de las 23:00 horas. (Video:YouTube)
El 15 de septiembre de 2008, casi a la medianoche, María de Jesús Vázquez se encontraba en el centro de la ciudad de Morelia, Michoacán, con su esposo y sus cuatro tres hijos cumpliendo una tradición mexicana que desde niña era un ritual familiar: presenciar el grito para conmemorar un año más de la Independencia.
En ese momento empezó a llover levemente, su esposo fue por un paraguas, y dos de sus hijos junto con el más pequeño fueron a comprar agua. Ella y su hijo mayor, entonces de 15 años, se quedaron a presenciar la ceremonia cuando de repente escucharon un trueno que confundieron con pirotecnia, pero a ese estruendo siguieron otros más, no se trataba de pirotecnia, eran granadas que habían sido lanzadas contra la multitud.
Una de las explosiones aventó a María de Jesús unos metros, y su hijo fue pisoteado por la multitud que huía del lugar víctima del pánico. Ella perdió el conocimiento, cuando lo recuperó ya nada sería igual.
"Cuando desperté ya había ambulancias y personas del Ejército cuidando que ya no nos pisaran, pero ya estábamos todos heridos y había muertos. Había heridos de todo tipo: unos con los intestinos de fuera otros sin pie, unos sin una mano, pedazos por donde quiera", recuerda en plática con Infobae.
Michoacán fue justo donde el 11 de diciembre de 2006 el gobierno federal había iniciado la guerra contra el narco.
"Es claramente un acto terrorista, según lo define nuestro propio marco legislativo […] y claramente tiene que ser referido como tal", dijo días después el entonces Ministro del Interior Juan Camilo Mouriño, lo cual fue refrendado por el gobernador Leonel Godoy: "Sin que todavía sepamos quiénes fueron quienes lo organizaron, pero estamos sin duda ante un atentado terrorista".
Sin embargo, con el pasar de los años, las referencias oficiales sólo apuntan a un "ataque" o "granadazo", pero el saldo de ocho muertos y 132 heridos, más de 20 de gravedad, no se olvida.
Días después del atentado la Fiscalía Federal capturó a tres presuntos autores materiales del atentado quienes reconocieron pertenecer al Cártel de los Zetas, pero fueron liberados en 2015 luego de que un juez determinara que en el caso hubo fabricación de pruebas, tortura y violaciones a sus derechos humanos.
El atentando del Grito de Independencia en la Plaza Melchor Ocampo de Morelia es uno más de los hechos confusos en México, en los que no hay culpables y tampoco se sabe a ciencia cierta qué fue lo que pasó, así lo reconocen las víctimas que nueve años después padecen las secuelas.
Las esquirlas en el cuerpo
Al igual que para María de Jesús, para Aurora Bravo la vida ya no es igual. Tanto ella como su esposo padecen las secuelas de las esquirlas en sus cuerpos. A casi una década tienen problemas para permanecer en lugares abiertos por largos periodos de tiempo, para conciliar el sueño y en sí para superar el episodio.
Ese día estaba en la plaza con su esposo, su suegra y sus sobrinos.
"Pensamos que el trueno era de los castillos de la pirotecnia porque se oyó así, pero cuando uno empieza a ver alrededor el río de sangre pues vinos que era otra cosa, y yo con mi sobrina que no sabía donde estaba. Lo que recuerdo es que quería ver dónde estaba mi sobrino yo le decía a mi marido que buscara a su mamá, pero sus pies no le respondían y yo a medida que se me fue enfriando el cuerpo ya no pude caminar anduve de rodillas buscando porque nos faltaban varias personas", relata a Infobae, pero "mi suegra y mi sobrina ya no están aquí para contarlo".
Ninguna de las dos mujeres se explica a distancia qué fue lo que pasó y cómo "injustamente" cambió sus vidas y la de sus familias.
Antes del atentado María de Jesús era enfermera. Su sueldo y el de su marido eran suficientes para enviar a sus hijos a escuelas particulares.
Cuando llegó al hospital le notificaron que debido a las heridas que había sufrido había que amputarle la pierna derecha. Se negó porque perdería la extremidad completa, pero en 2015 tuvo que ceder ante el dolor y aceptar finalmente la amputación.
"Se me había hecho un cáncer. Me dio un infarto, se me subió un coagulo al pulmón, no sólo fue la situación de la pierna sino todas las esquirlas en el cuerpo. Me sacaron una de un ojo hace como un año y dos del riñón derecho que eran las más graves", expresa.
Su hijo, ahora de 24 años, tiene una afectación en la columna vertebral que llegó hasta el nervio ciático. Tiene la cuarta, quinta y sexta vertebra hacia adentro, no puede someterse a una operación porque quedaría en silla de ruedas. Por lo pisotones, tiene fracturas en la mano izquierda y de la mano derecha casi se le desprendieron el primero, segundo y tercer dedos.
"De repente está en cama, hospitalizado", dice su madre con resignación.
Aurora y su esposo tienen problemas para moverse, ella aún tiene esquirlas en los pies que le provocan intensos dolores cuando hace frío y se le hinchan cuando hace calor, en cualquiera de las dos situaciones caminar es doloroso.
Su esposo tiene 70 esquirlas en las dos piernas que lo mantuvieron durante más de un año atado a una cama casi la mayor parte del tiempo.
Hace nueve años, asegura, podían soportar la situación porque eran jóvenes, "pero ahorita que ya estamos más grandes, ya somos más achacosos", dice con un poco de humos.
"Insisten en que es muy injusto", dice a Infobae Selene Vázquez, responsable de la oficina de Atención a Víctimas en Michoacán.
El atentado en Morelia se registró cuando en el país todavía no existía un marco legal de atención a víctimas, aún así, asegura Vázquez, a los afectados nunca se les dejó de atender, algunos reciben pensión vitalicia y atención médica. Reconoce que por la falta de algunos medicamentos a veces no se les ha podido entregar todo lo que requieren.
La oficina atiende aún a 23 de las víctimas, que cada 15 de septiembre reviven la tragedia. Para ellos, como dice Aurora, después de la tempestad no ha llegado la calma.
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