Cuenta la historia que un día de 1967 un pequeño pueblo mexicano de Michoacán llamado Acuitzio se paralizó cuando llegó en un auto convertible un hombre de traje con lentes oscuros y con muchos dólares.
Su nombre era Gonzalo Calderón, un habitante del pueblo que cinco años atrás había migrado a Alaska y regresaba como un ejemplo del sueño americano que había cumplido en uno de los lugares más recónditos del mundo, donde actualmente viven unos 30.000 mexicanos.
Algunos han tenido éxito, pero la realidad es que para la mayoría de los mexicanos es difícil adaptarse al cambio de clima, a los días cortos y peor aún si no hablan inglés. La idea del sueño "mexquimal" ha llevado a cientos de personas a vivir situaciones que nunca se imaginaron.
El engaño más común es que los reclutan en México con la promesa de sueldos en dólares, arreglarles sus papeles, darles vivienda y alimento entre 4 y 6 meses, pero al llegar se encuentran con que no les pagan lo que les prometieron, los empleadores les cobran el hospedaje y la comida, nunca les arreglan sus papeles y de su sueldo les descuentan el boleto de avión.
Así le sucedió a María, una joven de Jalisco con estudios universitarios que migró el año pasado gracias a que una empresa le prometió legalizarle su estancia. Sabía que llegaría a trabajar de mesera, pero confiaba que como tenía estudios universitarios, una vez arreglados sus papeles podría emplearse en algo mejor.
Cuando llegó a Anchorage, la capital, nadie la fue la recoger al aeropuerto. Entonces se dirigió a la dirección de la casa donde le habían dicho que se iba a hospedar, llegó y estaba vacía pero abierta, por lo que se instaló. Fue dos días después que un chofer la recogió para llevársela a Homer, un puerto turístico donde empezó a trabajar en un restaurante, enfermó y fue despedida. Tuvo que emplearse haciendo limpieza en casas para regresarse a México cuatro meses después.
"Muchos acaban entrampados en el tráfico humano y laboral", platica a Infobae Gabriela Olmos, migrante mexicana y editora de Sol de Medianoche, único diario en español en el estado. Durante el poco tiempo que tiene viviendo en Anchorage le ha tocado conocer historias similares a las de "María", que no es su nombre real, pero así le llamaban en el restaurante.
Las jugosas ofertas laborales
Los enganchadores en México les venden la falsa idea de que Alaska es como Canadá, pero callan algunos puntos importantes: la vida es el doble de cara que en California y que en Nueva York; que en invierno las temperaturas pueden llegar a entre -25° y -50° grados, los días son muy cortos, lo que hace que muchos migrantes entren en depresión.
En el verano es cuando se necesita mayor mano de obra en el país y cuando se da la mayor llegada de trabajadores, pero lo que hacen algunas empresas, según relató Gabriela, es que los mismos enganchadores que los contrataron en México llaman a las oficinas del temido ICE, denuncian la ubicación de los trabajadores ilegales para que los deporten y así no tener que cumplir sus promesas.
"Estos crímenes son difíciles de detectar porque la gente es muy vulnerable y no se atreve a hablar y a denunciar. No es tan fácil que los agarren", dice Olmos.
"La primera conversación que tuve del sueño de Alaska fue en una región de Jalisco y alguna persona me comentó con entusiasmo sobre esto y yo ya me estaba alistando para ganar en seis meses 26.000 dólares", recuerda Bernardo Méndez Lugo, director de Fundación Pro Migrante América sin Muros y ministro jubilado del Servicio Exterior Mexicano.
Advierte que en la promesa del sueño "mexquimal" existe lo que llama "costos ocultos" porque no se sabe las condiciones en las que están muchos de los migrantes ni la situación de aislamiento en la que viven.
"Hay una serie de cuestiones de costos ocultos que requieren un cierto punto de disciplina porque es un aislamiento muy fuerte, ya que una de las industrias en las que más se emplean extranjeros es la pesca", agrega. Actividad gracias a la cual algunos mexicanos también lograron hacer fortuna a finales de la década pasada, principalmente los que iban a trabajar la isla de Duch Harbor, contratados por Seafood Company America.
Trabajando tres meses al año 14.5 horas diarias por una paga de USD 500 dólares por día, reúnen los suficiente para no emplearse en otra cosa el resto del año.
En el caso de algunos migrantes de Michoacán también trabajan como obreros de industrias empacadoras y enlatadoras. Promotores de empresas como Alaska Wild Life trasladan a los trabajadores desde el Puerto de Ensenada, en México, donde atracan los buques que los llevarán a lugares como Anchorage, Ketchican, Sitka, Kodiak o Juneau hasta por 10 meses. El tema, recomiendan, es asegurarse que se está tratando con una empresa seria como las dos mencionadas que ya tienen décadas operando.
En internet se pueden encontrar una serie de propuestas laborales en las que se llegan a ofrecer hasta USD 30.000 en la temporada de pesca. Uno de estos anuncios lo menciona como uno de los trabajos mejor pagados del mundo, con prestaciones de ley y el pago del avión si se llega a un buen trato con la empresa.
El último rincón del mundo
"No es cierto que es tan bien pagado y eso es algo que a nuestra gente a veces la pone en situaciones difíciles", cuenta a Infobae Lina Marsical, nacida en Durango y residente de Alaska hace 34 años.
Cuando habla de "nuestra gente" se refiere a migrantes de Michoacán, Durango, Jalisco, Oaxaca, Querétaro y de otros estados que cada temporada llegan al estado.
Lina llegó con su familia sin saber el idioma. Sus primeros meses fueron difíciles, la ventaja es que tenían una red que los iba a recibir, y a sus 16 años fue fácil aprender el idioma cuando entró a la escuela.
Después de más de tres décadas de vivir en Anchorage no deja de reconocer que a veces es extraño porque "estamos en el último rincón del mundo".
También ha visto historias de frustración de connacionales que llegan buscando un sueño y terminan viviendo una pesadilla.
"A menos que tengas un título universitario, que sepas el idioma, que tengas conocidos y entonces puedes conseguir algo bien", advierte.
Mucha gente llega a la pesca con la idea de conseguir después un trabajo duradero en alguna otra área, como le sucedió a "María", pero muchos terminan trabajando en la construcción, limpiando patios, en la jardinería y con sueldos de USD 14 diarios, que si bien es tres veces el salario mínimo en México, en el contexto estadounidense está fuera de la ley, pus deberían ganar un mínimo de USD 9,75 por hora.
El cierre del consulado mexicano en Alaska a finales de 2015 dejó más desprotegidos a quienes llegan en búsqueda de una vida mejor.
"No digo que no se vengan, pero que la gente tenga la información correcta para que tome las decisiones adecuadas", dice Lina, quien es dueña de una panadería.
Gabriela afirma que no es que los radicados allá "nos queramos quedar con todo el pastel"-también hay casos exitosos, como el de los dueños de los 50 restaurantes mexicanos en el estado- sino de prevenir a la gente para que no sea víctima de un engaño.
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