Lanzado con fuerza por agentes de un cuerpo policial de élite de Guatemala para eludir rápidamente a los periodistas y fotógrafos, Javier Duarte de Ochoa cayó en la celda de la patrulla.
El golpe de la caída resonó en el vehículo listo para abandonar la calle de acceso y salida de la Torre de Tribunales, en el corazón de la ciudad de Guatemala: el político mexicano acusado de corrupción y vínculos con narcotraficantes quedó desparramado —de frente a los reporteros— y exhibido impotente en una jaula móvil.
Según un artículo del diario mexicano El Universal, el caos con la prensa cundió cuando el ex gobernador de Veracruz inició a las 12:20, hora local, un recorrido de 10 minutos a pie al bajar de ese blindado en el que viajó de la cárcel de Matamoros a la Torre de Tribunales. Y el desorden resurgió cuando salió, cerca de las 16:00.
Se lo vio serio en todo momento, sin la sonrisa que lució el domingo pasado, cuando fue detenido luego de meses de estar prófugo de la Justicia.
Al entrar y al salir del tribunal fue recibido y despedido por un coro de pandilleros y otros delincuentes guatemaltecos que le gritaron. "¡Basuraaaa!", corearon al pasar frente a ellos, retenidos en "carceletas" en el sótano de la Torre. Un oficial le pidió que se quitara sus zapatos para una inspección de rigor antes de entrar a la Torre, donde fue sometido a un cateo personal minucioso de pies a cabeza en medio del asedio de la prensa.
Un grupo de seguridad de la Policía Nacional Civil (PNC) y del Sistema Penitenciario, que le trasladó, nunca dejó de avanzar hacia una sala del piso 11, donde Duarte compareció ayer ante un tribunal guatemalteco que tramita su extradición.
Ni a la entrada ni a la salida, el ex gobernador respondió preguntas. Duarte se mantuvo fiel a su silencio, con rostro de molestia, de incomodidad.
Al ingreso, llegó esposado de manos por delante, con un chaleco antibalas y zapatos café. Antes de la inspección, con las esposas se le ató de manos a la espalda y los grilletes y cadenas de los pies pasaron a la parte trasera de su cuerpo. Un oficial hizo otra revisión y encontró una lapicera en el pantalón y se lo quitó. Le dijo que, por precaución, está prohibido. Duarte obedeció.
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