Tres maneras de mejorar los debates presidenciales

Ante la proximidad de un nuevo debate entre Joe Biden y Donald Trump, se plantearon reformas necesarias para mejorar la calidad y eficacia de estos encuentros electorales

Guardar
Biden y Trump, listos para enfrentarse en un nuevo debate, mientras expertos sugieren importantes reformas para mejorar el proceso. (EFE/ Michael Reynolds)
Biden y Trump, listos para enfrentarse en un nuevo debate, mientras expertos sugieren importantes reformas para mejorar el proceso. (EFE/ Michael Reynolds)

Joe Biden y Donald Trump dicen que están listos para debatir... otra vez. “Estoy encantado de debatir con él”, dijo el presidente al locutor de radio Howard Stern el mes pasado. A lo que su rival, que se saltó todos los debates de las primarias republicanas, respondió en su plataforma de redes sociales: “DONDE SEA, CUANDO SEA, EN CUALQUIER LUGAR”.

Concedido, hay motivos para preguntarse cuánta iluminación obtendrán los votantes al ver a estos dos uno al lado del otro en un escenario. Su primer cara a cara hace cuatro años fue “el peor debate presidencial que se recuerda”, según nuestro Consejo Editorial de The Washington Post, el cual lo calificó de “vergüenza”.

Para refrescarles la memoria de aquellos 90 minutos atroces, esta fue la vez en la que Trump protagonizó una actuación entre grosera y desquiciada, interrumpiendo a Biden prácticamente cada vez que el demócrata abría la boca. Aturdido y exasperado, el actual mandatario le replicó en un momento dado: “¿Quieres callarte, tío?”. El moderador Chris Wallace ha dicho que todavía tiene “flashes de trastorno de estrés postraumático” por la experiencia.

Aun así, el espectáculo fue tan revelador como espantoso. ¿Podría haber habido mejor prueba del desprecio del exmandatario por los valores democráticos -o preludio de lo que vendría el 6 de enero de 2021- que el llamamiento que hizo al grupo extremista de extrema derecha Proud Boys para que “retrocedieran y se mantuvieran al margen”?

La Comisión de Debates Presidenciales ya ha anunciado un calendario de tres debates presidenciales y uno vicepresidencial que tendrán lugar en vísperas de la jornada electoral; los nombres de los moderadores y otros detalles se conocerán más adelante. Y la verdad es que gran parte de esto se decidirá en las negociaciones entre las propias campañas. No hay pocas posibilidades, por ejemplo, de que en lugar de tres debates solo haya uno o dos.

Pero vale la pena esperar que lo que pueda salir de esto sean cambios que hagan que los debates presidenciales tengan más sentido y los actualicen para reflejar las realidades de cómo la gente decide y emite su voto en 2024.

La historia de los debates presidenciales muestra una necesidad de adaptación a los tiempos actuales, incluyendo el voto anticipado y nuevas reglas para los participantes. (Europa Press/Liu Jie)
La historia de los debates presidenciales muestra una necesidad de adaptación a los tiempos actuales, incluyendo el voto anticipado y nuevas reglas para los participantes. (Europa Press/Liu Jie)

Empecemos por cuándo se celebran los debates. Tradicionalmente, han llegado tarde en el calendario. El único encuentro entre el presidente Jimmy Carter y el aspirante republicano Ronald Reagan en 1980 no tuvo lugar hasta el 28 de octubre, apenas una semana antes de las elecciones. Pero eso fue en una época anterior al voto anticipado.

La comisión lo reconoce, y por eso el primer debate de este año se celebrará antes que nunca, el 16 de septiembre, en la Universidad Estatal de Texas. Ambas campañas dicen que no es lo suficientemente pronto; para entonces, por ejemplo, es posible, dependiendo de cuándo se finalicen las votaciones, que algunos votantes en el crucial estado indeciso de Pensilvania ya estén votando.

Lo ideal, argumenta Brett O’Donnell, que ha sido un solicitado preparador de debates para aspirantes del GOP desde George W. Bush, sería “quizá uno antes del Día del Trabajo y los otros dos en septiembre”.

Sin embargo, los criterios de la comisión de debates para determinar si se permitirá la presencia en el escenario de aspirantes ajenos a los principales partidos complican la situación, como ocurrió recientemente con el candidato independiente Ross Perot en 1992.

Además de obtener el 15% de los votos en una media de cinco sondeos nacionales examinados por un experto externo, un candidato debe figurar en la papeleta electoral de suficientes estados para tener al menos la posibilidad de alcanzar los 270 votos electorales necesarios para ser elegido. Y en varios estados, los plazos de presentación de candidaturas no finalizan hasta 60 días antes de las elecciones del 5 de noviembre, es decir, el 6 de septiembre.

Así que si se quiere añadir un debate anterior entre Biden y Trump, tendrá que hacerse fuera del ámbito de la comisión. No aguantemos la respiración.

Otra cosa que me gustaría ver es la interrupción de las audiencias en directo. Están formadas por simpatizantes, funcionarios de los partidos y donantes, que ignoran sistemáticamente las advertencias de no aplaudir ni vitorear. Los debates serían más disciplinados y sustanciosos si se celebraran -como el famoso encuentro de 1960 entre John F. Kennedy y Richard M. Nixon- en un estudio de televisión.

En busca de debates más informados y menos caóticos, se proponen medidas como la limitación de la audiencia en directo y una mayor apertura a candidatos de terceros partidos. (EFE/Shawn Thew)
En busca de debates más informados y menos caóticos, se proponen medidas como la limitación de la audiencia en directo y una mayor apertura a candidatos de terceros partidos. (EFE/Shawn Thew)

La excepción debería ser el debate en el ayuntamiento, que está previsto que se celebre el 1 de octubre en la Universidad Estatal de Virginia, la primera universidad históricamente negra elegida como sede. Los candidatos no pueden encogerse de hombros ni reaccionar con hostilidad a las preguntas que les hagan los votantes de a pie. Por eso, quienquiera que sea elegido para moderar el ayuntamiento haría bien en dar un paso atrás y dejar que el público pida cuentas a los candidatos.

Además, está la siempre espinosa cuestión de la comprobación de los hechos. Los moderadores no deberían cargar con ese peso. Es mejor que lo hagan los medios de comunicación y las campañas contrarias. El público de hoy suele ver los debates en más de una pantalla. Cuando un candidato dice una barbaridad, rápidamente se le pilla.

No faltan quienes sostienen que los debates presidenciales han dejado de ser útiles. Pero la alternativa es el duelo de cámaras de eco que se da hoy en día en el discurso político. Así que mézclense, Sr. Biden y Sr. Trump. Todos nos quedaremos a la espera.

(*) The Washington Post

(*) Karen Tumulty es redactora asociada y columnista de política nacional. Se incorporó a The Post en 2010 procedente de la revista Time y también ha trabajado en Los Angeles Times.

Guardar