Los investigadores que estudian miles de llamadas grabadas han descubierto una especie de “alfabeto fonético de los cachalotes” incrustado en sus cadenas de sonidos “clic”. El hallazgo sugiere que estas ballenas tienen un sistema de comunicación mucho más complejo de lo que se creía.
Además, se suma a casi un siglo de investigaciones sobre animales e insectos que han echado por tierra la idea de que solo los humanos poseen un intrincado sistema para comunicarse entre sí. Para los cachalotes, las ráfagas de chasquidos conocidas como codas se presentan en distintas variedades y forman los componentes básicos del habla, al igual que el lenguaje humano surge de los distintos sonidos vocales que combinamos para formar palabras y frases.
Las ballenas dan forma a estas codas en unos 300 tipos, variando su duración, ritmo y tempo, y a veces añadiendo un clic extra. Los investigadores describen su descubrimiento en un estudio publicado el martes en la revista Nature Communications. “La advertencia más importante es que aún no sabemos si una coda es una palabra, una frase o una vocal o consonante individual”, afirma Jacob Andreas, profesor asociado de Ingeniería Eléctrica e Informática en el MIT y uno de los autores del nuevo estudio.
“La gran ventaja, la forma de averiguar de qué están hablando realmente, cómo funciona este sistema de comunicación y qué significan las cosas”, añadió, es intentar relacionar las llamadas específicas con el comportamiento de una ballena. “Y eso es algo en lo que estamos trabajando activamente ahora”.
Robert Seyfarth, profesor emérito de psicología de la Universidad de Pensilvania que no participó en la investigación, calificó el estudio de novedoso e importante. “También es un logro tecnológico, porque estudiar la comunicación de las ballenas plantea problemas que no se plantean cuando se estudian especies terrestres que son fáciles de observar”, dijo.
Hacer clic para comunicarse
Los cachalotes no cantan como las ballenas jorobadas. Hacen chasquidos para detectar a sus presas y para comunicarse mediante sus labios fónicos, órganos compuestos de grasa y tejido conjuntivo situados en la abertura de la nariz. Los labios fónicos se abren muy brevemente y vuelven a juntarse, creando un fuerte chasquido que se amplifica en el complejo nasal.
Los chasquidos de los cachalotes alcanzan el equivalente a unos 170 decibelios en el océano, tan fuerte como un disparo de escopeta. Los sonidos superiores a 120 decibelios pueden causar daños inmediatos en el oído humano, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Cuando recorren el océano, los cachalotes se sumergen más de 1.000 metros bajo la superficie en busca de calamares y otras presas.
“Salen a la superficie 45 minutos más tarde y no se sabe por dónde van a salir”, explica Gasper Begus, profesor adjunto de Lingüística de la Universidad de California en Berkeley. Begus trabaja con la organización sin ánimo de lucro Proyecto CETI, que desempeñó un papel decisivo en la investigación, pero no participó en el estudio de Nature Communications.
En condiciones tan difíciles, los investigadores del Proyecto CETI han estado registrando una comunidad de unos 60 cachalotes en el este del Mar Caribe, cerca de la isla de Dominica. El personal de las embarcaciones debe acercarse lo suficiente a los cachalotes para colocarles una etiqueta de succión con un dispositivo de grabación mediante largas varillas de plástico.
Para el nuevo estudio, científicos del Proyecto CETI, el MIT y el Proyecto Cachalote de Dominica utilizaron algoritmos para agrupar las codas de cachalote grabadas. Encontraron 18 ritmos diferentes, cinco tempos y dos tipos distintos de chasquidos adicionales, que denominan ornamentos.
“Estos ornamentos se producen en momentos críticos del intercambio. Muchas veces, cuando se produce un adorno, otra ballena se une a la conversación o esta termina”, explica Pratyusha Sharma, otra de las autoras del trabajo y estudiante de postgrado en el Laboratorio de Informática e Inteligencia Artificial del MIT. Los investigadores también encontraron tres tipos distintos de lo que llaman rubato, un ligero cambio en la duración de las codas. Planean utilizar su análisis para producir herramientas que puedan emplearse en el aprendizaje automático.
Las múltiples formas de “hablar” de los animales
La investigación sobre la comunicación entre animales e insectos se remonta al trabajo del científico austriaco Karl von Frisch, que en la década de 1940 estudió la danza de las abejas melíferas. Descubrió que las abejas utilizaban esta danza para comunicar a sus compañeras de nido la distancia y la dirección de las fuentes de alimento. Por sus estudios sobre las abejas, von Frisch recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1973. Desde entonces, los científicos han descubierto que las aves, los primates no humanos, los elefantes y los murciélagos frugívoros egipcios, entre otros muchos animales, tienen sus propios sistemas de comunicación.
Con Slobodchikoff, autor del libro de 2012 “Chasing Doctor Dolittle: Aprender el lenguaje de los animales”, dedicó 35 años a estudiar el habla de los perritos de las praderas y descubrió que utilizan llamadas distintas para comunicar el tipo, tamaño y color de un posible depredador. También añadieron un segmento cuando un depredador potencial -un hombre- disparaba una escopeta al aire. Tras leer el trabajo sobre el cachalote, Slobodchikoff dijo: “Me parece estupendo que descubran para un mamífero marino el tipo de cosas que nosotros encontramos para los animales terrestres”.
Hace apenas unas semanas, Slobodchikoff y otros investigadores debatieron sobre las posibilidades de descodificar los sistemas de comunicación de otras especies mediante inteligencia artificial y aprendizaje automático en un seminario sobre Internet organizado por el Instituto Santa Fe, organización sin ánimo de lucro, y el grupo de reflexión Interspecies Internet. “La inteligencia artificial puede sernos de gran ayuda porque detecta patrones”, afirma Slobodchikoff.
Aunque ya no sale al campo a estudiar a los perros de la pradera, ahora es el fundador y científico jefe de una empresa llamada Zoolingua, que está construyendo un traductor de perros. Según Slobodchikoff, el dispositivo sería una aplicación de teléfono móvil con un programa de inteligencia artificial incorporado, “que te diría [cuando el perro] dice algo como ‘tengo hambre’ o ‘tengo que ir a mear’”.