Boeing perdió 355 millones de dólares en el primer trimestre por las consecuencias del reventón de la puerta de un 737 Max 9 en enero. Según los resultados trimestrales publicados el miércoles, los ingresos del gigante aeroespacial descendieron un 8% interanual, hasta 16.600 millones de dólares.
En realidad, se trata de un resultado mejor de lo esperado por los analistas, que habían pronosticado una pérdida mayor y unos ingresos de 16.200 millones de dólares, según CNBC.
Las acciones de la empresa subieron un 3,5% en las operaciones previas a la comercialización. “Nuestros resultados del primer trimestre reflejan las medidas inmediatas que hemos tomado para ralentizar la producción del 737 e impulsar mejoras en la calidad”, dijo el presidente y consejero delegado de Boeing, Dave Calhoun, en un comunicado de prensa.
Es la séptima pérdida trimestral consecutiva del asediado fabricante de aviones. Desde el accidente del 5 de enero en un vuelo de Alaska Airlines, la Administración Federal de Aviación ha detectado repetidamente deficiencias en la calidad de la producción de Boeing y ha prohibido a la empresa aumentar su producción. Stan Deal, jefe de líneas aéreas comerciales de Boeing, ha dimitido. Calhoun tiene previsto dimitir a finales de año.
Recientemente, United Airlines reveló que tuvo pérdidas de 200 millones de dólares en los tres primeros meses de este año, debido al incidente con la mencionada explosión de la puerta durante el vuelo.
La aerolínea registró pérdidas netas de 124 millones de dólares en el primer trimestre de 2024, aunque describió su rendimiento financiero y operativo general en el período como “fuerte”.
Tras el incidente, la Administración Federal de Aviación inmovilizó 171 aviones con el mismo diseño de puerta de bujía, 79 de los cuales pertenecían a United. Las tres semanas de inmovilización de emergencia provocaron trastornos generalizados tanto en United como en Alaska, la única compañía estadounidense que tiene el 737 Max 9 en su flota. Las aerolíneas cancelaron miles de vuelos cada una mientras los programadores buscaban aviones alternativos para transportar a los pasajeros varados.
Además de inmovilizar temporalmente el modelo, la FAA también anunció que sometería a un mayor escrutinio los procesos de fabricación de Boeing, lo que retrasaría los plazos de entrega de los aviones pedidos por las compañías, incluida United Airlines.
La institución también impuso un límite mensual al número de aviones 737 Max que Boeing puede fabricar hasta que la agencia se asegure de que la empresa cumple sus propios procedimientos de control de calidad. Retrasó la certificación y las entregas del 737 Max 10 de Boeing, una versión más grande del Max 9 del que United encargó originalmente en 2017.
(*) The Washington Post
(*) Aaron Gregg es periodista económico del Washington Post.