Juego de clones: gracias a la ciencia, los mejores caballos del polo argentino están siendo inmortalizados

Muchos en la industria ven esta práctica con auténtico horror y otro tanto la considera una obra de ciencia ficción; sin embargo, esta maniobra garantiza a los más importantes equipos una genética de élite

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Adolfo Cambiaso, montado en un clon de Cuartetera, es perseguido por jugadores del equipo contrario Cría La Dolfina durante un partido del campeonato de polo en noviembre (Sebastián López Brach/ The Washington Post)
Adolfo Cambiaso, montado en un clon de Cuartetera, es perseguido por jugadores del equipo contrario Cría La Dolfina durante un partido del campeonato de polo en noviembre (Sebastián López Brach/ The Washington Post)

Momentos antes de que los mejores jugadores de polo del mundo se prepararan para competir en el torneo más importante, las estrellas de dos equipos rivales se alinearon en el campo a caballo, mazos en mano, para rendir homenaje a una campeona.

Se llamaba Dolfina Cuartetera.

Era una leyenda en el Salón de la Fama del polo argentino y ganadora de los premios más prestigiosos para caballos en este deporte. Era tan rápida como ágil, tan explosiva como dócil, una yegua con la resistencia y la fuerza necesarias para superar a cualquier otra. Como dijo su dueño, el polista de fama mundial Adolfo Cambiaso: “Era una genia; era Messi, Maradona”.

Cuartetera no estuvo en el campeonato argentino de polo de este año. Murió en mayo, a los 22 años. Pero los cuatro representantes del equipo defensor del título, La Dolfina -incluidos Cambiaso y su hijo- se sentaron encima de caballos que se parecían a ella, con el mismo pelaje castaño sedoso y un toque de blanco en el morro. Los caballos del equipo contrario también se parecían a ella.

Adolfo Cambiaso ha descrito el clon B06 de Cuartetera como el más parecido a la yegua campeona original (Sebastián López Brach/ The Washington Post)
Adolfo Cambiaso ha descrito el clon B06 de Cuartetera como el más parecido a la yegua campeona original (Sebastián López Brach/ The Washington Post)

“Cuartetera fue la yegua que marcó la carrera de Adolfito, la que nos hizo temblar y emocionar en tantas finales, aquella cuyas carreras y jugadas permanecen en la memoria de todos”, dijo el locutor, “hasta que decidió multiplicarla”.

“Sus clones, y los hijos de sus clones, están presentes en este momento en el campo, en ambos equipos”.

Este experimento futurista tuvo su origen en 2006, cuando el querido semental de Cambiaso, Aiken Cura, salió cojeando del campo y quedó claro que el caballo estaba en sus últimos días. El jugador estrella tuvo una idea: pidió a un veterinario que guardara algunas células de la piel de Aiken Cura.

Había pasado una década desde el nacimiento de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado del mundo. Científicos italianos habían clonado el primer caballo en 2003 y la industria de la clonación comercial de caballos había llegado a Estados Unidos.

Cambiaso decidió arriesgarse. Encargó a un laboratorio de Texas la clonación de Aiken Cura y luego de Cuartetera.

Gabriel Vichera y sus colegas producen embriones clonados utilizando microscopios especializados en el laboratorio Kheiron Biotech de Buenos Aires (Sebastián López Brach/ The Washington Post)
Gabriel Vichera y sus colegas producen embriones clonados utilizando microscopios especializados en el laboratorio Kheiron Biotech de Buenos Aires (Sebastián López Brach/ The Washington Post)

Lo que empezó como un intento de inmortalizar a aquellos campeones se ha convertido en una industria multimillonaria. El nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, que tiene cuatro clones de su difunto perro, nombró recientemente a un destacado experto en clonación para dirigir la principal agencia científica pública del país.

Las posibilidades de este experimento -y sus riesgos a largo plazo- aún no se conocen del todo.

Pero hasta qué punto esta nación obsesionada con el polo ha transformado ya fundamentalmente el deporte y la naturaleza de la cría de caballos quedó patente en el campo de juego del Abierto Argentino de Palermo a finales de noviembre. Mientras los jugadores y los clones veían un montaje de video en memoria de la yegua campeona original, su nombre aparecía en la pantalla.

“Dolfina Cuartetera”, se leía. “3 de febrero de 2001 - ∞”.

Un laboratorio de clonación de caballos, puertas adentro

Cuando Gabriel Vichera tenía 30 años y trabajaba en un laboratorio argentino que acababa de clonar el primer caballo de América Latina, leyó un día que Cambiaso había subastado un clon de Cuartetera por 800.000 dólares. El joven científico vio una oportunidad de negocio y la lanzó a los inversores: una empresa dedicada a clonar caballos para el polo argentino.

Un ultracongelador mantiene los suministros a -12 grados Fahrenheit (Sebastián López Brach/ The Washington Post)
Un ultracongelador mantiene los suministros a -12 grados Fahrenheit (Sebastián López Brach/ The Washington Post)

Más de una década después, Vichera afirma que su empresa, Kheiron Biotech, clona unos 100 caballos al año -más que cualquier otra empresa del mundo-, incluidas unas 10 Cuarteteras. El año que viene, la empresa espera duplicar su producción. Aunque los clones aún no están permitidos en las carreras de caballos, los caballos de primera categoría se venden por más de un millón de dólares a los mejores clubes de polo de Argentina, a jinetes de resistencia de Oriente Medio y a jinetes de salto de obstáculos de todo el mundo.

Hace poco, en un laboratorio poco iluminado, mientras sonaba música electrónica por los altavoces, Vichera miraba por un microscopio y hacía girar varios botones para controlar dos juegos de pinzas en miniatura. Sus mangas arremangadas dejaban al descubierto unos brazos tatuados con una cadena de ADN y las palabras “actualización de la naturaleza”, junto a las fórmulas moleculares de los caballos que clonaba.

Ahora estaba a punto de hacer otro.

“¿Ves algo redondo a la izquierda?”, preguntó. “Eso es el huevo”.

Haciendo movimientos minúsculos, colocó delicadamente material de ADN de un caballo existente justo fuera del huevo. A continuación, un colega utilizó una descarga eléctrica para empujar el material hacia el interior, poniendo en marcha una nueva vida para un viejo caballo.

Personal de La Dolfina prepara a los caballos para el partido del torneo del 18 de noviembre (Sebastián López Brach/ The Washington Post)
Personal de La Dolfina prepara a los caballos para el partido del torneo del 18 de noviembre (Sebastián López Brach/ The Washington Post)

Cuando Vichera empezó a clonar caballos, la mitad de los que nacían sufrían deformaciones o morían pero, cuando empezó a utilizar células madre para su procedimiento de clonación, los defectos y las pérdidas se hicieron raros.

En muchos aspectos, tiene sentido que esta nación sudamericana se convierta en líder de la clonación de caballos. Además de su mundialmente famoso polo, cuenta con una normativa permisiva, un sofisticado sector biotecnológico y extensas tierras de cultivo. También es uno de los principales exportadores mundiales de carne de caballo. Para hacer un embrión clónico, los científicos necesitan óvulos extraídos de los ovarios de los caballos, y encontraron muchos en los mataderos argentinos.

Al principio, la clonación de caballos fue recibida con escepticismo por muchos en la industria del polo y con auténtico horror por otros que la consideraban una obra de ciencia ficción.

Los éticos siguen argumentando que los caballos clonados crean desigualdades en un deporte que depende en gran medida del rendimiento del caballo. Según Francisco Javier López Frías, especialista en ética deportiva de la Universidad Estatal de Pensilvania, competir con caballos clonados deja mucho margen de error. ¿En qué momento, dijo, el logro de un jugador de polo se convierte en “una especie de logro del laboratorio”?

Pero en la última década, toda la industria del polo ha tenido que ponerse de acuerdo. Incluso uno de los principales detractores de la clonación en el polo argentino -el club Ellerstina- tiene sus propios clones. “Se estaban quedando atrás”, dijo Vichera. “Vieron que funcionaba”.

De visita en una granja de clones de caballos

Los óvulos del laboratorio de Vichera acaban en una granja a una hora de distancia, donde se implantan en yeguas de alquiler.

El camino atraviesa Pilar, un barrio de las afueras de Buenos Aires que cuenta con más de 100 campos de polo. Un desvío por un camino rural de tierra sin señalizar conduce a la granja Kheiron, donde viven cientos de yeguas preñadas o a punto de estarlo.

Una de esas yeguas, “Receptor 1569″, estaba en su 14° día de gestación, lo que significaba que había llegado el momento de hacerle una ecografía. Allí estaba Cuartetera, el clon más reciente de la leyenda del polo, moviéndose en el útero de la yegua. Un embrión con potencial de campeón.

En otra granja, a pocos minutos de distancia, los potros y potras clonados se pegaban a madres que no se parecían en nada a ellos.

“Es la guardería”, dijo Vichera al entrar en un prado. Había una cuartetera de unos dos meses, otra de apenas tres semanas. Una instantánea de distintos momentos de la vida de un caballo, en una granja, todos a la vez.

Un joven clon permanece cerca de su madre de alquiler (Sebastián López Brach/ The Washington Post)
Un joven clon permanece cerca de su madre de alquiler (Sebastián López Brach/ The Washington Post)

No todos son el mismo caballo. Cada una de las Cuarteteras tiene sus pequeñas distinciones, resultado de la naturaleza (genes que se expresan más que otros) y de la crianza (experiencia en el útero o en los primeros años de vida). Tienen sutiles diferencias de temperamento. Las marcas blancas de sus narices también son ligeramente diferentes.

Pero con los cuidados y el adiestramiento adecuados, es casi seguro que los clones compartirán los rasgos que hicieron del original una leyenda.

Antes, los criadores necesitaban cientos de partos para producir un caballo de polo de competición. Las yeguas sólo son fértiles en primavera, que coincide con los torneos de polo más importantes del año, lo que dificulta que los campeones compitan y críen a la vez. En cambio, cuando se clona un caballo y luego se cría a partir de esos clones, dijo Vichera, se está “empezando con una genética que sabes que es de élite”.

“Así que no tienes que tener 100 nacimientos para encontrar un buen animal. Puede que sólo necesites 10″, dijo Vichera. “No sólo estás clonando tu caballo. Estás clonando tu fábrica de hacer dinero”.

Gracias a la transferencia de embriones, un solo caballo puede dar a luz hasta 10 potros al año, en lugar de uno, explica Andrés Gambini, veterinario e investigador de la Universidad de Queensland (Australia), que también formó parte del equipo de científicos argentinos que clonó el primer caballo de Sudamérica.

El enorme volumen de las operaciones de clonación actuales plantea la pregunta: ¿Cuántos clones son demasiados?

“Una de las cosas necesarias para el progreso genético es la variabilidad genética”, afirma Gambini. “Cuando se recurre a la clonación y se mantiene la misma genética una y otra vez, la variabilidad genética empieza a disminuir”.

A largo plazo, si no se controla, esto podría provocar endogamia e incluso problemas de fertilidad en los caballos, dijo Gambini.

Argentina impone pocas normas sobre la clonación, y los dirigentes de las asociaciones de polo no ponen restricciones sobre cuántos caballos clonados pueden jugar en un partido, dejando a las empresas y a los equipos definir sus propios límites.

Vichera y su equipo han empezado a combinar la clonación con la edición genética. A mediados de diciembre implantaron con éxito siete embriones clonados modificados genéticamente. Si los embarazos tienen éxito, el año que viene nacerá el primer caballo del mundo diseñado genéticamente: un caballo cuyos genes han sido editados para ser más fuerte y rápido, una especie de súper caballo de polo.

Si obtiene el visto bueno de las autoridades reguladoras argentinas, el científico espera llevar esta tecnología al siguiente nivel: cambiar el sexo de un clon, con fines de reproducción o quizá para hacer un poni aún mejor. Si clonara un semental de élite, se pregunta Vichera, ¿podría ese mismo caballo ser aún más poderoso como yegua?

Un equipo de clones

La Dolfina iba perdiendo por un punto en el tercer periodo del partido final del Abierto Argentino, el pasado 3 de diciembre, en el que se determinaría si el potente equipo defendería el título de campeón más importante del deporte.

El Abierto Argentino de Palermo es uno de los torneos de polo más importantes del mundo, donde compiten los mejores jugadores y caballos, atrayendo a espectadores de muchos países (Sebastián López Brach/ The Washington Post)
El Abierto Argentino de Palermo es uno de los torneos de polo más importantes del mundo, donde compiten los mejores jugadores y caballos, atrayendo a espectadores de muchos países (Sebastián López Brach/ The Washington Post)

Cuando el público de las abarrotadas gradas enmudeció, el hijo de Cambiaso, Adolfo “Poroto” Cambiaso, de 18 años, a lomos del clon B09 de Cuartetera, pegó en la bocha y la dejó volando campo arriba. Su compañero de equipo, David Stirling, lo golpeó a la perfección.

El mayor de los Cambiaso pareció salir de la nada, sobre el veloz clon Cuartetera B06, la yegua que él ha descrito a menudo como la más parecida al original. Juntos se lanzaron a la carrera por delante de todos los demás caballos. El jugador estrella dejó la bocha en la meta y empató el partido.

“Golazo, así se juega al polo”, dijo un locutor.

Tras un final apretadísimo, La Natividad se hizo con el campeonato. La Dolfina renunció a su título. Pero el experimento de Cambiaso tuvo otro éxito.

Un clon de Cuartetera igualó la hazaña del original. Por tercer año, el premio al mejor caballo del torneo más importante de polo fue para Cuartetera B06.

© 2023, The Washington Post

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