Fue un anuncio extraordinario.
Después de años de investigación, los científicos dijeron que habían descubierto una especie completamente nueva de ballena nadando delante de sus narices en el Golfo de México.
Sin embargo, en cuanto los científicos identificaron hace dos años la ballena de Rice, también conocida como ballena del Golfo de México, surgió un problema. Apenas quedaban ejemplares. Con sólo unos 50, esta ballena es uno de los mamíferos marinos más amenazados de la Tierra.
Ahora, los esfuerzos por proteger a la ballena chocan de frente con otro monstruo de la costa del Golfo: la industria del petróleo y el gas.
El gobierno de Joe Biden ha propuesto proteger una enorme franja de océano desde Texas hasta Florida, restringiendo potencialmente la actividad de los combustibles fósiles en uno de los puntos de mayor producción de petróleo del país. Los diputados demócratas intentaron, inclusive, eliminar millones de hectáreas dentro de su hábitat de una venta de arrendamientos petrolíferos en alta mar, programada inicialmente para el miércoles.
Los perforadores de petróleo en alta mar y los legisladores republicanos de los estados de la costa del Golfo respondieron con demandas para detener las protecciones que, según ellos, son económicamente paralizantes y se ejecutan precipitadamente.
La semana pasada, un juez federal de distrito les dio la razón y ordenó al gobierno de Biden que diera marcha atrás en la próxima venta. El lunes, un tribunal de apelación aplazó la venta hasta noviembre.
Erik Milito, director de la Asociación Nacional de Industrias Oceánicas, un grupo de presión en favor de la energía en alta mar, afirmó que la decisión de retirar las zonas de la subasta “eludía la ley, ignoraba la ciencia y pasaba por alto la opinión pública”.
Pero los científicos afirman que la extracción de petróleo sigue suponiendo un claro riesgo para las ballenas, y las autoridades estiman que el vertido de la plataforma Deepwater Horizon en 2010 acabó con una quinta parte de la población. Con tan pocas ballenas de Rice, la pérdida de un solo individuo es devastadora para la especie.
Según Kristen Monsell, abogada del Centro para la Diversidad Biológica, un grupo ecologista, “la ciencia está bastante clara en que estas ballenas no sobrevivirán en un entorno con una industria tan pesada”. “Sería una tragedia increíble ver cómo se extingue esta especie de ballena, sobre todo tan poco tiempo después de saber que era su propia especie”, agregó.
Una ballena totalmente estadounidense
A principios de 2019, una ballena llegó a la costa de los Everglades de Florida. Fue un mal día para la ballena, que murió, pero un gran día para Michael McGowen.
Como muchos biólogos marinos, McGowen, zoólogo investigador y conservador de mamíferos marinos en el Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian, sabía que había algo especial en las ballenas del Golfo de México.
Durante décadas, se pensó que las ballenas de la región pertenecían a una especie muy extendida llamada ballena de Bryde pero, un análisis genético en 2014, sugirió que las ballenas eran tan diferentes que podrían ser una especie en sí mismas.
Pero para declarar oficialmente a un animal una nueva especie, los científicos necesitaban un cuerpo: un único ejemplo de un organismo utilizado para describir formalmente una nueva rama en el árbol de la vida. Durante años, los biólogos marinos lucharon por encontrar ese primer espécimen -lo que los científicos llaman un holotipo- para las ballenas del Golfo de México.
Así que cuando recibió la llamada en 2019 sobre la ballena, McGowen estaba eufórico. “Dijimos que nos la llevaríamos entera”.
Transportar un cadáver putrefacto de 11.5 metros por la costa este no es fácil. Para permitir que su carne se descompusiera, el cuerpo fue cargado en un camión de plataforma y conducido más de 300 kilómetros al norte para ser enterrado en un aislado arenal al sur de San Petersburgo. “La gente se va a quejar si esta ballena gigante lo apesta todo”, dijo McGowen.
Cinco meses después, el equipo exhumó los huesos y los llevó al Centro de Ballenas Bonehenge, en Carolina del Norte, para enterrarlos en estiércol y seguir compostándolos. Por último, el esqueleto se envió a un almacén del Smithsonian en Maryland para eliminar la grasa de los restos.
“Este esqueleto de un macho maduro estaba muy grasiento”, dijo John Ososky, que dirigió la recuperación del cadáver para el museo.
Tras examinar el cráneo de la ballena, científicos del Servicio Nacional de Pesquerías Marinas publicaron un estudio en 2021 en el que declaraban a la ballena de Rice una nueva especie. El nombre del animal se debe al biólogo Dale Rice, el primero en identificar las ballenas en el Golfo de México.
Dado que las ballenas parecen vivir exclusivamente en aguas estadounidenses, sólo Estados Unidos puede protegerlas.
“Es la única ballena del mundo que vive enteramente en aguas de una nación”, dijo Peter Corkeron, biólogo especialista en ballenas, que encendió las alarmas. “Al principio quería que se llamara ‘ballena americana’”.
Una ballena en “zona privilegiada”
A pesar del descubrimiento, se sabe muy poco de la ballena más reciente de América.
Es “muy difícil trabajar con ellas porque son muy tímidas”, afirma Jeremy Kiszka, biólogo marino de la Universidad Internacional de Florida que ayudó a descifrar su dieta. Las ballenas son muy exigentes con la comida y buscan peces grasos en las profundidades.
“No dejarán que te acerques demasiado”, agrega.
Otra cosa que sabemos: los humanos son una gran amenaza.
Además de los vertidos de petróleo, los cañones sísmicos de aire que lanzan ondas sonoras bajo el agua para buscar yacimientos de petróleo y gas pueden crear un entorno ensordecedor para los mamíferos marinos. Otras amenazas son las colisiones con embarcaciones, los enredos en redes de pesca y los desechos en el océano. Un trozo de plástico duro hallado en el estómago de la ballena de Rice que apareció en los Everglades de Florida puede haber contribuido a su muerte.
Impulsada por las demandas de grupos ecologistas, la administración Biden empezó este verano a tomar más medidas para proteger a las ballenas en virtud de la Ley de Especies en Peligro y otras leyes.
En julio, el Servicio Nacional de Pesca Marina propuso designar una franja de 72.519 kilómetros cuadrados en el Golfo de México como hábitat crítico para las ballenas de Rice.
Más tarde, en agosto, la Oficina de Gestión de la Energía Oceánica (BOEM), que supervisa el arrendamiento de petróleo y gas en alta mar, retiró 6 millones de acres del hábitat de la ballena de Rice de la venta de arrendamiento de petróleo en alta mar del miércoles.
La agencia también quería exigir a las petroleras que redujeran la velocidad de sus buques en aguas de las ballenas y evitaran la zona tras la puesta de sol. Las ballenas descansan en la superficie por la noche, lo que las hace vulnerables a los golpes de los barcos.
“Esta ballena es el ejemplo perfecto de por qué debemos acabar con las perforaciones petrolíferas y de gas en alta mar”, declaró Monsell.
Pero de inmediato, los legisladores republicanos se quejaron de que limitar el tráfico de embarcaciones obstaculizaría la economía de la costa del Golfo. Los límites de velocidad, dijo el senador Tommy Tuberville, tendrían “un impacto perjudicial en la capacidad de nuestra nación para producir internamente petróleo y gas con la esperanza de llegar a ser energéticamente independiente”.
Milito, miembro del grupo de presión, dijo que es demasiado pronto para saber cómo afectará a la energía eólica marina y a otras industrias la protección de las ballenas. Pero él y otros grupos dijeron que podrían llevar a las compañías petroleras y a los inversores a replantearse sus planes para la región.
“Para el petróleo y el gas, podría ser significativo”, dijo Milito. “La superficie retirada es un bien inmueble de primera”.
La prohibición del transporte marítimo nocturno podría paralizar un sector que funciona las 24 horas del día, según los lobbistas petroleros. Tales cambios podrían provocar que las operaciones en alta mar consumieran más energía o un fuerte aumento del costo de su funcionamiento, señalaron.
El Servicio Nacional de Pesquerías Marinas, también conocido como NOAA Fisheries, no respondió inmediatamente a una solicitud de comentarios.
Lo mínimo que podríamos hacer para proteger a la ballena
El estado de Luisiana y el gigante petrolero Chevron se unieron al Instituto Americano del Petróleo (API), uno de los principales grupos de lobbistas, para demandar a la administración Biden y volver a sacar a subasta el miércoles esos 6 millones de acres sin las nuevas estipulaciones para las ballenas. Argumentaron que los funcionarios tomaron una decisión de última hora según la cual la ciencia respaldaba las restricciones en todo el Golfo.
“En el último momento, justo antes de la subasta, la administración dio un giro de 180 grados”, declaró Ryan Meyers, vicepresidente senior y consejero general de API.
En una decisión emitida el jueves, el juez del Tribunal de Distrito de EE.UU. James D. Cain Jr. falló a favor de Luisiana y del sector petrolero. El juez, que fue nombrado por el ex presidente Donald Trump, escribió que el “proceso seguido aquí se parece más a una militarización de la Ley de Especies en Peligro que al enfoque colaborativo y razonado.”
Los grupos ambientalistas respondieron apelando la decisión, mientras que BOEM solicitó una suspensión de emergencia de la orden del juez. El lunes, el Tribunal de Apelación del 5º Circuito de EEUU aplazó la venta hasta el 8 de noviembre.
“Estas protecciones básicas para la ballena de Rice son, literalmente, lo mínimo que podríamos hacer para salvar a la especie de la extinción”, declaró Steve Mashuda, abogado del grupo ecologista Earthjustice.
A pesar de la batalla legal, la administración Biden sigue considerando la posibilidad de designar hábitat crítico una larga franja del Golfo de México, una medida que podría acabar imponiendo más restricciones a la actividad petrolera y gasística en futuras ventas de arrendamientos.
Muchos grupos de presión petroleros siguen desconfiando de la promesa electoral del presidente Biden, de prohibir las perforaciones en alta mar. Se espera que su administración anuncie esta semana un esperado plan de arrendamiento de petróleo en esas zonas para los próximos cinco años.
El sector del petróleo y el gas es el primer afectado por la protección de las ballenas ya que la demanda de los grupos ecologistas se dirigía específicamente a él, aunque otras industrias también podrían sufrir restricciones, dijo Milito. La propuesta llega en un momento de transformación en las aguas estadounidenses, con los defensores antieólicos preocupados por el impacto de las turbinas marinas en las ballenas.
“Puede que ahora sea el petróleo y el gas”, dijo Milito. “Pero con el tiempo se aplicará a todas las empresas marítimas” del Golfo, agregó.
Para los ecologistas y científicos, queda poco tiempo para proteger a las ballenas. El Smithsonian planea generar conciencia en la población con una próxima exposición de uno de sus huesos de ballena de Rice y el trozo de plástico de su estómago. El biólogo marino Kiszka, por su parte, seguirá estudiando lo que come la ballena.
“No estoy seguro de que dentro de 50 años sigan existiendo”, afirma Kiszka. “Sinceramente, no apostaría mi vida por ello”.
Este artículo forma parte de Animalia, una columna que explora el extraño y fascinante mundo de los animales y las formas en que los apreciamos, los ponemos en peligro y dependemos de ellos.
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