Cuando empezaron los dolores de cabeza, María Sosa recordó el desayuno de unos días antes.
Había estado cociendo huevos en la cocina. Su marido, que estaba bebiendo agua, le preguntó si le parecía que tenía mal sabor.
“Miré la olla y estaba blanca, manchada de sal”, dijo Sosa, de 62 años. “Allí mismo lo supe: esto iba a ser un problema”.
Uruguay, acosado por las altas temperaturas y la sequía, se está quedando sin agua dulce. Montevideo, la capital, sólo dispone de agua para unos pocos días.
Esta pequeña y próspera nación sudamericana no está sola en su sufrimiento. Las condiciones históricamente cálidas y secas están dañando los cultivos y sacudiendo las economías de todo el Cono Sur. En medio del cambio climático global, la región se está calentando más rápidamente que el resto del mundo. Las precipitaciones durante los últimos cuatro meses de 2022 cayeron a la mitad de la media, el nivel más bajo en 35 años.
Los glaciares andinos han perdido más del 30% de su superficie desde la década de 1980, según la Organización Meteorológica Mundial de la ONU. Chile central lleva 13 años de la sequía más larga en al menos un milenio. Se prevé que las exportaciones agrícolas de Argentina caigan un 28% en 2023.
Pero en Uruguay, el clima extremo ha empujado a las autoridades a una respuesta extrema.
El embalse Paso Severino, que suministra agua dulce a más de la mitad de los 3,4 millones de habitantes del país, está al 5% de su capacidad. Así que la Administración de Obras Sanitarias del Estado obtuvo este mes permiso para superar los límites legales de sodio y cloruro en el agua potable pública y ha empezado a añadir suministro desde el Río de la Plata, el estuario donde el agua dulce de los ríos Paraná y Uruguay se encuentra con el agua salada del Océano Atlántico.
El resultado: la cantidad de sodio en el agua del grifo ha alcanzado los 421 miligramos por litro, según anunció el gobierno la semana pasada. Eso es más del doble de la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, un 50% más que el límite autorizado anteriormente en Uruguay y 10 veces los niveles históricos del sistema.
El cloruro ha alcanzado los 686 miligramos por litro de cloruro, también un 50% más que el límite autorizado anteriormente.
Además, el agua sabe claramente salada.
“Para la población en general, no es un problema de salud”, declaró a la prensa la Ministra de Salud Pública, Karina Rando, cuando se anunció la medida. Pero su ministerio lanzó una advertencia: “En cuanto a las personas con hipertensión, enfermedades renales y personas que tienen recomendación médica de dieta restringida en sal, se recomienda extremar los controles de presión arterial, no descuidar sus controles médicos y, de ser posible, consumir agua embotellada.”
Sosa está entre los afectados. Sufre hipertensión; tardó un año en controlar su tensión arterial.
Desde que el agua del grifo se volvió salada, ha reducido drásticamente su consumo. “Solía beber entre 30 y 60 onzas de agua al día, y ahora sólo bebo dos vasos”, dice. “Me encuentro guardando el agua que queda del té de mi marido, y sólo tomamos un mate o dos al día. Toda nuestra vida cambió”.
En Barrio Nuevo Amanecer, el barrio de Sosa en las afueras de Montevideo, el problema es generalizado. En un país donde el agua potable ha sido reconocida como una de las más puras del mundo, el coste de comprar agua embotellada está reventando los presupuestos familiares.
Los políticos de la oposición y algunos uruguayos culpan al Presidente Luis Lacalle Pou de lo que consideran incompetencia o corrupción. Los manifestantes han coreado: “No es sequía, es saqueo”.
“La propia crisis podría haber tenido un plan de comunicación mucho más anticipado. Desde el año pasado se advertía de que la sequía iba a continuar”, ha dicho el ex ministro de Medio Ambiente Carlos Colacce. “De un día para otro nos enteramos de que el agua tiene que empezar a salir salada”.
Lacalle Pou dijo que la crisis no cogió por sorpresa a su Gobierno. “No quiero centrarme en lo que no se hizo”, dijo a los periodistas, sino en los nuevos proyectos: una planta potabilizadora, una presa y una desalinizadora importada de Estados Unidos.
Lo que sí sorprendió a Lacalle Pou fue el niño que le preguntó por el agua mientras visitaba una escuela primaria. “Una pregunta”, dijo el niño. “¿Qué pasa? ¿Por qué el agua está tan salada?”.
El gobierno nacional ha suspendido los impuestos sobre el agua embotellada importada, y la ciudad de Montevideo subvenciona la compra para los residentes vulnerables.
A través de la red de policlínicas de la ciudad, dijo la alcaldesa de Montevideo, Carolina Cosse, los trabajadores de la salud están identificando a las personas en situación de riesgo y los médicos están dando “recetas” a los pacientes vulnerables para canjearlas por botellas en los comercios locales. Al menos el 70% de las personas que acudieron a las policlínicas la semana pasada padecían hipertensión, según las autoridades.
“Todavía no he utilizado mi receta de agua”, dijo Sosa. “Ayudé a una vecina de 80 años a buscar la suya, porque aún podía comprar agua. Pero ahora tengo que hacerlo. Necesito hacerlo”.
Los partidos de la oposición han pedido a los ministros de Sanidad y Medio Ambiente que declaren sobre la crisis. “Se cometió un error en la gestión del agua”, dijo el líder de la oposición, el senador Enrique Rubio. “Ignoraron el problema”.
“Pedimos una interpelación no para hablar de los proyectos, sino de la gestión de la crisis del agua”, dijo. “Estamos llegando a una situación límite si no llueve”.
Soledad Furtado es copropietaria de Parque Congelados, un supermercado del barrio Pardo de Montevideo. “La única pregunta que nos hace la gente estos días es sobre el agua”, dijo. “Quieren saber si nos hemos enterado de algo”. “Limitamos las compras a 12 litros [unos 3,2 galones] al día, porque queremos asegurarnos de que haya suficiente para todos. Hoy en día, la gente utiliza agua embotellada para casi todo”.
Después de meses con poca lluvia, cualquier gota es motivo de celebración. “Por suerte, empezamos el día con lluvia”, tuiteó el viernes el embajador alemán Eugen Wollfarth. “Muy agradecido de mojarme”.
(C) The Washington Post.-