Como cualquiera que consigue entrar en la universidad de sus sueños, Victor Muller Ferreira estaba extasiado cuando fue admitido en la escuela de posgrado de la Universidad Johns Hopkins en Washington en 2018.
“Hoy hicimos el futuro: logramos entrar en una de las mejores escuelas del mundo”, escribió en un correo electrónico a quienes lo habían ayudado a ingresar en el programa de maestría de élite en relaciones internacionales. “Esta es la victoria que nos pertenece a todos, hombre, a todo el equipo”.
El logro fue aún más dulce para Ferreira porque no era el esforzado estudiante brasileño que había presentado en su solicitud de ingreso en la Johns Hopkins, sino un agente de inteligencia ruso originario de Kaliningrado, según una serie de investigaciones internacionales, así como una acusación que el Departamento de Justicia presentó el viernes ante un tribunal federal.
Su verdadero nombre es Sergey Cherkasov y había pasado casi una década construyendo el personaje ficticio de Ferreira, según las autoridades y los expedientes judiciales. Su “equipo” estaba formado por un estrecho círculo de contactos rusos que, de repente, se vieron obligados a contar con un espía encubierto en la capital de Estados Unidos, capaz de forjar conexiones en todos los rincones del sistema de seguridad estadounidense, desde el Departamento de Estado hasta la CIA.
Utilizando el acceso que obtuvo durante sus dos años en Washington, Cherkasov presentó informes a sus jefes en el servicio de inteligencia militar de Rusia, el GRU, sobre cómo los altos funcionarios de la administración Biden estaban respondiendo a la acumulación militar rusa antes de la guerra en Ucrania, según una declaración jurada del FBI.
Tras graduarse, estuvo a punto de lograr una penetración de mayor trascendencia cuando le ofrecieron un puesto en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. El año pasado iba a empezar allí unas prácticas de seis meses -justo cuando el tribunal empezó a investigar los crímenes de guerra rusos en Ucrania-, pero las autoridades holandesas, que actuaron a partir de información transmitida por el FBI, le rechazaron, según funcionarios de seguridad occidentales. Las autoridades holandesas lo embarcaron en un avión de regreso a Brasil, donde fue detenido al aterrizar y ahora cumple una condena de 15 años de prisión por falsificación de documentos relacionados con su identidad falsa.
Los detalles que han salido a la luz desde entonces proporcionan una extraordinaria visibilidad de aspectos muy ocultos de la inteligencia rusa, incluido el esfuerzo casi obsesivo del Kremlin por infiltrarse en objetivos occidentales con “ilegales” -espías que operan como agentes solitarios sin ningún vínculo perceptible con su servicio de origen- en lugar de diplomáticos con las protecciones legales que conlleva trabajar desde una embajada.
El caso ha puesto de manifiesto la persistente vulnerabilidad de las defensas occidentales más de una década después de que el FBI detuviera a 10 ilegales rusos en una redada que saltó a los titulares de todo el mundo y dio lugar a una popular serie de televisión, The Americans. Funcionarios estadounidenses reconocen que el FBI descubrió la identidad de Cherkasov y su afiliación al GRU sólo después de su llegada a Washington. El FBI declinó hacer comentarios sobre el caso.
Las revelaciones también han puesto de manifiesto graves lagunas en la estrategia rusa. Las autoridades han analizado el ordenador y otros dispositivos de Cherkasov y han encontrado un tesoro de pruebas, según los registros judiciales y los funcionarios de seguridad, incluidos correos electrónicos a sus superiores rusos, detalles sobre “puntos muertos” en los que se podían dejar mensajes, registros de transferencias ilícitas de dinero y un historial personal plagado de errores que parece haber redactado mientras trataba de memorizar detalles de su vida ficticia.
Su detención, el pasado mes de abril, se produjo al comienzo de una operación de desmantelamiento de las redes de inteligencia rusas en Europa, una ofensiva lanzada tras la invasión rusa de Ucrania que, según las autoridades, ha causado más daños a las agencias de espionaje del Kremlin que ninguna otra desde el final de la Guerra Fría.
El FBI y la CIA han desempeñado un importante papel entre bastidores en esta oleada de detenciones y expulsiones, según funcionarios occidentales. Los cargos presentados el viernes son el resultado de una investigación de varios años en la que los agentes del FBI tuvieron acceso a los dispositivos incautados por las autoridades en Brasil, según la acusación, y se les permitió reunirse con el espía acusado cara a cara en São Paulo.
Este artículo se basa en entrevistas con altos funcionarios de seguridad estadounidenses, europeos y brasileños, así como en documentos judiciales brasileños obtenidos por The Washington Post que no se habían publicado anteriormente, y en el acta de acusación estadounidense.
Rusia ha negado que Cherkasov sea un espía y ha solicitado su extradición desde Brasil presentando lo que los funcionarios estadounidenses consideran otra identidad ficticia, afirmando que no es ni un estudiante ni un agente secreto, sino un buscado traficante de heroína que huyó de Rusia para evitar la cárcel.
Las versiones de Cherkasov sobre su vida también han cambiado radicalmente. Tras insistir inicialmente en que era Ferreira y que las autoridades holandesas se habían equivocado, admitió su identidad rusa con la esperanza de que ello le ayudara a conseguir una reducción de condena, según Paulo Ferreira, abogado que representó a Cherkasov y que tiene el mismo apellido que el alter ego de su cliente.
Incluso entonces, Cherkasov siguió engañando, según los registros del tribunal brasileño. En un momento dado, confesó entre lágrimas que había huido de Rusia por miedo a ser castigado por un delito menor. Más tarde se adhirió a la historia presentada por el gobierno ruso, aunque supuestamente significaba enfrentarse a una condena aún mayor en un sistema penitenciario ruso famoso por su brutalidad.
El abogado de Cherkasov declinó una petición de The Post para hablar con su cliente, diciendo que “no quiere hablar con ningún periodista”.
No está claro si Estados Unidos solicitará también la extradición de Cherkasov, pero funcionarios estadounidenses dijeron que una de las consideraciones en las que se basaba la acusación era que podría ayudar a adelantarse al intento de Rusia de conseguir la devolución de su espía. Cherkasov fue acusado de operar ilegalmente como agente extranjero, así como de múltiples cargos de fraude bancario, electrónico y de visados.
La embajada rusa en Washington no respondió a las solicitudes de comentarios.
La creación del personaje de Víctor Ferreira comenzó en capas de documentos fraudulentos que funcionaban como una especie de crisálida.
Un certificado de nacimiento de sustitución con el nombre de Ferreira fue supuestamente emitido en 2009, un año antes de que Cherkasov entrara en Brasil, según los archivos judiciales brasileños. Le siguió un permiso de conducir con la foto de una persona distinta de Cherkasov. El rastro documental sugiere que el camino de Cherkasov estaba despejado de antemano por los facilitadores y agentes rusos que ya estaban en el lugar.
El GRU parece haberse aprovechado de las vulnerabilidades del sistema brasileño de inmigración y registro de datos, al tiempo que contaba con ayuda interna. Un notario que dio el visto bueno a muchas de las solicitudes fraudulentas de Cherkasov recibió regalos, entre ellos un collar de Swarovski, según los registros brasileños y la acusación de Estados Unidos. El papel del notario es uno de los focos de una investigación brasileña en curso sobre las actividades de espionaje de Cherkasov en el país y las actividades del GRU, según las autoridades.
Una vez afianzado en el país, Cherkasov procedió a obtener otros documentos de residencia con la identidad de Ferreira, entre ellos una identificación fiscal, un nuevo permiso de conducir con una foto que coincidía realmente con su aspecto, así como un pasaporte brasileño.
Durante estos primeros años en Brasil, trabajó en una agencia de viajes que, según la declaración jurada, el FBI sospecha que estaba dirigida por un agente del GRU. La agencia de viajes -otro eco del programa de televisión “The Americans”- ha cerrado desde entonces.
La “leyenda” de Cherkasov -término empleado en el espionaje para referirse a una historia falsa- era enrevesada y trágica. Describía una educación casi dickensiana, con una serie de cuidadores sustitutos y largas salidas del país tras la muerte de su madre. Para reforzar esta biografía, el GRU presentó a Cherkasov como el hijo de Juraci Eliza Ferreira, una mujer brasileña que murió en 1993.
En realidad, murió sin descendencia, según los registros judiciales y su sobrino, Juliano Arenhart. “Por lo que sabemos, nunca tuvo un hijo”, dijo Arenhart en una entrevista con The Post.
Una de las pruebas más extrañas que han aparecido en el caso es un farragoso documento de cuatro páginas encontrado en el ordenador de Cherkasov, escrito en portugués y que parece las notas de un actor que intenta familiarizarse con un papel.
“Soy Victor Muller Ferreira”, comienza el documento, antes de desgranar una artificiosa historia de mala suerte salpicada de detalles aleatorios. Describe su aversión al olor a pescado cerca de un puente de Río de Janeiro y un póster de Pamela Anderson en un taller mecánico en el que supuestamente trabajaba.
En otros pasajes parece anticiparse a las sospechas sobre su pelo rubio y su desconcertante acento, ensayando formas de desviar la atención alegando su ascendencia alemana y largas temporadas fuera del país durante las cuales su nivel de portugués disminuyó.
“Mis compañeros solían bromear sobre mi aspecto y mi acento”, dice sobre sus días en escuelas a las que nunca asistió realmente. “Me llamaban ‘gringo’. Por eso no tenía muchos amigos”.
Por sí solo, el tosco guion refleja una falta de pulimento profesional. El hecho de que todavía lo llevara consigo en un ordenador portátil una década después, según la declaración jurada del FBI, es una sorprendente violación de la seguridad operativa.
En cierto modo, la disciplina chapucera se ha convertido en la firma del presunto empleador de Cherkasov. En los últimos años, los operativos del GRU han parecido hacer pocos esfuerzos para cubrir sus huellas en operaciones descaradas como el pirateo de los ordenadores del Comité Nacional Demócrata en 2015, el envenenamiento del desertor ruso y ex espía Sergei Skripal en Inglaterra en 2018 y el intento de asesinato del disidente ruso Alexei Navalny hace casi tres años.
A pesar de los errores de estrategia, Cherkasov avanzó con notable rapidez hacia su objetivo de infiltrarse en las instituciones occidentales.
Tras licenciarse en el Trinity College de Dublín, solicitó su admisión en dos programas de posgrado en Washington, según la declaración jurada del FBI. El documento no nombra las universidades, pero profesores y estudiantes de la Johns Hopkins confirmaron su asistencia.
James Steinberg, decano de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados, declinó hacer comentarios sobre cualquier aspecto del caso o sus consecuencias en Johns Hopkins.
El júbilo que expresó Cherkasov por su admisión fue seguido de una euforia similar semanas después, cuando obtuvo un visado de estudiante para entrar en Estados Unidos.
“Tío, ¡lo he conseguido! Lo he conseguido, joder”, escribió en un correo electrónico a sus superiores, según la declaración jurada. “¡Vamos allí siendo bienvenidos! Hemos ganado, hermano. Ahora estamos en la liga de los grandes”.
Cherkasov, que tenía 33 años cuando empezó en Johns Hopkins pero se hacía pasar por un estudiante de veintitantos, sólo despertó vagas sospechas entre sus profesores y compañeros.
“No sospeché nada de ruso en su comportamiento o acento”, dijo Eugene Finkel, profesor y hablante nativo de ruso que tuvo a Cherkasov en dos clases en Johns Hopkins, incluida una sobre genocidio. En una publicación en Twitter después de que el caso se hiciera público, Finkel dijo que Cherkasov había sido “muy inteligente y competente” y se presentaba como brasileño con raíces irlandesas, por lo que su “acento raro tenía sentido”.
Un compañero de clase, sin embargo, describió un encuentro incómodo. Un ex oficial de la Marina estadounidense que también habla ruso con fluidez dijo que los dos estrecharon brevemente sus lazos después de clase un día por su aprecio común por las motocicletas.
“Dije que deberíamos ir juntos en moto”, dijo el ex oficial, que habló bajo condición de anonimato, alegando preocupación por su seguridad. Mientras los dos estudiantes hablaban, dijo el ex agente, detectó un rastro de ruso en la dicción de Ferreira y le pareció extraño que un brasileño tuviera un nombre de pila que sonara tan ruso.
“Le dije: ‘Yo crecí hablando ruso, ¿tienes ascendencia rusa? Ferreira retrocedió y respondió: “No, tengo ascendencia alemana”. Tras expresar inicialmente su entusiasmo por montar juntos en moto, Ferreira abandonó el plan y mantuvo las distancias, dijo el ex agente. “Realmente se apartó de responder preguntas en ese momento”.
Durante su último año en Johns Hopkins, Ferreira participó en un viaje de estudios a Israel con compañeros de clase, viaje que utilizó para recopilar información sobre funcionarios estadounidenses e israelíes, así como sobre otras personas con las que se reunieron los estudiantes, según la declaración jurada. A continuación, compartió la lista con un contacto ruso que conoció en secreto durante un viaje a Filipinas en enero de 2020.
Otros misterios sobre Ferreira parecen haber recibido poco escrutinio por parte de la universidad, incluyendo cómo alguien de un entorno supuestamente tan empobrecido -a quien no se le ofrecieron becas- pudo permitirse la matrícula y otros gastos que superaron los 119.000 dólares en dos años.
Tras su detención en Brasil, Cherkasov declaró a las autoridades que había cubierto sus costosos estudios con astutas apuestas en bitcoin. La declaración jurada del FBI alega que recibía regularmente dinero en efectivo de sus contactos rusos, dinero que luego canalizaba a través de cuentas bancarias estadounidenses e irlandesas.
A medida que se acercaba la graduación en 2020, Cherkasov inundó el campo con solicitudes de prácticas y otros puestos. Entre sus objetivos, según la declaración jurada, estaban las Naciones Unidas, así como “grupos de reflexión estadounidenses, instituciones financieras estadounidenses, un medio de comunicación estadounidense y un puesto en el gobierno de Estados Unidos.”
Con la pandemia de coronavirus causando un descenso en la contratación, no está claro cuántas ofertas, si alguna, recibió Cherkasov. Salió de Estados Unidos en septiembre de 2020, según la declaración jurada, apenas unos meses antes de que expirara su visado de estudiante.
Incluso desde Brasil, Cherkasov siguió encontrando formas de aprovechar su red de Washington. A finales de noviembre de 2021, cuando Rusia estaba concentrando fuerzas en las fronteras de Ucrania, Cherkasov presentó una serie de informes a sus superiores sobre cómo los altos funcionarios de Washington estaban interpretando los movimientos de Moscú.
La declaración jurada cita correos electrónicos que Cherkasov envió describiendo información obtenida de asesores de grupos de reflexión, algunos supuestamente en contacto con altos funcionarios de la administración Biden, incluido el Secretario de Estado Antony Blinken. Otro informe informaba de que se había advertido al Secretario de Defensa, Lloyd Austin, de que “no diera ninguna señal concebible de la implicación militar de Estados Unidos” a su homólogo en Ucrania.
“Es decir: la administración no está en absoluto en condiciones de ayudar a los ucranianos, si estalla la lucha”, escribió Cherkasov, según la declaración jurada. “La administración no quiere este conflicto, porque no tiene ninguna forma significativa de sacar algo de él”.
La información se atribuyó a uno de los antiguos profesores de Cherkasov, que no se identifica en la declaración jurada. El profesor declaró al FBI que no recordaba ninguna interacción posterior a su graduación con Cherkasov, pero que había mantenido conversaciones en línea sobre la amenaza de invasión rusa. El FBI concluyó que Cherkasov probablemente “participaba en una de esas sesiones online”.
Cherkasov parecía convencido de que Rusia se enfrentaría a pocas reacciones por parte de Estados Unidos ante una invasión de Ucrania, afirmando en un mensaje que no había “signos que indiquen que Estados Unidos vaya a proporcionar más que apoyo político a los ucranianos en caso de guerra.”
Sus informes optimistas reflejaban las evaluaciones profundamente erróneas que las agencias de espionaje rusas realizaron en los meses anteriores a la invasión, así como las expectativas del propio Putin de que la guerra terminaría rápidamente con escasa interferencia de Occidente.
Cherkasov tuvo su siguiente gran oportunidad poco después: una oferta de prácticas en el Tribunal Penal Internacional. Creado hace dos décadas para hacer cumplir las leyes internacionales contra el genocidio, los crímenes de guerra y otras atrocidades, el tribunal ha sido percibido durante mucho tiempo por Moscú como hostil. El mes pasado, la fiscalía emitió una orden de detención contra el Presidente ruso Vladimir Putin, acusándole de crímenes de guerra en Ucrania.
Como pasante no remunerado, Cherkasov habría estado en condiciones de deambular por los pasillos acristalados del tribunal y tratar de sondear su sistema informático protegido por cortafuegos, según funcionarios de seguridad occidentales, que dijeron que Rusia utiliza cada vez más espías humanos para instalar software o dispositivos que permitan penetraciones técnicas.
En marzo de 2022, apenas unas semanas después de la invasión rusa del 24 de febrero, Cherkasov había “pasado los controles de seguridad de la CPI y fue aceptado en el puesto de analista junior”, según la declaración jurada.
En Brasil, Cherkasov empezó a arreglar sus asuntos. Trató de “reunirse con un mensajero” para acumular dinero en efectivo que le permitiera mantenerse en su puesto no remunerado. Escondió unidades informáticas y otros dispositivos en lugares sin salida a lo largo de una ruta de senderismo por la selva cerca de São Paulo, enviando instrucciones a sus contactos rusos sobre dónde encontrarlos. También discutió con ellos estrategias para futuras reuniones, proponiendo viajes de ida y vuelta a Brasil que fueran fáciles de explicar a la CPI.
El 31 de marzo, al embarcar en un vuelo con destino a Ámsterdam, ni Cherkasov ni sus superiores del GRU parecían darse cuenta de que la red se cerraba sobre él. Para entonces, el servicio de inteligencia holandés había captado sus propias señales de que la embajada rusa en La Haya estaba haciendo preparativos para la llegada de un nuevo e importante ilegal, según un funcionario de seguridad occidental.
Las autoridades holandesas recibieron entonces un dossier del FBI con tantos detalles sobre la identidad de Cherkasov y su afiliación al GRU que llegaron a la conclusión de que el FBI y la CIA habían estado vigilando en secreto a Cherkasov durante meses, si no años, según un funcionario occidental familiarizado con el asunto.
Los funcionarios holandeses interceptaron a Cherkasov en el aeropuerto, le interrogaron durante varias horas, revisaron sus dispositivos y utilizaron un programa de reconocimiento facial para cotejar la foto de su pasaporte con imágenes en Internet de Cherkasov durante sus días previos a la GRU en Kaliningrado. A continuación, los holandeses le obligaron a embarcar en un vuelo de regreso a Brasil.
Fue detenido a su llegada a Brasil, donde negó ser un operativo ruso, insistiendo en que todo el asunto era una confusión y que su identidad de Ferreira era real. Sin embargo, antes de aterrizar en Brasil, había enviado mensajes agitados a una mujer en Rusia con la que había mantenido una relación sentimental durante años, según la declaración jurada, con la intención de que le ayudara a ponerse en contacto con uno de sus superiores del GRU.
Dos meses después de la expulsión de Cherkasov, las autoridades holandesas emitieron un comunicado de prensa extraordinario sobre su intento fallido de entrar en el país, publicando la torpe biografía que, según dijeron, había compuesto en torno a 2010. Las autoridades holandesas afirmaron que la decisión de hacerlo público formaba parte de un esfuerzo por denunciar la conducta de Rusia y llamar la atención de los gobiernos aliados sobre la amenaza de los ilegales.
La noticia se extendió rápidamente entre los compañeros y profesores de Cherkasov en Johns Hopkins.
Nadie estaba más consternado que el profesor Finkel, que había escrito una carta de recomendación para apoyar la solicitud de Cherkasov a la CPI. “Antes tenía buenas razones para odiar a los servicios de seguridad rusos. Ahora estoy que exploto”, escribió en Twitter, angustiado, Finkel, un ucraniano que había denunciado la invasión rusa y pedido que se investigaran los crímenes de guerra. “Nunca superaré este hecho. Odio todo lo relacionado con el GRU, con él, con esta historia. Me alegro mucho de que lo hayan desenmascarado”.
En Brasil, Cherkasov confiaba en que la condena de 15 años no se mantuviera.
“Ni de broma me quedo aquí”, dijo en un mensaje del 7 de junio a la mujer rusa, con la que había pedido permiso a sus superiores del GRU para casarse, según la declaración jurada. “Tenían que condenarme a una gran pena para salvar la cara, ¿vale? Nadie va a sentarse aquí a cumplir 15 jodidos años por un pasaporte falso”.
En un mensaje enviado a finales de agosto, aseguró a la misma mujer que su caso terminaría en cuestión de semanas y que para Año Nuevo ambos estarían paseando por el Palacio de Invierno de San Petersburgo. “Todo irá bien”, dijo, firmando como “prisionero de guerra”.
La declaración jurada indica que Cherkasov utilizó aplicaciones de mensajería para enviar fotos de mensajes escritos a mano a la mujer, presumiblemente en dispositivos que pudo utilizar mientras se reunía con diplomáticos rusos durante su detención.
Ocho meses después, Cherkasov sigue en prisión en medio de señales contradictorias sobre su destino final. El Tribunal Supremo de Brasil acaba de aprobar provisionalmente la solicitud de extradición de Rusia. El Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, tiene previsto visitar Brasil a finales de abril, lo que aumenta la posibilidad de que Moscú encuentre una forma de conseguir su liberación.
Aun así, el Tribunal Supremo de Brasil ha declarado que no puede producirse la extradición hasta que la policía federal del país concluya una segunda investigación centrada en las presuntas actividades de espionaje de Cherkasov.
El caso Cherkasov ha sido una fuente de vergüenza para las autoridades brasileñas por la susceptibilidad de su sistema al fraude y la frecuencia con que ha sido utilizado por los servicios de inteligencia rusos como plataforma de lanzamiento de ilegales. Otro presunto agente del GRU que utilizaba una identidad brasileña falsa fue detenido en Noruega el año pasado.
Funcionarios brasileños declinaron las solicitudes de entrevistas personales, pero afirmaron que el gobierno está poniendo en marcha nuevos procedimientos, como el control de la identidad nacional, para ayudar a reducir este tipo de fraude. El plan a largo plazo de Cherkasov era utilizar su falsa identidad brasileña para solicitar la ciudadanía portuguesa, lo que le habría permitido vagar libremente por Europa, según los funcionarios y los detalles de la declaración jurada.
El caso Cherkasov también ha planteado cuestiones difíciles a Johns Hopkins, como si debería hacer más para examinar a los solicitantes, si debería anularse el título de Cherkasov y qué debería hacer la universidad con los pagos de matrícula que presumiblemente recibió indirectamente de la GRU.
© The Washington Post 2023
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