A solo 40 minutos del bullicio del centro de Sídney, Australia, un tranquilo suburbio surgió en las afueras de la ciudad. Sin embargo, en medio de este desarrollo inmobiliario se encuentra una propiedad excepcionalmente resistente y llena de historia: la casa de la familia Zammit. Con más de dos hectáreas de terreno, se han mantenido firmes ante las tentadoras ofertas de los desarrolladores inmobiliarios, rechazando la última propuesta de 50 millones de dólares.
En el área de The Ponds, cerca de la ciudad de Quakers Hill, se extienden filas de casas recién construidas, resultado del interés de los desarrolladores en convertir esta zona en un apetecible suburbio residencial. Sin embargo, el singular terreno de los Zammit resultó un obstáculo para completar el proyecto arquitectónico deseado.
“La mayoría de las personas vendieron hace años y años, pero estos muchachos han aguantado. Todo el crédito para ellos”, dijo el agente inmobiliario Taylor Bredin a un medio local. La familia Zammit demostró una resistencia admirable mientras el paisaje que los rodeaba fue cambiando drásticamente. El lugar que solía ser un conjunto de tierras de cultivo y casas de ladrillo rojo, ahora se transformó en un floreciente suburbio residencial.
Los desarrolladores inmobiliarios vieron en este terreno una oportunidad para construir un gran suburbio, y adquirieron gradualmente la mayoría de las propiedades circundantes. Sin embargo, la familia Zammit se mantuvo firme en su decisión de no vender, incluso cuando las ofertas iniciales alcanzaban los cuatro millones de dólares.
La propiedad de los Zammit, con su peculiar casa estilo Castillo de Windsor y un impresionante camino de entrada de más de 190 metros, quedó rodeada por las nuevas construcciones. La familia, desde el comienzo, dejó claro que no pueden poner precio a su hogar, lo que representa un marcado contraste con el entorno homogéneo que se desarrolló a su alrededor.
“Cada casa era única y había mucho espacio, pero ya no. Simplemente no es lo mismo”, explicó al medio Diane Zammit, de 51 años. Aunque las ofertas con los años fueron en aumento, alcanzando la asombrosa cifra de 50 millones de dólares, los Zammit continúan aferrados a su hogar y a su invaluable extensión de terreno.
A pesar de la creciente presión y tentación de una futura venta, la familia se convirtió en un símbolo de resistencia y de preservación de la historia en medio del vertiginoso crecimiento urbano. Mientras los desarrolladores siguen ofreciendo sumas tentadoras, los Zammit prefieren valorar lo que construyeron a lo largo de los años y la riqueza de las memorias que residen en su propiedad.
Según los agentes inmobiliarios, si algún día llega el momento en que decidan vender, el valor incalculable de su casa y su vasto terreno les permitirá disfrutar de una vida cómoda y próspera. Pero hasta entonces, esta familia decidió ser el faro de la resistencia y en las redes muchos usuarios los felicitan por su postura.
“Poder vacilar a tus vecinos de tener el jardín más grande y absurdo de toda la ciudad no tiene precio. No vendo”, “Con 50 millones te compras cosas mucho mejores que esas y vives mucho más tranquilo”, “Si se pueden permitir mantener ese césped es que ya van sobrados de dinero”, “No hay más que césped, es muy alargado, un gran trecho hasta llegar a casa. Demasiado expuesto a demasiados vecinos. Vendería para comprarme una casa mejor y más discreta”, “Lo plantaría todo de árboles, para darle envidia a los vecinos de lo fresquito que está sin tanto cemento alrededor”, fueron algunos de los mensajes que los usuarios dejaron en Twitter.
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