El Liceo Andrés Bello, en el centro de Caracas, es uno de los puntos de votación más concurridos de la capital. Aquí votan no sólo funcionarios del gobierno y miles de personas, sino que es reconocido como un bastión oficialista. Sin embargo el panorama hoy es diferente: en la fila para votar, la gente en su gran mayoría se ilusiona con un cambio, son muchos los que dicen que se equivocaron, que creyeron en el chavismo y ahora no.
Es tal vez uno de los mejores puntos para interpretar el pulso de lo que está sucediendo, no sólo por los testimonios de la gente sino por las imágenes contradictorias que suceden: en un momento se detienen seis camionetas en la puerta y bajan observadores internacionales a controlar el lugar, hay una gente los abuchea y la policía debe intervenir para recuperar la calma pero durante un momento parece que todo va a estallar.
Apenas minutos después sucede la escena más intimidante: empiezan a escucharse sirenas y sonidos de moto y desde el fondo de la avenida llegan los famosos motorizados del gobierno, los temidos colectivos de Maduro que han mermado pero sigan existiendo. Es imposible ignorarlos, de repente toman toda la calle y un segundo después invaden la vereda, donde esperan los votantes para entrar a sufragar. Enormes motos van tomando la vereda de ambos lados de la calle, tienen banderas del partido socialista y algunos gritan: “Vamos Maduro”. Delante de ellos los acompaña un auto de la policía nacional bolivariana que les abre camino. La gente los mira y no dice nada, no se anima a abuchearlos como a los funcionarios, es que la fama los precede y muchos le temen a la violencia.
“Éstos son los del oficialismo pero ya no nos amedrentas más, la sociedad ya cambió ya no nos dejamos intimidar. Yo fui chavista, yo cometí ese error, pero ahora ya abrí los ojos”
Conforme avanzan un poco más algunas personas en la fila ya se animan a reaccionar, y les gritan que se vayan. Los motorizados se ríen, y siguen su marcha con banderas del partido y de Nicolás Maduro.
Nada altera la calma democrática de la población, que sigue esperando para emitir su voto.
“Esto se acabó “, dice un hombre a vos Cocho apenas sale del Liceo. La policía se acumula todo alrededor del centro, son cada vez más oficiales en la puerta del lugar, que tiene una de las paredes pintadas con un fresco en homenaje a la batalla de Stalingrado, la hoz y el martillo están a medias despintados, y un tanque en llamas parece en realidad escupir pichones de fénix. es apenas el mediodía en Venezuela, hay que esperar.