Sus hijos sufren graves enfermedades y ellas deben compensar las falencias del sistema de salud en Venezuela, asumiendo responsabilidades que van desde proporcionar los medicamentos hasta hacer el aseo de las habitaciones donde sus hijos están internados. Estas son algunas de las situaciones que tienen que afrontar las madres de los niños hospitalizados en el Hospital J.M. de los Ríos, en Caracas, que dejan al descubierto la falta de inversión en salud pública del gobierno de Nicolás Maduro.
La crisis humanitaria en Venezuela continúa agudizándose con el correr del tiempo. La población, sumida en una pobreza generalizada, reduce al mínimo indispensable el consumo de los alimentos y de las medicinas necesarias para sobrevivir, así como también se ve obligada a depender del sistema sanitario público para la atención de sus necesidades de salud. Sin embargo, las carencias continuadas y la falta de inversión limitó la capacidad de atender las necesidades de la población, con carencia de insumos, disminución en el personal y la baja operatividad de los servicios de laboratorios y rayos X.
Este contexto tuvo un impacto agudo en la vida de las mujeres, niñas, niños y adolescentes; sobre todo, si los menores de edad deben enfrentarse a duras enfermedades como leucemia, talasemias, afecciones nefríticas, desnutriciones crónicas, entre otras, según reveló un informe de la ONG Prepara Familia al que tuvo acceso Infobae.
El estudio cuantifica las dificultades a las que deben hacer frente las madres cuyos hijos están internados en el Hospital J.M. de los Ríos, un centro de salud pública especializado en pediatría al que acuden desde diferentes ciudades de todo el país para poder acceder a un tratamiento.
De acuerdo con los datos relevados, en el 84 por ciento de las salas de esta institución no cuentan con auxiliares de enfermería asignados para atender a los pacientes. De hecho, solo en un 8 por ciento del total de la muestra hay más de dos enfermeras por turno. En un 50% de los casos hay dos enfermeras por turno, mientras que en un 42% una sola. Niveles similares se registran en la presencia del personal de limpieza, puesto que un 43% de las salas no cuentan con trabajadores que se hagan cargo de estas tareas.
En consecuencia, estas tareas recaen sobre las madres de los niños que están hospitalizados. En ese sentido, el informe reveló que en un 97% de los casos son las madres quienes se encargan del cambio de cama, así como en un 99% de los casos son quienes colocan las sábanas limpias. Además, en un 95% de las veces deben encargarse de atender las necesidades fisiológicas de los niños.
La falta de personal en el Hospital J.M. de los Ríos es tal que son las mismas madres quienes deben encargarse del aseo de las habitaciones y de los baños.
Sin embargo, no solo tratan de humanizar las condiciones en las que se encuentran internados sus hijos, sino que también deben asumir el rol de control y monitoreo del propio estado de salud de los niños, aún cuando se encuentran dentro de una institución de salud pública que debería encargarse de su atención.
Según los datos relevados, estas mujeres se dedican en un 79% de los casos a controlar la temperatura de sus hijos, así como en un 41% son quienes se hacen cargo de la sonda, en el caso de que los niños la necesiten.
La exigencia que recae sobre ellas las lleva a dedicarse tiempo completo a esta tarea, por lo que se ven obligadas a dejar sus trabajos remunerados, quedando en una situación de vulnerabilidad y pobreza. Algunas de ellas realizan trabajos ocasionales por cuenta propia para obtener algún ingreso que les permita enfrentar las múltiples necesidades que tienen sus hijos.
Como el dinero que pueden llegar a obtener es muy escasos, deben complementarlos con ayuda de la familia, donaciones, bonos o pedir ayuda. Solo un 2% de las madres pueden solventar sus gastos utilizando sus ahorros.
Ese es el caso de Belkis, una mujer de 55 años que es madre adoptiva de Josué, un niño que sufre insuficiencia renal. “Tuve que abandonar todo por mi niño. Eso me costó mi trabajo. En el hospital Domingo Luciani me presionaron, me decían que no podía pedir tantos permisos y reposos, pero yo no podía dejar al niño solo. Ahora estoy jubilada y no trabajo. No puedo trabajar. A veces vendo dulces, tortas, pero no tengo más ingresos. Sin embargo, no me arrepiento: por Josué me levanto todos los días”, expresó durante el relevamiento de los datos.
El sistema de salud no solo no garantiza las condiciones mínimas de higiene en los lugares en donde los niños reciben tratamiento, sino que el hospital abastece de todos los medicamentos apenas a 1 de cada 10 menores. De esta manera, sus madres se ven obligadas a buscar la forma de tener un ingreso extra para lograr complementar o encargarse completamente de ellos.
En términos de estadísticas, solo en el 12 por ciento de los casos el hospital se hace cargo de la totalidad del tratamiento, mientras en un 16 por ciento de los casos la responsabilidad recae sobre las madres y familias. En el 72% de las veces son las familias los que deben complementar la medicación con la que brinda el hospital, para que sus hijos puedan tener acceso a un tratamiento completo.
La exigencia económica es aún más grande cuando los niños necesitan también pañales, puesto que en un 62% de los casos son las mujeres quienes deben proporcionárselos a sus hijos. Un 36% proviene de donaciones y solo en un 2% se hace cargo el hospital. Lo mismo sucede con las niñas de 12 años hospitalizadas que necesitan toallas sanitarias, que en su totalidad son aportadas por sus madres.
La falta de inversión en el sistema de salud las obliga además a comprar los alimentos para que sus hijos puedan comer, lo que agudiza aún más las presiones económicas que recaen sobre estas mujeres. En línea con el relevamiento realizado, en 53 de los casos las madres son quienes deben comprar sus alimentos.
En consecuencia, las tres principales necesidades que consideraron imperioso cubrir son, en primer lugar, tener recursos económicos; en segundo lugar, el acceso a medicamentos, de los que depende el tratamiento de sus hijos; y, por último, la alimentación.
Estos datos dan cuenta de la crisis sanitaria en Venezuela, impulsada por el desabastecimiento y la falta de inversión, que terminan siendo suavizadas por el labor que día a día realizan las madres, que deben abandonar su vida para suplir las carencias del sistema de salud venezolano.