Varios videos que se han difundido en redes sociales, y que han causado un fuerte repudio, muestran a militares en situaciones vergonzosas, algunos uniformados totalmente ebrios o drogados, los hay ofreciendo servicios en plataformas sexuales, o exhibiendo riquezas injustificadas. Hoy cuando se cumplen 52 años desde que Hugo Chávez se recibió como cadete. Es propicio para citar al general Juan Antonio Herrera Betancourt, presidente del Frente Institucional Militar (FIM), quien considera que para un militar “es completamente inadmisible, por tanto, vituperable que, sin vocación y sin aptitudes para desempeñarse decorosamente, se aferre por simple acomodo o por conveniencia material a la situación, como sucede actualmente en la fuerza armada, donde algunos profesionales militares hacen negocios ilícitos y logran grandes fortunas”.
En este preciso momento, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) ha sido colocada, por el régimen venezolano, en pleno debate por los tambores de guerra que desde el Alto Mando Militar y político del país han hecho sonar por el diferendo con Guyana por el caso del territorio Esequibo en reclamación. Han desplazado vehículos y personal por zonas de fronteras en actos efectistas para que la población se convenza de que los militares defenderán el territorio y la soberanía.
A propósito de eso lo que puntualiza el general Herrera es importante: “La profesión militar reclama cualidades sobresalientes que motivan el respeto por quienes la profesan, obligando al profesional militar a deponer todo anhelo de lucro ilícito para consagrarse con toda voluntad a la noble tarea que le impone entregar su fortaleza física e intelectual para estar siempre a la altura de la misión de garantizar la independencia y soberanía de la Nación y su integridad territorial, requiriendo un elevado temple moral para cumplir sin esperar otra recompensa que la satisfacción del deber cumplido”.
“Estas cualidades de tan elevado contenido, el amor profundo por el ideal de servir eficazmente a la patria, calma y serenidad ante toda amenaza que pueda perturbarlo, raciocinio para dominar las acciones irracionales, constancia y tenacidad para proseguir sin desmayo la obra emprendida, sin contentarse con resultados mediocres, sentido justo y correcto para usar los medios requeridos para lograr el efecto deseado, tacto, espíritu de observación y lo que el sentido común indique”.
Aclara que “este conjunto de cualidades no es innato, lo que impone adquirirlas por medio de la adecuada educación que permita formar la contextura moral hasta hacerlo de una gran estructura para lograr el sentido de dignidad y valor para obtener las energías necesarias que le permitan alcanzar la victoria”.
“La juventud acostumbra a juzgar la carrera militar por lo que ve, que es precisamente el lado más superficial y menos trascendente, tal como la pompa ruidosa de los desfiles y el atractivo que presenta el uniforme, viviendo ese estado engañoso hasta que las circunstancias del servicio o del combate lo pone ante la realidad insospechada”.
Considera que “todo profesional militar que quiera dar a su autoridad la mayor eficacia, debe comenzar por compenetrarse con la idea de que la mejor manera de dirigir consiste en lograr la colaboración, haciendo el esfuerzo para conseguirla en sus relaciones con sus superiores como con sus subalternos. Las restantes cualidades militares que le deben acompañar se derivan de la misma preocupación moral y de actos repetidos con su voluntad”.
La chispa de fuego
Para quien hoy dirige el FIM, que agrupa a 260 militares retirados de la Fuerza Armada, “la pasión inspirada por un desinteresado y noble ideal hace nacer en el corazón del profesional militar las fuerzas que permitan elevar su alma con toda decisión, apartando las bajas pasiones. Por eso, el profesional militar digno de este nombre está motivado por el idealismo más puro, inspirado en el amor a la Patria y el respeto a sus instituciones que le dan fortaleza hasta para ofrecer su vida, como lo impone su juramento”.
Agrega, “debe considerar siempre que el país le entrega lo mejor de su juventud y todas sus fuerzas morales y materiales para asegurar su defensa, lo que impone ser un apasionado para lograr una voluntad y altura moral para adquirir la elevación, la nobleza y las fuerzas indispensables para salir airoso de la misión, auto educándose permanentemente con ahínco, perseverancia y pasión. Lo que le dará una dignidad moral que le hará rechazar todo acto injusto, toda mentira y toda humillación, y así asumir la más grande responsabilidad”.
“Al deseo de elevar su personalidad con gran moral, de agregar como el más noble, el culto al ideal nacional constituido por la patria, como fuerza superior que lo impulsará a cumplir con el deber profesional con la seguridad de llegar a la meta de sus aspiraciones”.
Asevera que “un verdadero profesional militar debe tener en el corazón la chispa del fuego sagrado del ideal, apartando el interés personal y el egoísmo, que le pueden llevar a una debilidad moral, sintiéndose agobiado por el esfuerzo exigente del servicio de ese ideal, con la consecuencia de ser un superior mediocre, porque entre las condiciones exigidas por la aptitud para el mando, está en primer lugar la facultad de gobernarse a sí mismo. Hay profesionales militares que, sin poseer condiciones para el mando, tienen cualidades, carácter generoso y caballeresco, entregándose a buenas acciones”.
“Pueden faltarles constancia en el esfuerzo y capacidad como organizadores, pero son leales y están animados por el sentido del honor y la solidaridad, pero estas cualidades no bastan, para lograr el éxito ante un adversario dueño de sí mismo y más apto para el ejercicio del comando, porque el profesional ante todo tiene que se guía de sus subordinados, a los que tiene que conducir con el mayor tacto a vencer en el combate, con gran sentido de sus responsabilidades que son el triunfo de los ideales y aspiraciones de la patria”.
Insiste el general Herrera que “todo profesional militar puede llegar a adquirir las condiciones de mando más sobresalientes por medio de la reflexión y de la voluntad, obteniendo mediante la autoeducación voluntaria, persistente, inspirada en el sentimiento del deber y atendiendo el desarrollo de las facultades personales necesaria”.
Evitar el fracaso
“La vocación militar es una fuerza que arrastra a un individuo a abrazar la carrera de las armas por la afinidad que tiene su carácter con la manera como se desarrolla la vida en la fuerza armada. Es una fuerza propulsora que ayuda siempre a ir adelante, comunicando entusiasmo para triunfar, da optimismo para vencer el desaliento y fe para abrirse paso y llegar a la altura por el cumplimiento fiel de sus obligaciones”, sentencia Herrera Betancourt.
“Para que la vocación militar sea legítima en un aspirante a ser profesional militar, es necesario que tenga cualidades naturales que lo identifiquen con los elevados fines de la profesión. No basta la voluntad para legitimar la vocación, pues ella no crea esas condiciones naturales que evitan el fracaso en la carrera, por lo que es necesario conocer las particularidades de la profesión para no sufrir el engaño al elegir carrera”.
“Solo cuando se abraza la carrera con vocación verdadera, puede estar preparado para dos aspectos de su función, obedecer al superior y ordenar al subalterno, y para cumplir el más esencial de sus deberes, como es perfeccionar su propia contextura moral y labrar el corazón de sus subordinados, actuando sincera y tenazmente para entregarse por entero a la obra patriótica que le impone su misión, y estar a la altura de las responsabilidades, contraídas consigo mismo, con la sociedad y con la patria”.
“Esa vocación es la que infunde conciencia de su alto deber, que cumplido, le permite caminar erguido, mostrando la cara de frente, sin que nadie pueda negarle su condición de verdadero patriota. Si no lleva en su alma el amor y decisión para su carrera, el deber no constituye para él un ideal de vida, limitado a portar el uniforme y afianzar su autoridad ente sus subalternos por la imposición de su personalidad y no por medio de procedimientos educativos morales”.
Cohesión intelectual y moral
Considera que es un privilegio impartir órdenes porque “es una manifestación de la legítima autoridad del profesional militar, indicando en ellas su decisión, reflejando el deseo de actuar, la preocupación por prever y el compromiso de su responsabilidad. Quien imparte una orden debe fijar claramente el objetivo que persigue y las intenciones que trata de llevar a la práctica, dejando al subordinado la elección de los medios y procedimientos que tiendan a alcanzar el fin propuesto”.
Reflexiona en que “la Fuerza Armada es una organización con vida propia, con gran potencial para cumplir con muchas actividades de su deber. Está constituida por hombres y mujeres con diferentes grados y jerarquías, que deben reflexionar y colaborar en la obra común, siempre activos, sin esperar órdenes para actuar y cumplir con su deber”.
“En toda orden, por insignificante que parezca, hay que distinguir en la letra de su texto y el espíritu que la anima. Ambos deben ser nítidos y expresivos, sin que la falta de una de estas condiciones sea motivo para quien la reciba se limite a hacer únicamente lo expresado sin tratar de suplir las deficiencias de texto y sin interpretar la idea de quien la impartió. La cohesión intelectual, formada por la instrucción y el desarrollo doctrinario, así como la cohesión moral producida por la educación militar, facilita grandemente el cumplimiento de las órdenes, ayudando a quien la recibe, tener una interpretación justa, optimista y atinada, aunque la letra sea deficiente o incompleta, para determinar el fin que se persigue”.
Asegura que “si se viola la letra y el espíritu de las órdenes, se destruye la cohesión intelectual, haciendo difícil entenderla y derrumbando la cohesión moral, que hace actuar contra los intereses de la patria. Solo manteniéndonos dentro del espíritu y la letra de la orden, se consigue la armonía necesaria para alcanzar el fin propuesto. Cuando el profesional militar piensa y se ubica dentro del espíritu y la letra de las órdenes, y cuando su acción lo anima la cohesión intelectual y moral, es seguro que obtendrá la victoria”.
“Tampoco la fuerza que representa la cohesión intelectual debe prevalecer sobre la iniciativa intelectual. Porque así se destruye la capacidad de maniobra y la ayuda activa, que no se limita a cumplir lo ordenado, sino hacer lo posible para realizar en pensamiento de quien lo emana”.
Finaliza el General Herrera Betancourt diciendo que “la expedición y el cumplimiento de las órdenes deben estar inspirados en un estrecho sentido de solidaridad. De parte del superior, esa solidaridad se manifiesta recordando que sus subalternos, en muchos casos actúan aislados, por lo que necesitan ordenes claras, eficientes y optimistas para actuar; y de parte de los subordinados, poniendo toda su voluntad para que las disposiciones dictadas por sus superiores no sean ineficaces por malas interpretaciones, descuido, negligencia o cobardía”.