Meses atrás, durante las discusiones salariales, los trabajadores de los subterráneos de CABA y Metrovías habían acordado que se otorgaba una suma fija a cambio de una tregua hasta el 1 de agosto. Y aquel miércoles, cuando comenzó agosto, la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y el Premetro (Agtsyp) y la Unión Tranviarios Automotor anunciaron que a partir del viernes harían paros sucesivos. Así los 1,2 millones de usuarios del subte se quedarían sin servicio en principio por 72 horas, pero también podría ser por cinco días.
El conflicto llegaría, finalmente, a 10 días de paro. Pero lo que comenzó aquel miércoles era, en realidad, otro episodio de la pelea interminable entre el gobierno de la ciudad y el nacional por la administración de los subtes.
La policía debió buscar a Juan Pablo Piccardo, titular de Subterráneos de Buenos Aires (Sbase), la empresa del estado porteño, para que asistiera a las reuniones. “Hasta que no esté el traspaso y lo apruebe la Legislatura, no nos hacemos cargo del subte”, repitió la posición del gobierno de Mauricio Macri. “Esperemos que haya una negociación con el gobierno nacional para evitarle esto a la gente”.
El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, quiso desentenderse del asunto: “La gestión de Macri tiene ejemplos contundentes de abandono; se ve en los cortes de luz por falta de pago y en lo que pasó con la basura”, dijo. “Quien administra las paritarias es el Ministerio de Trabajo”, le contestó el jefe de Gabinete de Macri, Horacio Rodríguez Larreta. “El manejo del subte, como siempre, es responsabilidad del gobierno nacional. Hasta que no haya acuerdo, no hay traspaso”.
Entonces intervino el secretario de Transporte nacional, Alejandro Ramos: “Si hay paros, vamos a descontar proporcionalmente los subsidios que estamos dando a CABA”. Macri respondió: “Los metrodelegados son una creación del kirchnerismo”.
Roberto Pianelli, de Agtsyp, sintetizó: “El viernes a las 21 se cierra el subte”. El titular de UTA, Roberto Fernández, reclamó: “El Gobierno porteño tiene que hacerse cargo del servicio”. Los usuarios se encaminaban al paro más largo de la historia porteña.
El cruce de responsabilidades entre Nación y CABA se extendió también a los peajes, que aumentaron ese primer día de agosto entre 14% y 20% para los automovilistas, y hasta 43% para los camiones. Se trataba de los peajes de acceso a la ciudad de Buenos Aires y de otros concesionados a privados en el territorio nacional.
El ministro de Planificación, Julio De Vido, dijo que los corredores viales interprovinciales financiarían el 10% de la nueva obra pública que mejoraría la red. Pero el oficialismo también recordó que en menos de cuatro años el gobierno de PRO había autorizado seis ajustes en las tarifas.
Los tres accidentes más graves que ocurrieron aquel miércoles, entre La Pampa y Buenos Aires y cerca de Rosario, no se debieron al estado de los caminos: fue una niebla densa y tenaz la que causó choques que dejaron 10 muertos y más de 30 heridos en total.
Comenzó en Brasil el juicio por el Escândalo do Mensalão, el escándalo de las mensualidades, que comenzó con una denuncia de la publicación Veja, sobre la presunta compra de votos en el Congreso: un sistema descomunal para la compra de apoyo político con fondos públicos. El caso estalló en 2005 y se convirtió en un problema grave durante el gobierno de Lula da Silva: involucró a tres ministros, varios diputados y numerosas figuras del PT y otros cuatro partidos aliados.
Aquel miércoles el Tribunal Supremo de Brasil comenzó a revisar las 50.000 fojas de documentación sobre los hechos y los 38 imputados, entre los que sobresalían el ex jefe de Gabinete de Lula, José Dirceu; el tesorero del PT, Delubio Soares, y empresarios de la publicidad como Marcos Valério y el que había hecho la campaña de Lula, Duda Mendonça (todos ellos resultarían condenados por cargos desde corrupción activa y pasiva hasta malversación, de lavado de dinero a asociación ilícita). Hubo 650 testigos y una fuerte cobertura de la prensa opositora, que hablaba del “juicio del siglo”.
Según la Procuraduría General, los fondos desviados oscilaron entre R$ 101 millones (unos USD 40,4 millones) a R$ 141 millones (unos USD 56,4 millones), que se repartían en mensualidades de R$ 30.000 para que los diputados aprobaran los proyectos oficialistas. Pero de aquel centenar y tanto de millones de reales sólo se identificaron los destinatarios de R$ 32 millones. La defensa de los acusados dijo que los “recursos financieros no contabilizados” en realidad se habían usado en la tradicional contabilidad paralela de las campañas electorales en el mundo entero y que nunca hubo compra de votos en el Congreso.
Aunque había sido aprobado por el Parlamento Europeo, el impuesto a las transacciones financieras no había sido aplicado en el territorio de la UE hasta aquel 1 de agosto, cuando Francia comenzó a hacerlo: un 0,2% que se aplicaría sólo a determinadas operaciones de compraventa de títulos y sólo si se trataba de compañías grandes como L’Oreal, Air France y Michelin, que tuvieran sede en Francia. No se aplicaba a las transacciones internas entr empresas del mismo grupo, ni a las extranjeras ni a los seguros de deuda y otras actividades de alta frecuencia.
En Argentina terminaba el ciclo de 12 años del sistema de promociones en el fútbol: los campeonatos se llamarían Inicial (en lugar de Apertura) y Final (en lugar de Clausura) y al cabo de las 38 fechas los tres equipos de menor puntaje pasarían al descenso, sin segunda oportunidad. En San Lorenzo se logró quórum para que la asamblea aceptarla las renuncias de su presidente, Carlos Abdo, y la Comisión Directiva, que desde hacía días participaban de una telenovela que incluyó gritos, objetos arrojados y hasta un ingreso al hospital por taquicardia. Se decidió que el 1 de septiembre habría elecciones anticipadas y mientras tanto el presidente del club sería Matías Lammens, quien contaba con Marcelo Tinelli, ahora primer vocal, como apoyo.
Un escritor reconocido y uno de los miembros de los happy few en los Estados Unidos, Gore Vidal, murió en Los Ángeles a los 86 años. Provocador, brillante y maledicente, había sido guionista (Ben Hur), dramaturgo (Weekend), novelista (La ciudad y el pilar de sal) y ensayista; se había burlado de Truman Capote y Ernest Hemingway en sus momentos de mayor fama y Norman Mailer lo había trompeado no una sino dos veces. Había sido amante de Jack Kerouack y vivió en Francia luego de la Segunda Guerra Mundial para instalarse en Ravello, al sur de Nápoles, hasta 2005.
Nieto de un senador, hijo de un oficial de la fuerza aérea, primo de Al Gore (había adoptado su apellido materno como primer nombre, en lugar de Eugene) y hermanastro de Jacqueline Kennedy, escribió historias que se mezclaban con la política de su país, como Lincoln, Burr y 1876, además de ensayos críticos como Imperio y la autobiografía Palimpsesto.
SEGUIR LEYENDO: