Aquel lunes abrió una semana centralmente política: en 48 horas comenzaría el duelo entre la presidenta Cristina Kirchner y su ex aliado Hugo Moyano. El secretario general de la CGT confirmó que el paro general se haría, negó que tuviera un fin político —era porque el impuesto a las Ganancias afectaba a muchos trabajadores que habían obtenido mejoras por la inflación— y llamó a quienes lo habían criticado “alcahuetes que se pelean para ver quién le cae mejor a la presidenta”.
Entre ellos destacó al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich (”no puede ni hablar porque permitió instalar una base militar de Estados Unidos en su provincia”), al alcalde de Florencio Varela, Julio Pereyra (“ese intendente que está más tiempo en Miami que en el municipio”), y al jefe del bloque de diputados kirchneristas, Agustín Rossi. En otro tono, la CGT difundió un documento para responder a “las acusaciones de golpista” del oficialismo.
Con la firma del vocero de la confederación, Juan Carlos Schmid, el comunicado distinguía: “Podemos aceptar que haya sectores que no comparten nuestros reclamos, pero jamás vamos a permitir que nos llamen desestabilizadores por ejercer un legítimo derecho a reclamar”. La CGT, se subrayaba, no iba a aceptar “que la protesta social sea criminalizada y que las huelgas sean caratuladas como extorsión a la democracia y que nuestro accionar se asocie al chantaje”.
Además de los camioneros de Moyano, otros treinta sindicatos (parte de la Unión Ferroviaria, pilotos, textiles, municipales, portuarios, peones rurales y trabajadores marítimos entre ellos) marcharían a la Plaza de Mayo el miércoles 27, como también los 56 organizados en la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo. Pero la CTA de Pablo Micheli, que se contaba entre los adherentes esperados, comunicó que no lo haría.
“Bancamos el paro, pero a la movilización no vamos a ir porque no hemos sido invitados”, argumentó Micheli. “No estamos acostumbrados a que nos convoquen por televisión, no nos parece que ésta sea la forma”, dijo, por el modo en que Moyano había comunicado la decisión. “La CGT tiene todas las razones y el derecho a tomar esta medida, pero nosotros somos de otro sector”.
Se definieron otros sí pero no: los metrodelegados del subte, los bancarios y la Federación Agraria de Eduardo Buzzi, además de agrupaciones políticas como la UCR. Estaban, desde luego, los del no rotundo: los adversarios de Moyano en la interna de la CGT. Tanto los Gordos (Luz y Fuerza, Smata, Comercio, Sanidad) como los independientes (UPCN, Uocra, UOM, taxistas) y la CTA oficialista esperaban que la marcha fuera un fiasco para llegar con más fuerza a las elecciones de la CGT en pocas semanas.
El gobernador bonaerense, Daniel Scioli, llamaba a la conciliación mientras conservaba la esperanza de que Kirchner le girase los millones que le faltaban para pagar más de 500.000 salarios de estatales, de los cuales casi 450.000 incluirían el medio aguinaldo. “Es momento de colaborar, no de confrontar”, repetía, y no daba crédito a que le siguieran preguntando por su encuentro futbolístico con Hugo Moyano en su quinta de Tigre: acababa de jugar con Diego Maradona y la prensa insistía con aquella noticia vieja. “A algunos les gusta jugar al golf, a otros les gusta jugar al tenis y otros se reúnen a escondidas para que nadie se entere”, dijo Scioli. “Las cosas las hago así, con toda claridad y con toda naturalidad”.
El viernes la polícía Metropolitana había desalojado a los vendedores ambulantes que se ubicaban en las calles Perú y Florida, tan cerca de la Jefatura de Gobierno comunal ocupada por Mauricio Macri. La Legislatura porteña había eliminado la figura del vendedor ambulante y había creado 28 ferias para ellos; a los desalojados les tocaba la plaza Roberto Arlt, en la calle Esmeralda, pero muchos se habían negado: allí su clientela se reduciría. Aquel lunes, en una demanda de los afectados, una jueza ordenó no innovar. El desalojo quedó sin efecto. Y el gobierno de CABA apeló.
A poca distancia, en la Casa Rosada, Kirchner recibió al primer ministro de China, Wen Jiabao, para firmar acuerdos bilaterales, como un crédito de USD 11.430 millones para reactivar el ferrocarril Belgrano Cargas o inversiones no especificadas para YPF. En videoconferencia, Wen y Kirchner se reunieron con los presidentes de Brasil, Dilma Rousseff, y de Uruguay, José Mujica, para proponer la posibilidad de un acuerdo de libre comercio entre China y el Mercosur.
Sergio Schoklender declaró ante el juez Norberto Oyarbide en la causa Sueños Compartidos, que investigaba un presunto desvío de fondos públicos en el emprendimiento de construcción de viviendas a cargo de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. “Indudablemente por pedido, consejo o recomendación del Poder Ejecutivo, el tribunal y la fiscalía han decidido destruirme a cualquier precio y garantizar la impunidad de la señora Hebe de Bonafini y su hija, Alejandra Bonafini”, dijo el ex apoderado de la organización, a la cara de Oyarbide.
A lo largo de seis horas, el entonces detenido por el caso acusó a Bonafini de haber usado fondos de la fundación para comprarle dos propiedades a su hija, y también para vacaciones. Los “innumerables viajes al Caribe” de Alejandra, “con su madre o sus parejas, también fueron pagados con fondos de la fundación por orden de la señora Hebe de Bonafini”, agregó. “Puedo asegurarles que fueron mucho más onerosos que los viajes de su señoría a Punta Cana”, agregó, acaso para despertar la envidia de Oyarbide, quien había aparecido fotografiado en un resort con su pareja.
La Fiscalía de Investigaciones Administrativas perdió la posibilidad de usar como prueba, en cinco causas contra Ricardo Jaime, unos 25.000 correos electrónicos del ex secretario de Transporte. La Cámara Federal confirmó el fallo original, que los había considerado nulos, al calificar de “inadmisible” el recurso del fiscal Guillermo Noailles, quien quería incluir corresponencia de 2003 a 2007, para indagar en los vínculos de Jaime y su asesor Manuel Vázquez con distintos empresarios.
Se conoció que en la noche del domingo, en sólo 37 segundos y ante el asombro de los empleados del Hotel Alvear, de Recoleta, tres ladrones rompieron las vidrieras de joyas y relojes y se llevaron lo que encontraron. Antes de que alguien reaccionara ya se alejaban en sus motos. Se sospechó que era un modus operandi: otros dos asaltos recientes habían tenido las mismas características, en dos centros comerciales elegantes.
El martes todo se arreglaría, pero el lunes el motín de policías que enfrentaba el presidente boliviano, Evo Morales, llegó a un punto de conflicto. Luego de cinco días de protesta, los policías que pedían aumentos salariales marcharon hasta la sede de gobierno en La Paz, disparando al aire para intimidar a los partidarios de Morales, reunidos porque circulaba el rumor de un golpe de estado.
Los choques no se demoraron: los policías, con las caras tapadas y anteojos oscuros, arrojaron gases lacrimógenos y luego quemaron una bandera indígena. “La derecha está buscando muertos y, compañeros, no vamos a prestarnos para que haya muertos”, dijo Morales, para calmar a los manifestantes. El martes los policías aceptarían que el salario mínimo pasara de 1.446 bolivianos a 1.545, y que un bono de 220 aumentara a 620.
El colombiano Oswaldo Ruiz Marín y el español José Manuel Gutiérrez Ruiz, residentes de Santa Elena, cerca de Medellín, querían casarse pero no podían: en Colombia no existía aún el matrimonio igualitario (se aprobaría en 2016) y en España tenían requisitos de residencia. “Cuando nos enteramos de que en Buenos Aires íbamos a poder casarnos sin tanto enredo, no lo dudamos ni un minuto. En menos de 20 días planeamos el viaje”, dijo Oswaldo: la ley argentina permitía el matrimonio de extranjeros. Se convirtieron así en la primera pareja LGBT del exterior que salió con libreta roja del Registro Civil.
El grand slam más esperado, Wimbledon, empezó mal para David Nalandián y Venus Williams: los dos grandes jugadores perdieron en su debut. El argentino había sufrido lo mismo en Roland Garros y para la mayor de las Williams fue una primera vez en 16 participaciones consecutivas en el torneo. Con la caída de Leonardo Mayer, Carlos Berlocq y Juan Ignacio Chela, entre los argentinos sólo Juan Mónaco había quedado en pie, y al día siguiente debutaría Juan Martín del Potro.
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