Aquel sábado los hinchas de River lloraron de alegría: el equipo, que había descendido a la Primera B un año antes, y que apenas una semana atrás había perdido la oportunidad de ascender en un partido pésimo contra Patronato, le ganó 2 a 0 a Almirante Brown y volvió a la A.
La barra brava, cuya tribuna había sido clausurada por el asesinato del hincha Gonzalo Saucedo, se acomodó en la Sívori Baja, para fastidio de los que habían pagado por esas plateas. El estadio Monumental superó los 46.000 asistentes para los cuales estaba habilitado. La emoción evitó los disturbios: se terminaba un periodo que los periodistas deportivos llamaban, con su prosa flamígera, “un calvario”, un “crudo y descarnado padecimiento”, un “espinoso camino”.
Los dos goles fueron de David Trezeguet, que había pasado varios días encerrado con el resto de los jugadores y el director técnico, Matías Almeyda, en una isla del Delta. Hubo que esperar hasta el segundo tiempo para que los pudiera marcar: durante el primero, el juego se limitó a intentos por dominar la pelota.
“Siempre creímos en ustedes. En las buenas y en las malas”, decían las camisetas que lucieron los familiares y los amigos de los deportistas, que corrieron hacia ellos cuando terminó el partido, justo antes de que muchos hinchas pasaran las barreras de contención y también llegaran al césped.
El segundo ascenso de ese sábado fue el de Quilmes, que le ganó a Guillermo Brown. En cambio Instituto y Central, que perdieron ante Ferro y Desamparados, pasaban a jugar la promoción.
En un giro argumental digno de telenovela, Hugo Moyano ofreció retirar su candidatura para continuar como secretario general de la CGT si el gobierno accedía a modificar el piso del impuesto a las ganancias y universalizar las asignaciones familiares. “No me presento si el gobierno asume esta responsabilidad”, dijo, a cuatro días del paro general con movilización al que había llamado y a 16 de las elecciones en la confederación de sindicatos. “Yo me voy, pero que lo hagan”.
Moyano y Cristina Kirchner se apresuraban a negociar con los sindicatos: él para lograr adherentes al paro o a la marcha a Plaza de Mayo; ella para que los adversarios de él ayudaran a evitar que fuera un éxito.
Luis Barrionuevo había garantizado que los 56 gremios reunidos en su CGT Azul y Blanca apoyarían las demandas —a las que se podría sumar el pago de la deuda que el gobierno tenía con las obras sociales—, como también la CTA disidente y algunas agrupaciones políticas.
“Queremos que la Presidenta trate de entender la realidad que vivimos y dé respuesta a un legitimo reclamo”, agregó Moyano. Y se anticipó a la posibilidad de disturbios: “Venimos advirtiendo muchas presiones. Hay algunos medios con pauta dependiente que quieren crear un clima de inconvenientes”.
“Yo confío en Cristina”, dijo el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, que aquel sábado había recibido en su quinta a Diego Maradona y el Kun Agüero, en sus encuentros futbolístico-políticos habituales. Se refería al envío de $2.800 millones de la Nación para pagar los salarios y aguinaldos de la administración pública, para lo cual le faltaban recursos. En principio se contaba con el dinero para pagar las jubilaciones.
Sus invitados anteriores al fútbol, Hugo y Pablo Moyano, habían molestado al kirchnerismo; su vice, Gabriel Mariotto, se había encargado de expresarlo mientras reemplazaba a Scioli, de viaje por Italia. Pero el gobernador confiaba en que la presidenta lo ayudaría a cumplir con los pagos a los trabajadores estatales.
Kirchner parecía más concentrada en la situación en Paraguay: tras el juicio político express que destituyó a Fernando Lugo, ordenó el retiro del embajador de Argentina, Rafael Romá, de Asución. En cinco días habría una reunión del Mercosur, y las posiciones de los países debían estar decididas para entonces: ¿reconocerían o no al gobierno de Federico Franco?
“Queda la representación diplomática del encargado de negocios hasta tanto se restablezca el orden democrático”, explicó un comunicado del canciller Héctor Timerman.
Greg Burke, el corresponsal en Roma de Fox News, se convirtió en asesor de prensa de Benedicto XVI, que intentaba mejorar su imagen en la crisis iniciada por la filtración de cartas, que había conducido a una denuncia sobre las cuentas cifradas en Instituto para las Obras de Religión, el banco del Vaticano. El cargo no existía hasta el momento: consejero sobre medios de la Secretaría de Estado. Pero el periodista y miembro del Opus Dei era estadounidense y conocía el cargo que existe en la Casa Blanca.
Los Pumas perdieron ante Francia, por una diferencia llamativa, 49 a 10, en el último partido de Felipe Contepomi como capitán de la selección argentina de rugby. Aquel mismo sábado en otra disciplina, el basket, Argentina ganó el camponato Sudamericano al derrotar a Venezuela por 79 tantos contra 56.
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