Había varios sospechosos de haber filtrado las fotos del obispo de Merlo, Fernando Bargalló, en el agua del océano Pacífico, que se calma en la bahía de Banderas, feliz y cariñoso con una mujer en bikini. Luego de tres días de escándalo, aquel viernes 22 Bargalló renunció a su cargo. Se presumía que el Vaticano iba a renunciarlo si no lo hacía, por la violación de dos votos: el de celibato y el de pobreza, ya que el hotel de Puerto Vallarta donde se habían registrado las imágenes era carísimo.
Podría haber sido el perenne intendente de Merlo, Raúl Othacehé, que había asumido en 1991 y sólo había cambiado de despacho durante los dos años que pasó como ministro de Gobierno bonaerense, durante la gestión de Carlos Ruckauf. Algunos sacerdotes de la diócesis de Bargalló, identificados con la opción por los pobres, trabajaban con varios grupos políticos y sociales de desempleados y piqueteros, que molestaban a Othacehé. Días antes de que se filtraran las fotos, guardadas curiosamente durante casi dos años, el municipio de Merlo amaneció empapelado con panfletos que mostraban a Bargalló y preguntaban “¿Sabe dónde está?”.
Podría haber sido Cristina Fernández de Kirchner, a quien Bargalló había corregido en saber religioso, aunque con un evidente doble sentido político. La presidenta había acusado a los propietarios rurales, movilizados contra un aumento de impuestos, de haber incurrido “en el peor de los pecados que es la avaricia”. Bargalló declaró entonces que en realidad “el peor de los pecados es la soberbia”. Desde luego, la avaricia era también un pecado grave, se moderó el obispo: “Nos desentiende de la realidad sufriente de los demás”. Pero ya era tarde: todos los comentaristas políticos hablaban de su crítica a Kirchner.
Del Obispado al Vaticano, la lista de eclesiásticos interesados en cargarse un obispo era tan larga que convenía dar número.
El nuncio apostólico, Emil Paul Tscherrig, se reunió con el secretario general del Episcopado, monseñor Enrique Eguía Seguí, para realizar el informe que recibió Benedicto XVI, ya bastante complicado con una crisis de escándalos que terminaría con su renuncia espectacular. Bargalló mentía en un comunicado de prensa que las fotos eran de “una amiga de la infancia” y lamentaba que la situación “no exenta de imprudencia de mi parte, pueda dar lugar a malas interpretaciones”.
El damage control no funcionó y Bargalló reconoció que se había reencontrado amorosamente con su novia de la adolescencia, luego de que ella se separase. Él mismo había oficiado el casamiento y los bautismos de los hijos de la pareja ahora disuelta. El obispo renunció también a la presidencia del capítulo latinoamericano de Caritas. En Morón lo remplazó Jorge Casaretto y en Caritas, José Luis Azuaje Ayala.
Bargalló dedicó un año a reflexionar sobre lo sucedido. Confirmó su compromiso con la fe católica y volvió a trabajar como párroco en una iglesia de Neuquén.
Las intrigas políticas también se revelaban, y mucho más abiertamente, en Paraguay, donde un juicio político decidió en cinco horas deponer al presidente Fernando Lugo. La OEA y Unasur advirtieron que se vulneraba el orden democrático; el Partido Liberal y el Colorado ganaron poder con esta crisis que siguió a la masacre de Curuguaty, el 15 de junio, cuando 17 personas murieron durante la represión de una toma de tierras.
Federico Franco, vice del ex obispo paraguayo, representante de los liberales en la alianza que terminó con seis décadas ininterrumpidas de gobierno colorado, se manifestó “listo para asumir el mando y pacificar el país”. No era el único de los socios políticos de Lugo que le daban la espalda, hartos de la distancia que —argumentaban— el presidente había tomado de ellos una vez en el poder: oficialistas y opositores se contaron entre los 76 diputados que votaron a favor del juicio, contra un rechazo y tres ausencias.
Lugo tuvo sólo dos horas para organizarse, pero difícilmente podría haber influido en la decisión del Senado: por 39 votos contra cuatro, fue destituido. En la calle, sus partidarios fueron reprimidos por la policía. Al rato él apareció y los serenó: “Esta noche salgo por la puerta más grande de la patria: salgo por la puerta del corazón de mis compatriotas. No es Fernando Lugo el que recibe un golpe, sino que es la historia paraguaya, su democracia, la que ha sido herida profundamente”. Tan express como el juicio, la asunción de Franco sucedía al mismo tiempo.
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dijo que Paraguay podría ser expulsado de los organismos regionales, mientras que Kirchner declaró: “Argentina no va a convalidar el golpe de Estado en Paraguay”.
Su par argentina estaba más ocupada en el frente interno, sin embargo: sus funcionarios dialogaban con los sindicalistas opuestos a Hugo Moyano en la CGT para tratar de debilitar el paro con movilización que el camionero había lanzado para el miércoles 27. Si pensaba en acceder a los ajustes en el impuesto a las ganancias que pedía Moyano, ahora el kirchnerismo había decidido no hacerlo antes de la marcha.
Intentaría, en cambio, reducir su impacto. Contaba con la colaboración de algunos gremialistas como Andrés Rodríguez, Omar Viviani, Gerardo Martínez José Lingeri y Armando Cavalieri. Del otro lado, Moyano contaba con el aval de unos 50 sindicatos y los barrionuevistas de la CGT Azul y Blanca.
Mauricio Macri, el alcalde porteño que dirigía la oposición, aprovechó la ocasión: “El paro es un llamado de atención para un gobierno que, menos de seis meses después de haber asumido, ha generado un fuerte nivel de intolerancia”, dijo mientras paseaba por Agroactiva 2012, una muestra en Cañada de Gómez, Santa Fe. “La presidenta tiene que escuchar este reclamo. No puede ser que siempre se combata al que piensa distinto. Esa soberbia hace que hoy se pelee hasta con aliados históricos, como la CGT o con Daniel Scioli”.
A continuación, se sacó una foto con el secretario general de la Unión de Trabajadores Rurales y Estibadores, Gerónimo Venegas, conocido aliado de Moyano. “El principal enemigo que tiene la Argentina es la inflación de dos dígitos”, continuó. ”Los gobiernos con soberbia no nos conducen a ningún lado”.
Río+20 terminaba con un lamento. Veinte años antes la histórica Cumbre de la Tierra había popularizado preocupaciones que hasta entonces no salían del ámbito científico, como la pérdida de la biodiversidad y la desertificación; se había pronunciado con propuestas contra el cambio climático y había creado el concepto de desarrollo sustentable. Ahora los intereses políticos llenaron de tachaduras el documento que firmarían 193 países, hasta que quedó un texto baladí sin economía verde ni agencia de control y protección ambiental.
“Este documento es un punto de partida, no un punto de llegada. Lo que tenemos que exigir es que los países avancen a partir de este documento”, dijo la presidenta y anfitriona Rousseff. La reunión paralela de las ONG reunidas en la Cumbre de los Pueblos consideraron que el encuentro oficial había fracasado.
La Real Academia Española amplió la definición de matrimonio: desde aquel viernes sería igualitario. “En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses”, se agregó a la acepción original que hablaba de “hombre y mujer”.
En los Estados Unidos se presentaba el modelo S de Tesla, que se convertiría en el auto que prefiere Elon Musk. En la Eurocopa la política infiltró una penosa copia de la realidad: Alemania le ganó 4-0 a Grecia. El sueño del teatro Colón se cumplió esa noche para Lito Vitale y Juan Carlos Baglietto, que ofrecieron una función extraordinaria con el título de Clásicos y acústicos.
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