Aquel 2012 Lionel Messi volvería a ganar el Balón de Oro como en los tres años anteriores, marcaría 12 goles en la selección nacional y nuevamente Time lo elegiría entre las 100 personas más influyentes del año. También sería padre por primera vez, aunque prefería no hablar de eso. Dos días antes Fox Sports lo había declarado muerto (la cadena dijo luego que había sido hackeada), pero el rosarino estaba vivo y saludable aquel martes cuando llegó al campo de entrenamiento que la AFA tiene en Ezeiza con su hermano y su kinesiólogo.
Iba a prepararse para participar en el equipo argentino que enfrentaría a Ecuador el 2 de junio, y le ganaría por 4 a 0.
“Debemos tener la pelota la mayor cantidad de tiempo posible y estar bien parados para no sufrir en el contraataque de ellos. Creo que ellos van a jugar así, de contra”, dijo en la conferencia de prensa posterior. Participó en una actividad con chicos de 10 a 15 años y se enteró de que las entradas para el encuentro ya estaban agotadas: “Me pone contento, la última vez no había sido así. Es bueno que la gente empiece a acercarse a la selección y que la selección lo genere con juego y resultados”.
Fue la única noticia buena del día. Los noticieros de la noche oscilaban entre la estrella del fútbol y el accidente que había sucedido en Misiones, en la Ruta 12 cerca de Caraguatay, cuando un ómnibus de la compañía Río Uruguay, que iba de Puerto Iguazú a Posadas con 40 pasajeros, chocó contra un camión y se incendió: hubo 10 muertos y 20 heridos.
Y el cambio, como ya era habitual en aquellos días. Una suba leve del blue, que cerró $5,87-$5,91, se combinó con la enorme confusión que había provocado la resolución de la AFIP que limitaba la venta de dólares con fines turísticos. La ampliación de la brecha con el dólar oficial, sumada a la inflación tenaz, hacía habituales las promociones de descuentos y financiación más allá de rubros como los electrodomésticos: en los supermercados, según el día de la semana y el banco emisor, las tarjetas de crédito ofrecían descuentos de hasta el 30 por ciento.
A las 2 de la tarde, en Mar del Plata el Concejo Deliberante retomaba las sesiones para mediar en un conflicto sindical en el puerto cuando un objeto rompió un vidrio de la fachada. Lo siguió una lluvia de piedras, el ingreso de un grupo de hombres con la cara cubierta y un enfrentamiento con la policía que no pasó a mayores.
La sesión se suspendió. El paro del Sindicato Marítimo Pesqueros (Simape), por el cual no salían los barcos y la industria local no tenía materia prima para trabajar, continuó afectando a los trabajadores de la Unión de Trabajadores de la Industria Pesquera y Afines y su adversario, el Sindicato Obrero de la Industria del Pescado, cuya interna se dirimió a golpes. Hubo un herido y un vehículo incendiado.
La masacre en Houla, Siria, producida cinco días antes y que a diario actualizaba la cantidad de muertos que dejó —aquel 29 llegaron a 108 civiles, de los cuales 49 eran niños—, hizo que los principales países de Europa coordinaran con Estados Unidos y Canadá para expulsar a los diplomáticos sirios en esos territorios.
Kofi Annan, delegado de las Naciones Unidas, confirmaba el naufragio de su misión de paz, que teóricamente había derivado en un cese de fuego. El presidente Bashar Al Assad insistía en que no habían sido sus militares sino unos vagarosos “grupos terroristas”.
A nueve días del terremoto en Bologna, otro sismo en el norte de Italia llegó a 5,8 puntos y tuvo unas 40 réplicas: ese día se encontraron 17 muertos, pero el total ascendería a 24. Hubo también 200 heridos y unas 14.000 personas debieron refugiarse.
Charles Taylor, uno de los protagonistas del conflicto civil que durante 14 años afectó a Liberia, donde fue presidente desde 1997 hasta 2003, fue condenado a 50 años de prisión —todavía los cumple, en una cárcel de Inglaterra— por crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad —entre ellos mutilaciones, esclavitud sexual y uso de menores de edad como soldados— cometidos en Sierra Leona. Fue el primer ex mandatario de un país sentenciado en un tribunal internacional desde los juicios de Nuremberg.
Serena Williams dio un mal paso en Roland Garros: por primera vez en su carrera, luego de haber ganado los 44 partidos iniciales de un grand slam, quedó fuera del torneo luego de perder ante Virginie Razzano en tres sets muy reñidos (uno de los puntos se disputó en un game de 23 minutos). Mientras Williams lloraba, Rafael Nadal iba avanzando.
Las acciones de Facebook, que había hecho un fantástico debut en el Nasdaq 10 días antes, habían caído desde los USD 38 iniciales a USD 28,84, una baja acumulada de más del 24%, por lo cual los operadores de Wall Streen comenzaban a preguntarse si sería el Titanic de las tecnológicas.
Presionada por aumentar sus ganancias, la empresa de Mark Zuckerberg se concentró en los ingresos por publicidad y, además de la tradicional, probaba las publicaciones patrocinadas y los avisos automáticos cuando un usuario le ponía “me gusta” a cualquiera que aludiera a una marca. Los usuarios no lo sabían, pero en algún lugar de las 4.000 palabras —ahora llegan a 14.000— de los términos del servicio habían dado su consentimiento para ello.
Luego de que Antonio Gasalla, flamante ganador del Martín Fierro de Oro, se mudara al programa que competía con el suyo, Susana Giménez anunció que no realizaría su show en 2012. “Tomé la determinación de no volver este año”, dijo. “Es lo que siento”. Prometió algunos especiales, nada más.
La compañía catalana La Fura del Baus volvía a encantar al público argentino —el año anterior había puesto en escena El gran macabro, la única ópera de György Ligeti— con el estreno de Edipo, de George Enescu y Edmond Fleg, en el teatro Colón. A cargo de Alex Ollé y con dirección musical de Ira Levin, la ópera en cuatro actos basada en los textos de de Sófocles mostró que, como decía el director del grupo teatral, “la aceptación del riesgo sigue siendo el principal condimento del trabajo de La Fura”.
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