No creía que fuera por instrucción de la presidenta Cristina Kirchner; acaso era la iniciativa de algún funcionario. Pero el gobierno mantenía una tensión con la CGT —opinó Facundo Moyano, por entonces diputado nacional oficialista y hoy secretario adjunto del sindicato de peajes, que antes condujo— por “un problema político, más allá de que existe un problema económico que influye, y es la inflación”.
Su padre, Hugo Moyano, en julio competiría por la reelección en una interna tan complicada que la confederación de gremios parecía al borde de la fractura. Y el futuro dirigente del SUTPA advirtió: “Al Gobierno hoy más que nunca le conviene tener de aliado estratégico al movimiento obrero, y quien mejor expresa al movimiento obrero es Moyano: por historia, por trayectoria, por lucha, por coherencia, por legitimidad con los trabajadores”.
Si había un clima de confrontación, la responsabilidad no era de su padre: “Lo que tensa con mayor influencia es la forma de ejercer el poder y la conducción del gobierno nacional”. Era un momento difícil para el camionero: la proximidad con el gobierno había dado argumentos a sus opositores en la CGT, y ahora que había roto la alianza con el kirchnerismo veía —como denunció— que algunos ministros “están saliendo a comprar dirigentes sindicales”.
Quizá algo de eso influyó en la lista de asistentes a la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT en Ginebra que presentó Moyano al Ministerio de Trabajo: oficialmente reemplazó la que había llevado Gerardo Martínez, uno de sus adversarios, por otra en la que no quedaba ni un nombre de los sindicalistas que se le oponían. Se perderían el viaje a Suiza.
Mientras algunos problemas técnicos hacían que la imprenta Ciccone no pudiera cumplir con el volumen de papel moneda esperado, lo cual recargaba a la Casa de la Moneda, se conocieron nuevos datos sobre el posible vínculo del vicepresidente, Amado Boudou, y la empresa salvada misteriosamente de la quiebra y comprada por The Old Fund.
Junto con el presidente de la compañía, Alejandro Vandenbroele, participaba de la dirección Jorge Enrique Capirone. Este abogado de Mar del Plata había sido socio, junto con José María Núñez Carmona, amigo de Boudou, de la firma Ecoplata. Y el actual vice había trabajado allí con cargos gerenciales durante tres años.
En Misiones había celebraciones: las cataratas del Iguazú habían quedado entre las siete maravillas del mundo. La fundación New Seven Wonders la había elegido entre 440 lugares del mundo y luego de cuatro años de competir por la distinción. Como en la película La misión, en el acto se interpretó, con el idéntico fondo de las cascadas, la canción compuesta por Ennio Morricone, “Falls”, para la banda sonora.
En Rosario, los hinchas de Central sobrellevaban con dignidad un partido espantoso —”lacerante para la vista”, dijeron los comentaristas— en la primera B Nacional. Pero para River, cuyos seguidores no estaban tan ejercitados en el sufrimiento, aquel sábado 26 quedó como uno de los de peor memoria, mientras el entrenador Matías Almeyda se desesperaba. Los dos equipos más importantes, que debían luchar por el ascenso, terminaron 0 a 0.
Pero la peor noticia del fútbol de ese día fue el asesinato de un hincha por una pelea en la barra brava de Lanús: un joven de 21 años, Daniel Sosa, fue la cuarta víctima de la violencia en el deporte preferido de los argentinos. Un grupo de motociclistas disparó hacia la puerta del estadio antes de que comenzara el partido con All Boys; Sosa murió y hubo cinco heridos.
Como parte del Abono Bicentenario, el pianista chino Lang Lang ofreció en el teatro Colón un programa de Bach, Schubert y Chopin. En televisión, Florencia Peña y Guillermo Francella hacían un programa especial del exitoso Casados con hijos. Los libros más populares eran Cartas marcadas, de Alejandro Dolina, en ficción, y Encuentros, de Gabriel Rolón, en no ficción.
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