El verano del hemisferio norte fue un éxito rotundo. A causa de las restricciones propias de la pandemia, los viajeros se movieron a destinos más cercanos, recurrieron a pueblos calmos, aprovecharon destinos dentro de las fronteras propias que esta temporada estuvieron algo menos concurridos.
Las costas españolas que se repletan cada año de ingleses, holandeses y nórdicos buscando sol y calor, en este estío se empacharon hablando en castizo. El Mediterráneo es una de las expresiones veraniegas más poderosas de Europa que conserva su calidez un tiempito más adentrándose en el otoño.
Por eso, ahora que las posibilidades de viajar empiezan a tentar con horizontes más alejados y España es una vía de ingreso posible, irse de costas (y de tapas en los chiringuitos de la playa) con las riberas más deseadas del jet set es una posibilidad más alcanzable que en otras temporadas.
Aquí, entonces, una ruta de secretas playas (y no tanto) para disfrutar la llegada del otoño europeo aún con zambullidas y caminatas costeras.
Mónsul, con historia de volcanes
Mónsul, en Almería es una playa de 400 metros de longitud cercada por formaciones rocosas de origen volcánico en sus laterales y por una inmensa duna de fina arena a su espalda. La playa está orientada hacia el sur y el desnivel de entrada al agua es muy progresivo, lo que la hace ideal para niños. El agua es transparente y al tener poca profundidad se nota calentita. Es muy recomendable llevarse antiparras de buceo para practicar snorkel y ver los peces que rondan. La arena es fina y dorada, muy gustosa y agradable.
La gran Duna de Mónsul es una visita casi obligada para los bañistas porque desde arriba se tiene una vista espléndida de la playa y del paisaje que la rodea, campos y montañas sin ningún vestigio de construcciones, ni cables eléctricos.
Las rocas que rodean la playa de Mónsul son enormes lenguas de lava que llegaron hasta el mar y que el agua y el viento han ido erosionando para formar esta playa y tallar este diamante del mar Mediterráneo.
En medio de la playa destaca una gran roca que se ha convertido en el emblema de esta playa, llamada la Peineta de Mónsul. La Peineta tiene forma de ola gigante que parece que quiera volver al mar, en la parte de la playa tiene una subida accesible y la parte de la roca que toca al mar es un pequeño acantilado. Esta roca sirve de refugio para los bañistas que en los días más calurosos se cobijan bajo su sombra, y para que los niños busquen entre sus piedras pequeños peces o cangrejos.
Cala d’Hort, la coqueta
Cala d’Hort es una playa pequeña y sofisticada de Ibiza, con unas vistas fantásticas al misterioso islote de Es Vedrà frente a la costa, que se levanta solo a unos cientos de metros de la orilla. La playa tiene arena fina en un extremo y es más rocosa en el otro, y es muy popular en verano. Mucha gente acude a este entorno natural absolutamente paradisíaco: residentes jóvenes y mayores, familias y parejas de turistas, todo el mundo se deja ver en ella.
Protegida por un acantilado, está situada al final de una pronunciada pendiente en la que acaba la ruta principal de acceso. En los meses de más ajetreo la carretera se llega a convertir en una vía de un único carril debido a los coches estacionados, así que este es un tiempo ideal para visitarla sin exceso de estrés.
Es muy agradable para surfear en días de viento, ya que las olas más bravas golpean la orilla con fuerza. También hay una pequeña boutique que vende ropa de playa de diseño.
Hay tres restaurantes excelentes en la playa, reconocidos por su calidad de pescado fresco y, por supuesto, la tradicional paella de mariscos. El restaurante Es Boldadó es el más famoso y se encuentra en lo alto de los acantilados sobre la bahía.
Portitxol, la instagrameable
La bonita cala Portitxol de Alicante está situada entre el cabo Prim y el cabo Negre, en el litoral de la población de Xàbia/Jávea, una de las mecas del turismo español desde hace muchas décadas. Esta playa que había pasado desapercibida para la población foránea se ha convertido en una de las estrellas de Instagram y ese es un camino sin vuelta atrás.
De la noche a la mañana atrae a miles de viajeros que con sus imágenes y stories copan esta red social sacando de su semianonimato esta preciosa ensenada.
Lo que más seduce de ella es, sobre todo, el aspecto natural y su forma de bahía muy atractiva. A ello hay que sumar que está custodiada por acantilados que parecen aportarle privacidad y un bosque mediterráneo que llega hasta la arena. Por otro lado, sus aguas cristalinas y las casitas blancas de pescadores (barracas) recuerdan a Ibiza.
El color del agua que baña esta playa se despliega en decenas de tonalidades, azules, celestes, turquesas, aguamarinas, y se va aclarando según se acerca a la orilla formada por arena con piedrecitas, guijarros y gravillas de color claro. Dejando a un lado el romanticismo cromático, esta cala tiene unos 600 metros de longitud y unos 6 metros de ancho, y que justo enfrente se sitúa el islote de Portitxol, que, aunque sólo tenga 300 metros de largo, guarda cierta riqueza botánica y arqueológica en su interior.
Imperdibles las vistas desde el mirador de la Cruz de Portitxol, llamado así porque lo preside una cruz de piedra.
Antes de llegar –o tras visitar la cala Portitxol– es muy recomendable recorrer este tramo de costa visitando sus miradores como los situados en los cabos que custodian la playa: Cap Negre y Cap Prim que ofrecen unas impresionantes vistas de la costa recortada contra el azul del Mediterráneo.
Castell, en la brava costa
La playa de Castell en Girona se ha convertido en uno de los últimos arenales extensos y vírgenes que se mantienen en la Costa Brava, gracias a que en los años 90 los vecinos de Palamós, localidad a la que pertenece, y gracias a un referéndum popular, evitaron mantenerla libre de edificaciones y urbanizaciones.
Está rodeada de bosques de cañas y campos de cultivo, con una longitud de 375 metros y 40 de ancho. Tiene forma de media luna, de arena fina y dorada, ideal para los niños ya que es poco profunda y el fondo marino es de arena.
En la parte alta de uno de los salientes rocosos al norte del arenal se conservan las estructuras restauradas de un antiguo Poblado Ibérico del siglo VI a C. Continuando por el camino que conduce a este yacimiento se llega a la pequeña y bonita cala de la Foradada con unas aguas transparentes que la hacen especialmente recomendada para hacer snorkel.
Desde esta playa y siguiendo el Camino de Ronda dirección al Cap Roig, se pueden disfrutar de un gran número de calas rocosas y abruptas que a su vez dotan al paisaje de una belleza espectacular.
Somo, la pionera del surf
Playa de Somo en Ribamontán al Mar, Cantabria, está situada en la costa de Trasmiera, junto a la localidad de la que recibe el nombre, formando junto con las playas de El Puntal y Loredo, un extenso arenal de unos 4 kilómetros de longitud. Recibe un fuerte oleaje al estar orientada al mar abierto.
Es una de las pioneras del surf en España. Su historia remonta a la década de los años 60, cuando los amantes de este deporte reconocieron las ventajas de sus olas, consideradas como las más largas de toda la zona. Desde ese entonces, tanto en la playa de Somo como en otras zonas de Cantabria ha crecido la cultura del surf, la cual incrementa su popularidad año tras año. Por eso, este lugar se ha convertido en el epicentro para reunir a los mejores surferos, tanto propios del lugar como visitantes de España y de todo el mundo.
Sumado a esto, playa de Somo es un lugar que se caracteriza por contar solo con fondos de arena, lo que constituye una ventaja para los surfistas, ya que no hay peligro de rocas.
En su extremo oriental, colinda con la Playa de Loredo. Un lugar perfecto para el entrenamiento no solo en las prácticas del surf, sino también skate, paddle y longboard.
Una de las mejores panorámicas en playa de Somo es la Bahía de Santander, al igual que la isla de Santa Marina y Mouro, que está enfrente.
La Lanzada, tentadora en todos los climas
Playa de La Lanzada, en Pontevedra, es una de las mejores playas del Atlántico Europeo, y de las más emblemáticas de Galicia, perteneciente a los concellos de Sanxenxo y O Grove.
Cuenta con un arenal de más de 2 km de arena blanco y fina, con aguas cristalinas e ideal para los amantes del mar y de los deportes acuáticos.
Allí se forma un complejo dunar e intermareal, el Espacio Intermareal Umia-O Grove, un humedal con gran interés ornitológico. Así mismo, también se asienta la Capilla de A Lanzada, cuya Virgen se encuentra estrechamente ligada a rituales relacionados con la fecundidad, y una necrópolis que data del siglo IV a.C.
Un lugar incomparable, donde se entremezclan patrimonio y naturaleza que se asoma a mar abierto pasando por dos ayuntamientos, Sanxenxo y O Grove. Se considera una de las playas gallegas más emblemáticas y una de las mejores por la calidad de su arena y de sus aguas.
Está rodeada por una amplia zona de dunas que la separa de la carretera que bordea la costa. Entre estas dunas un agradable paseo de madera discurre paralelo a la playa en prácticamente toda su extensa longitud. Apacible en verano, se transforma en grandiosa en invierno, sobre todo cuando soplan vientos fuertes del sudoeste, que dan lugar a espectaculares imágenes para el visitante. Es un centro obligado para los practicantes del surf.
Gulpiyuri, la más reducida del mundo
Sin duda es una de las atracciones naturales de obligada visita en una ruta por Asturias, especialmente si estás visitando su parte más oriental. La pequeña extensión de tierra y agua no está invadida por hordas de turistas.
La playa de Gulpiyuri es de interior, sin salida directa al mar. Está formada por arena blanca y agua salada, pero el Cantábrico se bate a unos metros y sólo se cuela por debajo de los acantilados. Mide unos 40 metros de longitud y apenas se queda con arena durante la pleamar. Registra un fenómeno denominado desagüe cuando comienza la bajamar. Está catalogada como Monumento Natural.
La localidad más cercana es Naves y el acceso se realiza a través de un camino agrícola.
Es un destino secretísimo. Considerada la playa más pequeña del mundo, un camino que baja por la izquierda y que pasada por un preciosos prados y campos de labranza es la ruta para llegar a pie a esta joya. Son menos de diez minutos hasta llegar a Gulpiyuri, que significa “círculo de agua”.
La primera panorámica es desde arriba y permite admirar perfectamente la extensión de cincuenta metros de arena fina y la pequeña laguna flanqueada de rocas que conforma la playa. Estas mismas rocas no te dejan contemplar la costa que está unos cien metros más al fondo y que gracias al carácter calizo de la roca, se han ido creando unos túneles y cavidades que permiten que el agua se filtre hasta Gulpiyuri.
Cofete, encontrar la escondida
En el apéndice sur de Fuerteventura, en la península de Jandía, de Islas Canarias, se esconde uno de los más amplios y majestuosos tesoros de esta tierra canaria: la playa de Cofete. Escondida en la parte de barlovento de la península, este increíble arenal de más de 12 kilómetros de extensión cuenta con la inestimable ayuda de las crestas del Parque Natural como guardianes de su secreto. La cadena de montañas de la península desciende abruptamente por el lado en el que se encuentra la playa, cuyo difícil acceso tiene como feliz contrapartida poder asistir a un lugar prácticamente virgen.
La península de Jandía, de unos 200 kilómetros cuadrados, está separada por el istmo de la Pared, que alcanza unos 6 km de ancho. En tiempos de los guanches (antes del siglo XV) este istmo separaba las partes norte y sur de la isla con una muralla de piedra (de ahí su nombre), que servía para separar las dos poblaciones de la isla: Maxorata, al norte, y Jandía, en la península sur.
Se encuentra en una zona bastante inaccesible y alejada de núcleos urbanos, a la que sólo se puede acceder a través de vehículos adaptados para atravesar bosques y rutas sin asfaltar. Se trata de un larguísimo arenal que limita por el norte con el islote de las Siete Viudas y por el sur, con el roque del Morro.
Visitar Cofete debe plantearse como una excursión, ya que la ruta no es sencilla. Se deben invertir unos 50 minutos para recorrer los 25 kilómetros que te dejarán a sus pies. El camino atraviesa la cadena montañosa que separa la península de Jandía en dos partes: barlovento y sotavento. A unos dos kilómetros del desvío se encuentra el mirador del barranco Agua Oveja. Desde ahí ya se obtiene la impactante y conmovedora panorámica de la playa. A partir de ese momento, el camino, siempre sinuoso, baja hasta la aldea de Cofete.
Zahara, la virgen
Uno de los atractivos de los pueblos que conforman la línea de costa gaditana son precisamente sus playas y, no solo por la oferta tan interesante de sol, arena fina casi virgen y aguas cristalinas, no en vano esta es llamada la Costa de la Luz, en Cádiz, sino también por su gente, su ambiente y multitud de encantos que hacen de la experiencia de visitarla algo realmente inolvidable.
Zahara de los Atunes es una joya hermosa y un excelente ejemplo de la región, con todos sus atractivos y ninguno de sus inconvenientes. Son ocho los kilómetros de arena fina y claras aguas, que van desde el propio pueblo de Zahara hasta el Cabo de Gracia, abarcando multitud de playas donde el verde de la vegetación que se funde con el azul del mar.
De la costa de Zahara empieza ya antes de llegar al pueblo, en la desembocadura el río Cachón e incluso antes, un enorme arenal que se pierde en la zona militar hasta llegar a Barbate. Con muy malos accesos, es una de las pocas franjas de costa vírgenes que quedan en España, gracias a la reserva militar. La línea de costa de Zahara es muy recta y tan solo está modificada por dos cabos, el de la Plata y el de Gracia, donde está el faro de Camarinal. Entre estos cabos está la Playa de los Alemanes. Tras el cabo de Gracias la mítica cala de Arroyo Cañuelo, un paraíso terrenal.
Estos ocho kilómetros de costa, gozan de un especial clima suave, que las hace idóneas para la práctica de los deportes que tienen el mar como protagonista, pero también para poder disfrutar de una de las mejores puestas de sol que existen en el mundo, paseos tanto a pie como a caballo y multitud de actividades. La playa de Zahara, playa de la Virgen del Carmen o playa del Pueblo es ancha y larga, con varios accesos y con una urbanización de baja altura y algún pequeño puesto que no desentona demasiado con el paisaje.
Como punto curioso, los restos de la caldera de un barco hundido a principios del siglo XX, El Gibralfaro, que ya es casi un icono de la zona.
Conforme vamos al sur cada vez hay menos casas y la playa se va haciendo más natural hasta llegar a Atlanterra, donde las urbanizaciones vuelven a animar la playa de los Alemanes. Tras ella emerge la cala de Arroyo Cañuelo, una maravillosa zona virgen de muy difícil acceso y que es la antesala de la zona de la playa de Bolonia.
Parreño, todo al sol
El Ayuntamiento de Cartagena, Murcia, no prohíbe el nudismo en ninguna de las playas de su término municipal, aunque solo se practica en lugares muy concretos siendo uno de ellos las playas de Calblanque, en la mayoría de las cuales el ambiente es mixto. Para el nudismo, el sitio es playa Parreño porque además de estar alejada y ser la más tranquila de todas, es un lugar de gran belleza.
Oficialmente nudista, en ella se disfruta la calidad de la arena, que es muy buena, con algunas dunas en la misma playa. Está rodeada por vegetación salvaje, de monte bajo.
Todas la playas del Parque Natural de Calblanque son preciosas y en todas son muchos los que las disfrutan en desnudez. Si vas hacia la derecha (mirando al mar) encontrarás enseguida la playa de Negrete, con bañistas con y sin ropa. Si se quiere más tranquilidad e intimidad, pasa a la playa siguiente, la Playa de Parreño. Si ya se conoce las playas de la zona derecha de Calblanque, se puede dar una vuelta para visitar también las de la izquierda: Magre y Los Dentoles.
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