Sin lugar a dudas las Cataratas del Iguazú son uno de los principales atractivos que ofrece Argentina al mundo. La inmensidad de sus saltos, su fauna y su impactante vegetación las convirtieron en Patrimonio de la Humanidad en 1984 y hace 10 años fueron elegidas como una de las nuevas Siete Maravillas Naturales. Tras batir el récord de visitas en 2019, con más de 1.600.000 de personas, en 2020 sufrió el duro golpe de la pandemia; además de dos períodos consecutivos de sequía. Ya con su caudal normal que refleja su descomunal vitalidad, luego del anuncio de reapertura de fronteras, apunta a recuperar su actividad turística.
Pero en la provincia hay mucho más, además de las Cataratas: Misiones alberga paraísos soñados inmersos en medio de la selva donde los visitantes pueden descansar, desconectarse de la rutina, sumergirse en su biodiversidad, en la historia de las reducciones jesuíticas y la concepción de la yerba mate.
Infobae fue invitado como parte de un FAM Press organizado por Salaün Consulting en conjunto con Turismo Misiones. El viaje comenzó en Posadas: la capital provincial tuvo un crecimiento exponencial durante los últimos 20 años y hoy, además de su rica historia, exhibe un circuito gastronómico con platos gourmet de la zona. Es una buena opción para comenzar a recorrer Misiones, queda a tan solo una hora y media de viaje en avión desde el Aeroparque Jorge Newbery. Fly Bondi presta el servicio aéreo con vuelos diarios a la provincia, con ofertas super accesibles y respetando los protocolos sanitarios que demanda la situación epidemiológica, a raíz del COVID-19. Cabe destacar que los aviones tienen un sistema de recirculación del aire que lo renueva cada 3 minutos gracias a sus filtros HEPA (High Efficiency Particulate Air).
Posadas combina lo pintoresco de fachadas antiguas en las viviendas, ubicadas en la Bajada Vieja; el histórico barrio, a metros de donde en sus orígenes funcionaba el puerto; con una moderna costanera y playas donde se sitúan bares y restaurantes. Entre ellos hay uno que resalta por su rareza y porque detrás de la comida que se sirve hay un mensaje con un trasfondo revolucionario. Se trata de una forma de ver la gastronomía desde lo social, lo económico y hasta político: Poytava Cocina Misionera, administrado por Saúl Lencina, chef que llegó a la final del Prix de Barón B - Édition Cuisine en el que el jurado estuvo conformado, entre otros, por Mauro Colagreco.
Lencina junto a su mujer, “su compañera, su socia, su todo”, Ángeles De Muro, a quien nombra como “la jefa”, ofrecen al mundo “Poytava”, un restaurante de cocina misionera ubicado en la costanera de Posadas cuya gastronomía reivindica el uso del alimento silvestre, recolectado por el propio chef y su familia, y la cosecha de su huerta: más de 15 especies de hongos silvestres, frutas y hierbas nativas. De esta forma, reducen al mínimo los productos inorgánicos. El menú cambia trimestralmente de acuerdo con lo que va creciendo de la huerta. El año pasado llegaron a cosechar 700 kilos de hongos y frutas que van utilizando en sus platos. Sin dudas, una parada obligatoria en la visita a Posadas.
“Somos recolectores por instinto, pero en el fondo somos gastronómicos también y buscábamos ese plato particular y rico que nadie tenga”, definió Lencina. Esa idea lo llevó a incursionar en el mundo de los hongos. Aparecen, los examina, los analiza, se informa, convoca a expertos: el proceso puede llevar hasta dos años para decidir incluirlo finalmente en su cocina. “No es aprovechar lo que la tierra te da, es mucho más que eso, yo me planteo por qué una ayuda social es arroz y fideos que vienen de otra provincia, está bien, pero el de la chacra de acá la está remando y me pregunto por qué no se le compra a él que encima es más cerca”, explicó el chef sobre las inquietudes que atraviesan su profesión. Además de su restaurante, Lencina ha impartido clases de cocina en comedores fomentando la alimentación con materia prima local.
Misiones Jesuíticas de San Ignacio
Declaradas como patrimonio histórico de la humanidad, la reducción de San Ignacio Miní es de las mejor conservadas de la antiguas aldeas jesuitas. Los invaluables restos de sus construcciones dan un pantallazo de cómo era la vida siglos atrás. Atravesados por componentes no solo religiosos, sino también culturales y económicos, los jesuitas se instalaron a principios del siglo XVII donde permanecieron cerca de 150 años hasta ser expulsados por la corona española. En su cúspide llegó a albergar a más de tres mil guaraníes. Visitar este lugar ayudará a entender, no sólo la historia de Misiones, sino del país. El ingreso cuesta 260 pesos y abarca las misiones de Santa Ana, Loreto, Santa María de la Mayor y San Ignacio.
Las Minas de Wanda
Partiendo de San Ignacio, a poco más de 2 horas el camino se encuentran las Minas de Wanda. Bordeando el límite con Paraguay, la historia cuenta que el lugar fue adquirido originalmente para cultivar yerba mate, pero cuando comenzaron a explotar la tierra sus dueños descubrieron la presencia de piedras preciosas y semipreciosas que hoy en día se siguen encontrando. Amatista, Cuarzo Blanco y Ágata son las principales que se pueden ver en las minas donde actualmente se encuentra gente trabajando para continuar con las extracciones.
Una cantera a cielo abierto es la antesala de la recorrida por los túneles donde se puede apreciar desde la conformación natural de las piedras hasta la intervención del hombre para su comercialización.
Puerto Bemberg
A tan solo 35 minutos de las Cataratas del Iguazú se encuentra este paraíso situado en plena selva misionera, a la vera del Río Paraná. Puerto Bemberg es una reserva natural privada de 400 hectáreas rodeada de senderos y cascadas que ofrece además de su naturaleza, un lugar ideal para descansar y desconectarse del mundo en su hotel boutique.
La posada creada en la década del ‘40 cuenta con 14 habitaciones de estilo colonial con grandes ventanales que permiten a los visitantes contemplar la vegetación y una pileta en medio de la selva. El predio cuenta con un imponente mirador desde el cual se llega a divisar el otro lado de la costa del Paraná, el territorio paraguayo.
Trekking, Kayak, paseos en lancha hasta el Salto Yasy, y visitar la histórica capilla construida por Alejandro Bustillo son algunas de las actividades que se pueden realizar para las cuales no es necesario estar hospedado.
El hotel ofrece una gastronomía gourmet con platos regionales, una cena de tres pasos con degustación de vinos en una bodega decorada por el artista plástico Eduardo Hoffman. Mandioca en diferentes tipos de cocción y pescados de río son sus platos principales. De postre, un indispensable: mamones en almíbar.
Con yerba, una pava gigante y carbón, desde su imponente mirador se divisa el Paraná. Somos parte de la preparación de un mate cocido ahumado mientras escuchamos a guías del lugar y a Juan Manuel Zorraquín, uno de los dueños y cara visible de Posada Bemberg, contar el legado familiar y los orígenes de la compañía yerbatera que propició no solo la explotación del lugar, sino la fundación del pueblo.
Desconectada del hotel pero siendo parte del mismo complejo se encuentra la Casa Bemberg: una mansión con capacidad para 12 personas y pileta privada con vista al Paraná. La posada respeta el estilo colonial que le inculcaron en su creación.
Es un antiguo hotel que data de los años 40, perteneciente a la tradicional familia Bemberg, pero que hace sentir un confort que trasciende las épocas.
Las 400 hectáreas forman parte de un proyecto de conservación, contando con un programa de reforestación con más de 5.000 árboles nativos plantados. Gracias a ésta combinación de historia, naturaleza y confort ha sido reconocida por Conde Nast Traveller, en el Hot List entre otros prestigiosos medios a nivel nacional e internacional.
Datos de contacto: Tel: +54 (3757) 496500; E-mail: info@puertobemberg.com. Importante: Posada Puerto Bemberg ofrece servicio de traslado desde y hacia Iguazú.
La armonía de sumergirse en la selva subtropical Iryapú
A solo 15 minutos de las cataratas se encuentra Loi Suites Iguazú, 600 hectáreas de pura selva misionera. Tiene 159 habitaciones dispuestas en torres, que en su concepción se estableció que no podían superar la altura de los árboles. En efecto la sensación de un hotel 5 estrellas en medio de la selva misionera está garantizada. Popular por sus imponentes piscinas dispuestas de forma escalonada simulan un oasis, un relax asegurado. Sus puentes colgantes permiten, no sólo pasar de su restaurante a la pileta o a las habitaciones, sino también caminar en medio de la vegetación y sus sonidos tan característicos.
El hotel cuenta con 5 categorías de habitaciones: su principal estrella es el servicio de alojamiento premium en sus Vilas, de 85 m2, ubicado en un sector exclusivo del complejo donde la selva regala una vista increíble desde su balcón con hidromasajes.
Con una magnífica vista, el restaurante Naipi invita a degustar los mejores platos de cocina fusión autóctona/internacional, elaborada con los productos más frescos de la región. Una experiencia de sabores verdaderamente única. Para disfrutar al aire libre, en un ambiente más relajado y casual, Tiki Bar, frente a las piscinas, ofrece opciones gastronómicas ligeras y descontracturadas durante el día.
Para quienes viajan con niños hay un Kid´s Club donde los chicos pueden divertirse jugando ping pong, pool y hasta con una Play Station 4. Los huéspedes también pueden disfrutar del gimnasio y propuestas de entretenimiento para toda la familia: degustaciones de cocina, yoga, cine, taller de artes, juegos al aire libre y mucho más.
El hotel propone además adentrarse y descubrir la selva recorriendo los senderos peatonales autoguiados que se extienden por los alrededores. Pueden transitarse pequeños tramos o realizar un circuito completo de dificultad media/baja completando una hora de aventura.
Para completar la propuesta, el spa Namasthé, un espacio único basado en el concepto del agua y los aromas de la selva, conquista los sentidos con intensidad.
Datos de contacto: Tel + 54 11 5777 8950; reservas4@loisuites.com.ar; @loisuiteshoteles.
Cataratas del Iguazú
Las Cataratas con su mítica Garganta del Diablo es sin dudas de las vistas más imponentes que ofrece Argentina. La pandemia de COVID-19 y dos años consecutivos de sequía reconfiguraron su esencia, aunque de a poco la está recuperando, no sólo por volver a alcanzar su caudal de agua sino también a la espera de la reactivación total del turismo con la apertura de fronteras.
En el parque habitan tucanes, urracas, monos, sin embargo ya casi no se divisan los molestos pero simpáticos coatíes que solían robarle la comida a los visitantes. Resulta que con la cuarentena y el cierre de fronteras, ante la ausencia de turistas perdieron una de sus fuentes de alimentación; en paralelo este contexto provoco el regreso de yaguaretés, uno de sus depredadores, lo que obligó a estos animalitos a huir hacia el monte.
Más allá de aves y lagartijas, es difícil divisar al resto de las especies que habitan la selva. “No es un monte visual, es un monte sensitivo”, afirma Juan José Insfrán, uno de los guías del parque que acompañó al grupo en este aventura, parafraseando al naturalista del siglo pasado Juan Carlos Chébez.
La visita completa al parque dura alrededor de seis horas. Incluye circuito superior, traslado en el tren ecológico y la llegada a la Garganta del Diablo. Hoy en día es obligatoria la contratación de un guía que trabaja con grupos de 30 personas. El predio abre a las 8.30 de la mañana y el costo de su ingreso es de 530 pesos; es imprescindible llevar DNI en mano, de lo contrario no se podrá entrar.
Solo para valientes y quienes disfruten de la adrenalina, pueden hacer “La Gran Aventura”: un viaje en lancha que llega a pasar por debajo de los chorros de las cataratas. Una experiencia alucinante cuyo costo es de $7.000. Para llegar a la embarcación, hay que transitar un sendero que se hace en colectivos abiertos dirigidos por guías que van contando detalles de la flora y la fauna de la zona, además de consejos como el de cuidarse con el uso de repelente: si bien evita que se acerquen mosquitos, atrae abejas. Luego de 15 minutos de viaje, y bajar una inmensa escalera, se llega por fin a “La Gran Aventura” (prohibida para menores de 12 años).
Personal del parque coloca a cada turista un salvavidas y entrega en mano un bolsón impermeable donde guardar las pertenencias. Si el clima acompaña, es recomendable viajar con traje de baño o la menor cantidad de ropa posible: no hay forma de evitar empaparse con los chorros de agua que como baldazos se reciben en mayor cantidad a medida que se acerca la embarcación.
Ya de regreso, el colectivo arriba al patio de comidas del parque donde una de las mejores opciones para comer al paso y continuar con el recorrido por el lugar es el restaurante El Fortín que ofrece desde platos regionales como reviro, sopa paraguaya, chipa guazú, mamón con queso, pero también pastas, minutas y parrillada.
Un tren interno traslada hacia el sendero por el cual se transita todo el parque hasta llegar a la Garganta del Diablo; su rugido se comienza a escuchar levemente hasta llegar a estar cara a cara: la sensación es única e indescriptible. Las lluvias de los días anteriores permite ver los saltos más populares del país -con más de 80 metros de altura- con su caudal regular. Cuesta explicar la sensación contradictora entre la paz del paisaje y la violencia del agua que impacta al caer y continúa su rumbo. Durante 5 noches al mes se puede realizar el Paseo bajo la Luna Llena, una experiencia única que requiere su reserva previa a través de la web oficial de Iguazú.
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