Por estar separada del continente, sus habitantes han conservado fuertemente sus tradiciones, lo que hace de esta isla un lugar único. Chiloé es rica por donde se mire. Es ciertamente tierra de humos, todas sus casas están calefaccionadas con estufas a leña; es tierra de mitos y leyendas que hasta el día de hoy muchos de sus habitantes aún creen y respetan en secreto; es tierra de los mejores carpinteros de Chile y de sus iglesias de madera; es tierra fértil de la que crecen 280 especies de papas nativas, patrimonio cultural del archipiélago de Chiloé. Es tierra que se abre generosamente para cocinar un curanto y celebrar la vida, y tierra de hombres de mar añorando con volver a casa.
Desde Pargua sale un transbordador cada media hora todos los días del año y que dependiendo de las corrientes demora de unos 20 a 40 minutos en cruzar el Canal de Chacao y llegar a tierra chilota. Hay que tener en cuenta que en febrero cruza mucha gente por lo que pueden generarse filas que demoren unas dos a tres horas. A pesar de sus detractores, está en construcción un puente que un tiempo unirá a Chiloé con el resto del país facilitando las comunicaciones.
Por su ubicación geográfica, las lluvias son una constante en estas islas, por lo que es buena idea ir siempre preparado con la vestimenta y el calzado apropiado. La mejor época sin dudas para ir es la primavera y el verano, desde octubre a fin de marzo y principios de abril. Pero es esta lluvia lo que le da al paisaje un verde intenso casi surreal. Recorrer la isla por tierra ofrece un paisaje de colinas entre las que se destacan sus casas de madera recubiertas por las tejuelas de alerce características de esta región, con sus chimeneas generalmente humeando. Puede que te cruces con una yunta de bueyes en el camino, ovejas o vacas pastando mansamente.
La mayoría de quienes visitan la isla lo hacen por el día, gran error. La isla tiene mucho para ofrecer y las distancias son bastante extensas. Lo ideal es alojarse aquí una o dos noches y permitirse descubrir sus diminutos pueblos y por lo menos alguna de las 16 iglesias declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco debido al valor universal que representan estas iglesias construidas enteramente en madera por mano de obra chilota. Cada una se encuentra en un pueblo o isla diferente: Achao, Aldachildo, Caguach, Castro, Chelín, Chonchi, Colo, Dalcahue, Detif, Ichuac, Nercón, Quinchao, Rilán, San Juan, Tenaún y Vilupulli.
Su capital es la ciudad de Castro, que se encuentra a menos de dos horas desde Chacao, el puerto de entrada a la Isla Grande. Castro es conocida por sus “casas palafitos”, postal clásica de esta ciudad, estas casas de madera fueron construidas sobre pilotes a la orilla del mar y están pintadas en brillantes colores. Hoy algunas de ellas se han transformado en una opción de alojamiento para quienes visitan la ciudad. Otro ícono de la ciudad es la Iglesia de San Francisco de Castro, frente a la Plaza de Armas, que originalmente diseñada para ser construida en piedra cayó en manos de los expertos carpinteros que la convirtieron en una estructura de madera siguiendo la tradición chilota.
En la iglesia de Nercón, a unos 10 minutos desde Castro, subiendo una escalera puede visitarse la estructura interna de la bóveda del techo donde se puede ver los encastres hechos por los hábiles carpinteros y hasta los clavos de madera que se utilizaron. En medio de la bóveda, se encuentra colgando un velero de madera, lo que se supone fue una ofrenda de agradecimiento de algún navegante a Dios probablemente por haber vuelto con vida.
Otro atractivo para incluir en la visita es la Pingüinera de Puñihuil. Esta caleta se encuentra al noroeste de la isla, a unos 40 minutos aproximadamente desde la ciudad de Ancud. Sus islotes han sido declarados Monumento Natural porque aquí se da la particularidad de encontrar pingüinos de Magallanes y de Humboldt además de otras aves marinas y nutrias de mar. Hace varios años que los pescadores de la zona se han organizado para ofrecer paseos en embarcaciones y así acercar a los turistas hasta estos islotes. Tres cosas para tener en cuenta. La temporada en la que se ofrece este servicio es de septiembre a marzo, hay un cupo máximo de salidas por día por lo que es aconsejable llegar en la mañana y las salidas se pueden suspender por mal clima. Vale la pena almorzar en algunos de los tres restaurantes que se encuentran en la misma playa desde donde salen las excursiones. Y después de un almuerzo reparador, un obligado es subir hasta el punto panorámico que ofrecen los acantilados de estas costas. La vista del océano y los islotes quedarán en la retina por siempre.
Como es nuestra costumbre, contactamos a una experta en el destino para que nos cuente algunos secretos sobre qué más hacer en esta isla.
Carolina Monsalves, experta en el destino, contó a Infobae algunos secretos sobre qué más hacer en la isla, ella es “una guía que encontró en Chiloé el destino que me apasiona mostrar y que me llena el alma”.
Huillinco es un pueblito muy pequeño a unos 30 kilómetros al suroeste de Castro, ubicado a la orilla del lago del mismo nombre. Acá se ve el típico paisaje verde con casitas de madera. Pero lo que lo hace merecedor de una visita es el antiguo cementerio. Este camposanto se distingue por la presencia de pequeñas casillas hechas en madera y recubiertas por tejuelas siguiendo el mismo estilo de las casas chilotas. Se dice que comenzaron a construirse a fines del 1800 para que los familiares que venían en bote o a caballo para visitar a sus difuntos no pasaran frío y se protegieran de la lluvia. Carolina cuenta que “parece un pueblo en miniatura. Suele estar abierto en verano, pero si está cerrado la persona a cargo del cementerio vive enfrente. Se puede tocar el timbre y la señora te pasa la llave”.
Carolina recomienda pasar una noche aquí por dos motivos. Primero, para tener una experiencia bien chilota alojándote en una cabaña o en alguna casa de familia. Y para que a la mañana siguiente, poder partir temprano para evitar las multitudes que quieren fotografiarse en el Muelle de las Almas. Esta obra del artista chileno Marcelo Orellana Rivera se basa en una de las leyendas más populares de los huilliches. Cuenta la leyenda que “cuando una persona muere, su alma debe viajar a los acantilados de Punta Pirulil y llamar al balsero Tempilkawa, quien lo trasladará en su bote blanco de espuma hacia el horizonte y el cielo. No sin antes estar esa alma preparada y tener sus llankas (piedras de colores pulidas por la erosión), que cobrará el balsero como pasaje… pero, si una persona llega a escuchar a las almas de Cucao, no debe tratar de comunicarse con ellas y nunca llamarlas ya que si lo hace, transcurrido un año la muerte lo buscará y matará”.
La experta además, cuenta que ella fue con su familia y quedaron fascinados, tanto que nos dice “este lugar para mí, es la magia misma”. Una vez que dejas tu vehículo en el estacionamiento, comienzas una caminata por un sendero que atraviesa una propiedad privada en la hay que abonar una entrada, bordeando el Parque Nacional Chiloé. Esta caminata tiene una cierta dificultad, atraviesas un espeso bosque, pampas más abiertas con vistas espectaculares; y subidas y bajadas que te darán diferentes perspectivas. El sendero es de tierra y si llueve suele estar embarrado por lo que es aconsejable llevar un calzado acorde. Se demora una hora caminando a un ritmo normal hasta llegar al muelle que se erige casi mágicamente mirando hacia el mar desde lo alto del acantilado.
Pero no podés decir que estuviste en la Isla de Chiloé si no probaste su gastronomía tan particular. Primero como nos dice Carolina, "la cocina chilota es grande porque la vida es en torno a la comida, la vida familiar transcurre en la cocina. Detrás de la cocina a leña está “el flojo”, una banca con una almohada para dormir la siesta. En una casa chilota cuando llegas lo primero que te dicen es “Pasa pa´ la cocina”. Una debe sentirse orgullosa porque eso significa que eres bienvenida. El living es para las personas extrañas con las que se mantiene una distancia. Para los amigos, los familiares es la cocina".
Un plato típicamente chilote si los hay es el curanto ya que es originario de estas tierras. Preparar curanto al hoyo es sinónimo de comidas multitudinarias, de reuniones en familia o en comunidad. Está compuesto de mariscos (almejas, choros, machas), carne de cerdo y vegetales (como papas, choclo, repollo, cebolla) y milcao que se echan en un hoyo cavado en la tierra con una base de piedras calientes. Luego de tirar todos los ingredientes sobre las piedras, se cubre con hojas de nalca y con bolsas de arpillera. La cocción dura una hora aproximadamente. Otra versión es el Pulmai o curanto en olla, que es el que suele servirse en los restaurantes.
El turismo rural está muy desarrollado en el archipiélago, por lo que si haces averiguaciones vas a poder probar estas delicias en alguna casa chilota que los prepare de manera tradicional y es probable que te dejen ayudar en la preparación.
En Instagram @onaexplorer
SEGUÍ LEYENDO: