Valles Calchaquíes: un viaje por el corazón de la provincia salteña

Un recorrido entre cardones centenarios, quebradas alucinantes y muchas maravillas naturales y tradicionales que enamoran a los sentidos

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Una parada muy recomendable y no tan conocida es la de “La Yesera”
Una parada muy recomendable y no tan conocida es la de “La Yesera”

Los Valles Calchaquíes son el corazón de la provincia salteña. El viaje comienza y termina en Salta, pero lo que pasa en el medio es una sumatoria de experiencias que sólo la tierra y la gente de los Valles pueden ofrecerte. Es cardones centenarios guardianes de leyendas nativas, es pimientos secándose al sol, es la aventura por la ruta 40 que la recorre por uno de sus brazos, es la sucesión de iglesias blancas y arquitectura colonial, es una copa de vino de altura acompañando un guiso de cabrito, es casas de adobe a la vera del camino, es tierra colorada y las figuras esculpidas en su geografía, pero sobre todo es ganas de estar ahí.

Cuarenta minutos al sur de la ciudad de Salta y una vez que pases El Carril, vas a ir dejando la parte urbana atrás para adentrarte en un paisaje que irá cambiando muy rápidamente. Para tener una imagen mental del mapa, los Valles forman un triángulo: marcando El Carril el ángulo superior derecho, Cachi el ángulo superior izquierdo. Y Cafayate en el vértice sur.

Aunque en distancia parece poco, llegar hasta Cachi tiene sus secretos. Siempre es mejor salir temprano y con buena luz porque antes deberás cruzar la verde Quebrada del Escoipe y luego trepar por la majestuosa Cuesta del Obispo hasta llegar al punto más alto en la Piedra del Molino a 3400 mts sobre el nivel del mar. Cuando llegues al punto panorámico de la Cuesta, no te pierdas la oportunidad de comprar salames de llama y queso de cabra, ideales para armar una picadita en cualquier lugar. Otra gran oportunidad para los que aman la cocina es comprar las especias producidas localmente a precios super accesibles. Hay comino, ají molido, pimentón, orégano, ajo disecado y mucho más.

Aunque sus espinas parecieran protegerlos, los cardones estuvieron en peligro ya que su madera fue muy usada por mucho tiempo sin contemplar que sólo crecen de 1 a 5 centímetros por año
Aunque sus espinas parecieran protegerlos, los cardones estuvieron en peligro ya que su madera fue muy usada por mucho tiempo sin contemplar que sólo crecen de 1 a 5 centímetros por año

Unos kilómetros más adelante, comenzarás a ver a la distancia que de a poco se alza un cardón por aquí y otro por allá, hasta llegar al estacionamiento designado para la visita del Parque Nacional Los Cardones donde se concentran en gran cantidad. Aunque sus espinas parecieran protegerlos, estuvieron en peligro ya que su madera fue muy usada por mucho tiempo sin contemplar que sólo crecen de 1 a 5 centímetros por año. En este Parque hay ejemplares de hasta 3 metros que se calcula tienen entre 250 y 300 años. Si vas en la primavera los verás en flor, un espectáculo mágico en un ambiente tan árido.

La leyenda cuenta que la flor es la representación de una historia de amor entre un joven Humahuaca y la bella hija de un cacique que ante la oposición del padre se escaparon una noche de luna llena. En la huida se lastimaron con las espinas de los cardones lo que no impidió que pudieran escaparse para siempre. De esa sangre al otro día surgieron las flores blancas que viven pocos días pero que anuncian la época de lluvias y cosechas.

Otra vez en el auto, siguiendo por la Recta del Tin Tin llegarás hasta el pueblito de Payogasta con el majestuoso Nevado de Cachi de fondo. Esta recta de 19 kms era parte del antiguo camino Inca que conectaba el Perú con el resto del su imperio hacia el norte y hacia el sur. En el final de la recta, al costado de la ruta, pueden verse todavía tramos del camino incaico original.

El Museo de Cachi es uno de los paseos obligados del lugar
El Museo de Cachi es uno de los paseos obligados del lugar

Cachi es un pueblito encantador, con casas bajas, su plaza principal y su iglesia de gruesas paredes de adobe- no te pierdas de entrar para ver el techo de madera de cardón. Como en todos los pueblos de esta región la arquitectura colonial popular se hace presente a través de las casas blancas y las puertas pintadas de verde- todavía un enigma por resolver para quien escribe- pero con la particularidad que las veredas están elevadas por lo menos un metro de la calle para que los paisanos se apeen de su caballo fácilmente y por la presencia de acequias.

Es un pueblo fácil de caminar y cámara en mano descubrir sus rincones, puertas y ventanas. La vida del pueblo es más activa en la mañana sobre todo alrededor de la plaza principal. Entre la 13 y las 18 hs el ritmo se acalla y da lugar al bien merecido descanso que regala la sagrada siesta.

Luego de una noche reparadora en Cachi, nos queda el tramo de la ruta nacional 40 que une esta localidad con Cafayate pasando por Seclantás, Molinos, Angastaco, Animaná y San Carlos. La ruta a esta altura es de ripio hasta entrar a San Carlos. Dependiendo la época del año varía el estado de la misma, pero lo que nunca cambia es la sensación de aventura que se siente al transitarla. Este tramo va acompañando al Río Calchaquí y las vistas son increíbles. Es zona de viñedos, casas de adobe, corrales de piedra y caminos serpenteantes. Siempre es mejor reducir la velocidad en este tramo ya que el camino es angosto y de doble vía.

No te pierdas darle un vistazo a “La Ultima Pulpería”, a metros de la plaza de Cafayate
No te pierdas darle un vistazo a “La Ultima Pulpería”, a metros de la plaza de Cafayate

Seclantás es conocido por su producción del barracán, del picote y de los clásicos ponchos salteños. Puedes tomar el desvío para el “Camino de los artesanos” donde podrás conocer a quienes siguiendo la tradición familiar elaboran en sus telares estos tejidos con lana de llama, oveja y los más apreciados de vicuña.

Para el almuerzo se impone parar en la Hacienda de Molinos. Nada mejor que almorzar bajo la sombra del gigantesco molle que ocupa el centro del patio de esta casona del siglo VXIII. Las empanadas y el pan que se sirven aquí se elaboran en horno de barro, como solía hacerse en los tiempos coloniales. Pero si vas en época de choclo, no te pierdas sus humitas en chala, de las más ricas que vas a probar. Frente al restaurant, que abre a las 12 pm, está la iglesia alrededor de la cual creció el tranquilo pueblo de Molinos.

Lo que viene a continuación es surrealista y uno de los mayores atractivos naturales de este tramo de la Ruta 40, la Quebrada de las Flechas, perteneciente al Monumento Natural Provincial de Angastaco. Aquí vale la pena parar en los estacionamientos designados para tener una vista panorámica o para realizar una caminata. El paisaje es de color grisáceo, blancuzco ya que las formaciones rocosas que sobresalen del suelo en forma oblicua y superpuesta están compuestas por una arenisca muy sensible a la erosión.

La Quebrada de las Flechas, perteneciente al Monumento Natural Provincial de Angastaco
La Quebrada de las Flechas, perteneciente al Monumento Natural Provincial de Angastaco

Como probablemente a esta altura ya tu espalda pida a gritos un poco de asfalto, lo mejor es seguir directo hasta Cafayate y dejar la visita a San Carlos para el día siguiente. Está a unos 20 minutos en auto o a una hora aproximadamente en bicicleta. No te pierdas la cerámica de San Carlos, la mejor de la zona por la alta calidad de su arcilla y por la tradición ceramista de sus pobladores.

Llegar a Cafayate es llegar a un oasis verde después de tanta ruta y tanto ripio. Los viñedos a ambas márgenes de la ruta nos indican que estamos entrando a la zona vitivinícola del Noroeste por excelencia. Lo recomendable es quedarse aquí dos noches, la primera para recuperarte del cansancio de los días previos de viaje, y la segunda para poder recorrer sus reconocidas bodegas de vinos de altura.

Para saber más sobre Cafayate hablamos con Gabriela Cano, salteña, guía, entusiasta del vino y amante de los valles que nos contaba lo siguiente: “Antiguamente Cafayate era sinónimo de Torrontés, pero eso ha cambiado con los años y hoy podemos encontrar las más variadas cepas que se dan muy bien en esta zona: Malbec, Pinot Noir, Cabernet, Syrah, Sauvigon Blanc , Cabernet Franc, Tannat, Garnacha, Petit Verdot, Bonarda y Barbera. Se denominan vinos de altura porque nuestros viñedos se encuentran entre los 1600 metros de altura en Cafayate, a unos 2400 en la zona de Molinos llegando a la altura máxima de 3000 metros sobre el nivel del mar cerca de Payogasta, lo que le otorga al vino un gran carácter, con intensos sabores, colores y fragancias”. Las bodegas ofrecen visitas dirigidas por guías especializados en los vinos de la región, quienes te guiarán por toda la experiencia completa, desde los viñedos hasta el momento más esperado de la degustación.

Iglesia Molinos
Iglesia Molinos

Gabriela también recomienda una visita al Museo de la Vid y el Vino, a unas pocas cuadras de la plaza de Cafayate, que ofrece excelente información sobre todo el proceso de una manera interactiva y entretenida. Y agrega que “como cualquier centro que se está enfocando hacia el vino, Cafayate está logrando en los últimos años un muy buen nivel gastronómico en los hoteles y en los restaurantes del pueblo”.

Sabiendo que no todos son tan amantes del vino, nuestra experta local nos sugiere diferentes opciones en los alrededores de Cafayate. Desde turismo rural comunitario en El Divisadero donde las familias locales reciben a los visitantes para compartir sus actividades del día, hasta caminatas de 1 a 4 horas o cabalgatas para quienes quieren un poco más de actividad física.

Dos tips extras de viajero a viajero: no dejes de probar el helado de torrontés y de malbec que elaboran artesanalmente las heladerías locales. Y no te pierdas darle un vistazo a “La Ultima Pulpería”, a metros de la plaza de Cafayate. Es un antiguo almacén de ramos generales donde venden las cosas más insólitas que te puedas imaginar, desde yuyos para hacer gualichos a ladrillos de sal. La fachada está pintada de rosa y tiene una poesía dedicada a los Niños de Llullaillaco. No te pierdas la receta del maíz de tuerzo que nos comparten y que dice así: “Su uso es para el funcionamiento de los riniones (sic)…pero según creencia calchaquí es para que no se valla (sic) el hombre… Haga hervir su prenda más íntima, cuanto más sucia más efectiva la toma. Son 7 días corridos sin que sepa el tomador. ATENCION: el hombre no se va ni aunque lo hagan quedar al ARCO y la mujer aunque la maten de HAMBRE”.

Para el último día de esta aventura salteña nos queda la ruta 68, asfaltada en su totalidad, y las formaciones geológicas que conforman la Quebrada de las Conchas. La primera parada muy recomendable y no tan conocida es la de “La Yesera”, aquí podrás hacer una caminata de unos 30 minutos hasta llegar a “Los Estratos”. El nombre se debe a que las elevaciones que encontramos aquí tienen la particularidad de dejar al descubierto las distintas capas de material que se fueron depositando en los diferentes períodos geológicos, formando un arco iris de colores dados por el barro, la ceniza, la arena y el lecho marino.

Otra parada imperdible es “El Anfiteatro”, con sus paredes de 20 metros y su acústica perfecta. Es común encontrar músicos quienes con sus instrumentos, generalmente guitarra, charango e instrumentos de viento, acompañan la visita con música de nuestra tierra. Y si te acordaste que aún te falta comprar algunos regalitos, aquí encontrarás artesanos que trabajan con las piedras del lugar como el ónix azul, haciendo colgantes, anillos, aros y pulseras muy originales.

Esta ruta ofrece otras maravillas esculpidas en la roca por la erosión del viento y del agua: Los Castillos, Tres Cruces, La Garganta del Diablo y el Obelisco.

Y otro rincón perdido a descubrir en el camino es Alemania, con su antigua estación de tren escondida entre la vegetación que para esta altura ya es muy verde y abundante. Es una parada muy entretenida para los amantes de la fotografía, ya que parece un lugar detenido en el tiempo.

Lo que queda del camino de regreso hasta el aeropuerto de Salta es el momento ideal para recordar todo lo vivido, agradecerle a la Pachamama por su generosidad e ir ya pensando en cuándo volver porque como dicen, “Salta es tan linda que enamora”.

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